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La carnicería y felonía en un Partido histórico

El Partido Liberal desde su fundación en Julio de 1848, plataforma ideológica propuesta por el periodista Ezequiel Rojas, ha soportado dos grandes crisis: la del ostracismo en la hegemonía conservadora de 1886 hasta 1930, y la actual de 1998 hasta hoy, la cual se puede considerar caótica, y mucho más grave que la anterior por el cúmulo de hechos o fallas estructurales y coyunturales que han debilitado ostensiblemente sus cimientos ideológicos, su fuerza de choque, sus programas, su caudal electoral y dejándolo por fuera de ser una alternativa de poder. Por falta de una dirección diáfana y capaz, tanto a nivel nacional, como regional y local, y cuyos dirigentes, sobre todo en las regiones, son de un pasado que deja mucho que desear y que han alcanzado estas posiciones gracias a sus oscuras fortunas difíciles de justificar, y que las autoridades muy orondas se hacen los de la vista gorda.

Plena razón le asistió a la Senadora Vivianne Morales Hoyos de retirarse con altivez y dignidad de la Dirección Colegiada del Partido Liberal, por haber olisqueado algo que no se ajustaba a los principios éticos, morales, ideológicos y filosóficos de la colectividad roja, sobre todo, en lo concerniente a la concesión de ciertos avales para aspirantes a dignidades de elección popular y a la admisión en sus filas de ciertos personas non sanctas, que difícilmente pueden ser recibidas de buen agrado en cualquier centro de reclusión de máxima seguridad, y por los cuales siente fastidio y nauseas el más redomado criminal.

El partido liberal ha tenido, desde la década de los 90 hasta hoy, una dirigencia nacional y regional de bajo perfil, poluta, clientelista y politiquera, de escasa formación intelectual y académica, codiciosa por el poder personal económico y político, amigos incondicionales de los compadrazgos y parentelas, proclives a las componendas y a la utilización del partido para fines poco claros e inequívocamente económicos, hasta el punto extremo de haber alcanzado la presidencia con financiación de dineros del narcotráfico, lo que va en contravía de los principios éticos, morales e ideológicos, y que ha llevado a una gran parte de su militancia a la apatía y al escepticismo, y, por supuesto, con sobrada razón.

Cuando se fundó el partido de La U, se creyó ingenuamente que se había descubierto la pócima contra el clientelismo y la corrupción política, habida cuenta del impresionante transfuguismo que se dio en todos los Partidos y Movimientos políticos hacia la nueva Agencia partidista; la gran desbandada de los políticos se sintió con mayor rigor en el Partido Liberal, y, también ingenuamente, se pensó que los desertores o felones se habían cansado de convivir indiscriminadamente en los albañales del clientelismo corrupto. Pero no. El afán de su nueva afiliación solo obedecía a un simple instinto de conservación y de miedo ante el inminente destape del aberrante contubernio con los tenebrosos y macabros ‘paramilitares’, confiando ciegamente en que con su abordaje al nuevo partido el teflón del Presidente Uribe los protegería y los llevaría a la caja hermética de la impunidad.

Lo ideal en toda democracia es la participación activa de toda la ciudadanía en los asuntos que requieren de su concurso para bien de un país, siendo nociva la apatía y la abstención; esta situación tiene como consecuencia principal el pobre y vergonzoso desempeño de unos dignatarios corruptos elegidos inmerecida y erróneamente por el voto popular, y, todo, por la desacertada y pésima conducción y dirección del partido. Está probado históricamente que en Colombia no tienen cabida los partidos políticos distintos al liberal y al conservador, quienes  han sido los protagonistas de primer orden en el acontecer nacional, los demás han sido y serán grupos efímeros sin plataforma ideológica y de pesca en río revuelto, no pasando de ser una colcha de retazos, es por ello, que es necesario su depuración y fortalecimiento para bien de nuestra democracia, del partido y para tranquilidad de nuestra conciencia.

La apatía y el abstencionismo de las huestes liberales obedece a un solo hecho puntual: el manejo clientelista y desafortunado que le dieron al Partido algunos dirigentes que llegaron y están llegando a las más altas líneas de mando y a los altos cargos de la administración pública, valiéndose de posiciones dominantes de poder económico y de maniobras y artimañas punibles y, por supuesto, antidemocráticas y antiliberales, que tienen al partido al borde del despeñadero y reducido a su mínima expresión. Después de haber sido la colectividad mayoritaria en el contexto nacional por muchísimos años, y pionero, en otrora, de las grandes reformas constitucionales caracterizadas por el impulso progresista y social.

Después del desbarajuste que ocasionó el escándalo de la parapolítica en las instituciones y en los partidos, con excepción del Polo, es urgente y prioritario una verdadera reforma política que toque a fondo los partidos y se den plenas garantías a la oposición; además, en lo que concierne a las toldas rojas, se requiere el concurso y participación activa de todos y cada uno de los liberales de pura cepa que tienen cerebro y dignidad, a fin de hacer un reacomodamiento estructural y empezar a efectuar una purga, sin ninguna contemplación, con estilo inquisitorio, para los sacrílegos liberales que de una u otra manera le han causado grave perjuicio al partido, incluyendo, aún, a expresidentes de la república.

Ahora, tenemos por doquier unos “sepultureros” apoltronados en la Dirección Nacional, Departamental y Local, realizando entierros de 3ª y 4ª categoría a los pocos restos que quedan del que en otrora fuera el gran Partido Liberal, y dedicados a entregar avales al mejor postor de las prebendas económicas o burocráticas, sin interesar su ideología ni su turbio pasado, ni procurando coaliciones compatibles y decentes y que son muy propias de la estrategia política, y lo más grave, recayendo en ciertas personas que están sub judice, situaciones parecidas a las que ocasionaron la renuncia de Vivianne Morales Hoyos.

Entre todos, y a nombre del partido liberal, debemos cohesionarnos y volver a ser el partido de las huestes mayoritarias; el de la alternativa del poder. Consolidarse como el líder de una política de centro-izquierda; retomar la bandera de las grandes reformas sociales y económicas; proscribir las mañas acomodadas y corruptas que lo derrumbaron; con coraje y dignidad atajar, repudiar y expulsar a estos carniceros carroñeros, así ostenten mucho dinero, constriñan, amenacen e infundan temor; apoyar a personas honestas y capaces para el liderato y las dignidades a ocupar, y, ante todo, que antepongan el interés general por encima de cualquier interés personal económico o burocrático.

El trabajo de catarsis es poco y fácil, ya que tenemos un número reducido de alimañas a expulsar o extinguir, gracias a los buenos servicios que le hizo el Partido de ‘la U’ y el Centro Democrático a los dos partidos tradicionales, al aceptar en su seno a una cantidad considerable de artrópodos que militaban en estos, coadyuvando así a una limpieza no solo en los cuadros directivos, sino en los adeptos o seguidores.

Marco Aurelio Uribe García
Manizales, febrero 4 de 2016.

Apostilla: De todos los partidos políticos del planeta, el Partido Liberal colombiano ha sido el más golpeado por la felonía, en consideración a la importancia de los traidores: un ex Presidente, un Presidente y, muchísimos Altos Dignatarios, quienes se formaron y degustaron las mieles del poder bajo la égida de este gran Partido, el Liberal.

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