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La patética y caótica crisis venezolana

“No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”: Montesquieu.

Cualquier país del planeta por más rico que sea, por más boyante que sea su economía, por alta y favorable que sea su balanza comercial, por alto que sea su ingreso per cápita, por más blindajes que tenga contra la inflación y el desempleo o contra una recesión, pero sí su conducción gubernamental llega a caer en manos de una persona delirante megalómano, dilapidador y un ignorante en los mínimos conocimientos económicos y, peor aún, si lo es en un todo, no debe de quedar duda alguna de que ese país será llevado, más temprano que tarde, a un despeñadero profundo y oscuro.

Esta situación la vive, hoy por hoy, el hermano país de Venezuela, ya que su modelo económico cambió de manera brusca e irresponsable sin medir las consecuencias a futuro y afectando todo el crecimiento de la economía nacional, creando un despelote en su balanza comercial, creando desconfianza y sin garantías para la inversión extranjera, carencia de abastecimiento general, materia prima y alimentos, desempleo, etcétera, etcétera. Esta es la crisis patética y caótica por la que viene atravesando el vecino país, desde que alcanzó el poder el Coronel Cháves e implantó su utópico socialismo siglo XXI, agudizándose más con la llegada a la presidencia del ciudadano Nicolás Maduro, cuyos exiguos conocimientos y capacidad deja mucho que desear.

También cambió su modelo político y, por ende, su sistema democrático, el cual día a día es mancillado y maquillado burdamente, ante la invidencia y sordera de la comunidad internacional, quienes con su posición egoísta y pusilánime coadyuvan con el régimen déspota y dictatorial actual a oprimir y flagelar los derechos de un pueblo hambriento, inerme y desprotegido como están la mayoría de venezolanos. ¿Qué diferencia hay entre venezolanos y otros pueblos de Europa y Asia, en donde las potencias han incursionado en procura de evitar muertes, atropellos y violaciones a los derechos humanos?

Es evidente que el presidente Maduro controla como “marionetas” todas las ramas del poder en Venezuela, con excepción de la Asamblea Nacional, la cual tiene muy “sitiada”, o sea, tiene en sus manos concentrada casi todas las decisiones judiciales, electorales, militares y, hasta, las de la “recua” que conforman las milicias bolivarianas, y que no dejan de ser la “mano negra” del régimen; es decir, la oposición en Venezuela está en un callejón sin salida que sólo puede sobrevivir de esta opresión y triunfar si la comunidad internacional la apoya, empezando por la ONU.
Es inadmisible, vergonzoso y, además, contradictorio que el gobierno dictatorial venezolano, con Maduro a la cabeza, tenga representación en organismos internacionales que se dicen ser los garantes de una convivencia en paz y en armonía entre los diferentes pueblos, tales como la Organización de Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, Mercosur, etcétera, sin que hasta el momento haya habido un pronunciamiento sobre el comportamiento veleidoso y antidemocrático de ese régimen ignominioso.

El pulso político entre la Oposición y Maduro con sus aliados el Tribunal Supremo y las Fuerzas Armadas, es muy desigual y a favor, sin razón, del establecimiento, pues tiene el poder coercitivo a través de las balas y de las cárceles, salvo, como ya se dijo, que los organismos supranacionales apoyen a los opositores y les dé un poco de vergüenza por su comportamiento cobarde y tome medidas drásticas que sirvan como freno efectivo a las veleidades del “orate” que gobierna a Venezuela.

Sólo causa tristeza y desconcierto el comportamiento indigno e irracional de las Fuerzas Armadas, con Vladimir Padrino, ministro de Defensa, a la cabeza, por atropellar a un pueblo inerme que tiene la razón en sus protestas y apoyar a un “onagro” como Nicolás Maduro; de los “juristas” que conforman el Tribunal Supremo y el Consejo Electoral, por sus exabruptos jurídicos y hermenéuticos plasmados en sus decisiones arbitrarias y descabelladas; respaldos ambos que han servido de “apoyo incondicional” para la permanencia de Maduro en el poder, dándole aliento para sus vociferantes, groseras e infamantes amenazas.

Cómo añorara el pueblo venezolano a un Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, demócratas íntegros y creo, sin lugar a equivocarme, que preferirían a Juan Vicente Gómez, porque quedarían mejor representados y gobernados.

¿Será que se necesita una tragedia nacional en Venezuela y no tener donde enterrar los muertos, para que la comunidad internacional reaccione?

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, octubre 27 de 2016.

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