Han sido semanas dolorosas para los colombianos, muchos sienten que las malas noticias se han convertido en el pan de cada día. La muerte de los jugadores del Chapecoense nos tomó por sorpresa, sus historias nos desgarraron el corazón. En medio de la tragedia nos unimos en un homenaje que estremeció al mundo a tal nivel que #GraciasColombia fue tendencia global.

Leímos con rabia y lágrimas sobre el lamentable caso de Yuliana Samboní. Hemos sentido indignación al conocer cada uno de los detalles tras tan macabro suceso. Salimos a las calles a exigir justicia. Lloramos juntos el sufrimiento de sus familias y nuevamente nos unimos.

En medio del sufrimiento se vio el lado más humano del pueblo colombiano y personalmente creo que se despertó del largo sueño del solo existo ‘yo, yo y yo’ a más de uno.

Mientras particularmente oigo una canción que se titula ‘Malas Noticias’, hay un par de preguntas que no se me salen de la cabeza y que hago extendidas a usted lector, a ver si me puede echar una manito con la respuesta:

¿Por qué esperar a que hechos de este nivel sucedan para juntarnos en torno a una causa? ¿Por qué debe ocurrir un accidente para que logremos tolerarnos como verdaderos hinchas en un estadio?

He sufrido viendo los noticieros y periódicos e informando de estos hechos en mi rol de periodista, pero sentir dolor no es suficiente. Que el decir “todos somos Chapecoense” o el ponernos una camiseta de un equipo diferente al nuestro para un homenaje no sea la excepción de un día para luego salir a seguirnos matando en los estadios.

Un homenaje con altura también es aprender de tolerancia y disfrutar del fútbol en paz.

¿Acaso no sería más efectivo unirnos para ser veedores de la justicia con criterio y trabajar para defender a las Yulianas que han sido olvidadas en el día a día, en vez de despertar el instinto de venganza (que está claro, jamás nos llevará a ningún lado)?

Si vamos a encender velas y a repetir en nuestros perfiles que “Todos somos Yuliana o Dora Lilia”, lo mínimo de coherencia que deberíamos tener es el hacer que nuestras peticiones de respeto por la niñez y las mujeres no se conviertan en algo que exigimos cuando ya no hay nada por hacer. Demostremos que queremos que las cosas cambien en nuestra cotidianidad, en el trato que nos damos con nuestra familia, con el vecino, en el transporte público o en una acera.

Sí, debemos exigir justicia cuando sin duda brilla su ausencia, pero tal vez llegó el tiempo de dejar de ser el país que se une solo en las tragedias y convertirnos en la población que se junta alrededor de temas importantes como el prevenir que más niñas terminen haciendo parte del índice de desplazados, víctimas de violación o asesinato.

Sé que he escrito la palabra unión un montón de veces en este texto y créame que es a conciencia, porque cada vez me convenzo más de que en esa palabra está la clave. Hemos comprobado que si los habitantes de un país se pelean entre sí, el país acaba por destruirse: ¿Por qué no intentar cambiar la estrategia y movilizarnos antes de que tengamos que llorar a una víctima más?

 

PDT: He escuchado a muchos quejarse de Colombia, trayendo desesperanza cuando lo que más necesitamos es recordar que aún podemos alcanzar la paz tan anhelada. No se trata de irse del país, se trata de construir en él. Muchas cosas cambiarían si en vez de quejarnos, bendecimos la tierra que nos vio nacer.

***Una buena forma de empezar podría ser sacar cinco minutos de esta semana para dar gracias por ser colombiano, le dejo la tarea.