Más allá de la discusión de si celebrar o no San Valentín un 14 de febrero (eso es decisión personal), quiero hablar de un “exhaustivo análisis” que he hecho de lo que hablamos las mujeres. Mi trabajo de campo, hecho en mi círculo de amigas, TransMilenio, buses, restaurantes y lugares de afluencia social (es inevitable escuchar al que se sienta al lado) arrojó algunos datos que considero dignos de ser discutidos.
Comprobé que la mayoría de veces, cuando un grupo de mujeres se reúne, estas de alguna forma u otra terminan hablando del tema del amor. Seguido de preguntas como:
- ¿Cómo va el corazón?
- ¿Qué pasó con el chico con el que estabas hablando?
- ¿En qué terminó todo?
- ¿Sabías que tu ex ya tiene a otra?
Las comprometidas alardean de su felicidad, mientras vemos diferentes tipos solteras: las que han logrado disfrutarla, las que “chorrean baba” imaginándose el día en el que llegará su “príncipe azul” (¿Quién se inventó ese término tan feo?) o, inclusive, las que terminan sintiéndose miserables e incompletas por pura presión social.
Por eso, hoy 14 de febrero quiero decir: ¡No nos presionemos más!, dejemos de adelantarnos a las etapas por exigirnos ir al ritmo de los otros. No está de más recordar que “en esta vida todo tiene su momento, hay un tiempo para todo”, así que no hay afán.
Hace unos días volví a escuchar una charla de una mujer a la que admiro, Natalia Nieto, donde ella recordaba que:
Cada mujer “decide ser feliz o desgraciada en cualquier etapa de su vida”.
Así que, por qué no decidir ser felices en el momento de la vida en el que estamos.
Y si usted es de las mujeres a las que ser soltera se le ha vuelto una tortura, recuerde que, como dice Nieto en la charla, “la espera en el tiempo de soltera no es estática” (no se encuentra congelada en el tiempo y créame su presente no va a volver), sino que es un tiempo para trabajar en usted misma, para darse cuenta que está completa, viajar a donde siempre ha querido, estudiar, ahorrar, aprender a ser independiente, crecer espiritualmente… ir convirtiéndose en una persona integral.
Dejemos de soñar con príncipes azules y mejor pensemos en la idea de compartir la vida con un gran hombre, ese que -aunque no siempre es rico en dinero- da a los otros lo mejor de sí, tiene una visión clara y está dispuesto a todo para alcanzarla.
Ese que es imperfecto, pero trabaja por dejar a un lado esas imperfecciones y ser una mejor pareja, hijo, trabajador y padre. Un gran hombre no es el ‘ken’ en la cabeza de las mujeres, es aquel que rompe los límites, estructuras mentales y conceptos prefabricados con los que muchas crecemos. Un gran hombre no es miembro de la realeza, es más bien miembro de una milicia, pues es un guerrero incansable, persistente, coherente y fiel a sus convicciones.
Luego de estas disertaciones, quiero hacer oír mi voz de protesta: NO más príncipes azules, ni verdes, ni de ningún otro color. No le vendan más la idea de esos seres inexistentes a las nuevas generaciones.
No se deje presionar, no se vaya con el primero que le eche el cuento solo por no sentirse sola, vea que por el qué dirán muchas han terminado tomando malas decisiones.
Pero eso sí, si ha encontrado una persona que vale la pena, espero no lo deje ir por cobardía, porque una cosa es esperar y otra es quedarse tan «dormido» que ni cuenta se dio de que lo que tanto buscaba siempre estuvo a su lado.
PDT 1: Mujeres, si nos vamos a reunir no seamos intensas con el tema, hay mucho de que hablar como para que siempre caigamos en lugares comunes.
PDT 2: Que esta fecha no se vuelva una pesadilla por lo que ve en redes sociales, redes vemos, realidades no sabemos…