Por estos días logré reunir casi todos los papeles que la oficina de inmigración me exigía para otorgarme la visa de dos años que había solicitado.
Lo más complicado del asunto era reunir los 30.000 dolaretes en la cuenta; y como el asunto era urgente no había tiempo de organizar ni una teletón con el ánimo de reunir algunos pesitos.
Debo agradecer los gestos de solidaridad, mensajes, consejos que llegaron por correo desde varios países. Luego de meditar el asunto tranquilamente decidí que la mejor opción era ir y decir «Pues esto es lo que hay».
En resumidas cuentas, contar mi historia, mostrar lo que había reunido y esperar respuestas positivas.
Durante el proceso de reunir los documentos conseguí algunos ahorros aquí, otros desde Bogotá; llame a pepito y a sutanito para buscar soporte; saque fotocopias de cheques pagos en mi trabajo, fotocopias; escanear las cartas del banco; comprobante de pago del seguro médico, entre otros documentos.
En total, sin haber almorzado ese día, había reunido 12.679 dólares de los 30.000 que me pedían. Aquí la preocupación comenzaba a sentirse más, pero algo me decía que todo iba a salir bien. Por último decidí escribirle una carta al agente de inmigración encargado de mi caso. En resumen, le decía que siendo honesto no había logrado reunir todo el dinero que se me exigía. Sin embargo, le enviaba documentos que demostraban claramente que podría sostenerme por dos años en Australia, mientras adelantaba mis estudios; que tenía un trabajo estable del cual pagaba mis impuestos respectivamente.
Que no me sentía satisfecho con el nivel de inglés que había adquirido y deseaba poder estar más tiempo con el objetivo de mejorarlo, hacer un master y luego sí regresar a mi país. Y en caso de que el resultado fuera negativo, simplemente le agradecía a Australia el haberme permitido venir; que me diera un par de días para ir por los souvenirs respectivos, y que si necesitaba algo para llevar a Colombia, estaba a la orden.
El día lunes tenía todos los papeles listos. Escribí la carta, adjunte los documentos, revisé unas nueve veces el contenido de la carta, y simplemente presioné el botón «enviar». El correo se había ido y ya la pelota estaba en el bando de ellos. Obviamente no faltaron algunas súplicas a los santos de los extranjeros.
Santa Eliza: Que me salga la visa.
San Vicente: Que el oficial de inmigración sea buena gente
San Benito: Que todo vaya bonito.
San Aldemar: Que me pueda quedar.
San Guchito: Consígueme otro trabajito.
San Salvador: Que la selección Colombia le gane a Ecuador.
Las cartas estaban sobre la mesa y ahora sólo era cuestión de esperar. La incertidumbre reinaba, aunque siendo honesto estaba preparado para cualquiera de las dos respuestas.
Uno de los martes australianos en la tarde asistí a una reunión informativa sobre temas de inmigración. Una representante del Gobierno Australiano daría una conferencia -al gratín- para las personas interesadas en acceder a este proceso.
En el auditorio había alrededor de 40 personas, la mayoría de ellos colombianos, y todos escuchando sigilosamente lo que la funcionaria escribía.
En resumidas cuentas la señora contaba algunos datos sobre las nuevas regulaciones para las personas que quieran seguir un proceso de residencia en este país. Llévabamos unos 43 minutos de charla cuando me dio por revisar mi correo electrónico desde el celular. El reloj marcaba las 3:14 p.m.
Entré al correo y ….. Ay Dios!!! (1) mensaje nuevo.
Era de la oficina de inmigración. Pucha!!! Qué susto. Por unos segundos me quedé mudo. ¿Será que lo abro o espero a terminar la reunión?. Estaba impaciente, ansioso; me sudaban las manos.
Aquí me dije: Lo que fue, fue. Abrí el correo. Aunque la pantalla de mi celular es pequeña, buscaba afanosamente entre las palabras del correo alguna que me dieran indicios positivos: Visa aprobada, aceptada, bienvenido, etc…
La ansiedad me carcomía poco a poco. Hasta que leí una frasecita que me hizo descansar luego de algo más de dos meses de incertidumbre:
«I am pleased to advise that you have been granted a student visa»
YYYYEEEEAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!
ZAMBOMBA!!!!!
RECORCHOLIS!!!!!
UY ZURUNDUNDUI!!!!!!!!!
Tenía la visa. Me la otorgaron hasta agosto de 2011.
Salí del recinto y llamé a un par de amigos cercanos para contarles. Un vez más con otras puertas abiertas, las perspectivas cambian un poco.
Debo agregar que en este instante en que escribo esto, aún estoy ansioso. Es una gran noticia para mí, para las personas que me apoyaron e incluso para algunos enemigos que me estoy ganando ya.
Sin embargo – y que no suene a frases que algunas mujeres me dijeron -: Necesito tiempo. Tiempo para asimilar esto, para seguir aprendiendo y para decidir en dónde definitivamente quiero estar.
A la conquista!!!