Pasamos del continente Suramericano a Oceanía y aterrizamos en Sídney, Australia, tierra de canguros y koalas. Aunque para conocer estos animales, tuve que ir de visita al zoológico. Esta vez no diré que Sídney es la capital gastronómica de Oceanía, porque de ella me gustó todo, menos la comida.
Rodeada de bahías y árboles, Sídney está ubicada a orillas del océano pacífico en la Bahía de Jackson, capital de Nueva Gales del Sur. Desde el aire se puede ver cómo la ciudad ha crecido sin eliminar la naturaleza que la rodea. Gigantescos árboles y parques son parte del paisaje y las casas y edificios incorporan dentro de su estructura esta naturaleza.
Construcciones antiguas y modernas conviven en un mismo espacio, con distritos de negocios en diferentes puntos y hermosas áreas residenciales. Una ciudad más horizontal que vertical y un eficiente sistema de transporte. Aunque los locales se quejan del tráfico en la ciudad, en los ocho días que estuve ahí, no lo sufrí (MUY diferente de Bangkok, pero de eso más adelante). La gente es servicial y muy amable, llena de energía y positivismo. Conocí mucha gente haciendo cosas geniales y compartiendo felizmente cervezas con desconocidos (o sea, yo).
En su estructura, Sídney es una composición de distintas tribus compartiendo leyes y políticas. Cada barrio representa una forma de vida distinta de las otras, con sus propias reglas implícitas, tipo de gente, restaurantes, parques y estilos de vida. Barrios como Surry Hills representan el epicentro de lo ‘Hip’ y congrega a la comunidad involucrada en la tecnología y los ‘start-ups’. En los cafés de cada esquina estarás sentado junto a emprendedores o chicos que trabajan por conquistar sus ideas y convertirlas en empresas sustentables.
Darlinghurst es el barrio de las finanzas y los negocios. Gran parte de los edificios de oficina se encuentran en esta zona, pero también cuenta que una buena selección de locales para ir de shopping, bares y restaurantes. Darling Harbour tiene una amplia selección de restaurantes, pero a los locales no les gusta mucho la zona al considerarla ‘artificial’ y WoollooMooloo (Sídney tiene esas joyitas de nombres graciosos), con restaurantes más exclusivos y también donde Russell Crowe tiene su casa (no que sea importante, claro).
Después de la oficina, en Sídney se acostumbra el happy hour y los bares se llenan de gente que solo quiere gastar su sueldo en alcohol. De hecho, es conocido que los australianos tienen un ‘drinking problem‘, porque toman demasiado, aún en días laborales. Ellos no esperan al fin de semana, sea lunes o martes, ahí estarán en los bares. Las leyes de tránsito son estrictas, pero eso no ha logrado cambiar la cultura del alcohol.
Y claro, no se puede hablar de Sídney sin mencionar Bondi Beach, para mí la sobrevalorada playa de surfistas. Un verano en Bondi está lleno de turistas, mochileros o familias que quieren estar cerca de la playa, que no es muy grande, y costosos restaurantes con comida de poca calidad. Muy decepcionante para mi gusto, pero tal vez si tienes entre 18 y 24 años, soltera/o y con ganas de fiesta, ese es el lugar. Tal vez. El mar está lleno de surfistas buscando olas y en un día bueno habrá entre 100 y 150 compartiendo el espacio. En cambio está Manly, no tan conocida como Bondi y un poco a las afueras del centro de la ciudad, pero a mi gusto, mejor playa y menos concurrida.
Sídney, por lo tanto, es una gran ciudad que congrega distintos estilos de vida agrupados en sus propios espacios. Si vas a visitar, elige el barrio que mejor se ajuste a tus gustos y no te preocupes por los precios, porque igual va a ser caro donde quiera que vayas.
Compartí algunas pocas fotos que saqué con el teléfono aquí. La verdad que no he tenido tiempo de revisar y editar las fotos que saqué con una cámara de verdad, pero las publicaré más adelante.
Próxima parada en el Quietly Tour: Singapur.