La Ciudad Órbita de Los Supersónicos le queda chiquita. Hay tantas prohibiciones como habitantes, más chinos que en China y más limpia que… (no, no encuentro paralelo). Esta es Singapur, tal vez con un poquito de exageración, la ciudad- estado o isla-país que alberga a un poco más de 5 millones de habitantes y manejan por el lado derecho. Esta pequeña isla es su propia ciudad y a la vez su propio país, es decir, Singapur es una ciudad en una isla que es un país. Algo así como el Vaticano dentro de Roma. 

Después de ocho horas de vuelo en sentido noroeste desde Sidney, llegué a Singapur, la primera parada e introducción al Sudeste Asiático. Smooth Transition, como dirían los gringos, entrar a Asia por Singapur. El idioma oficial es inglés, pero el 61% de la población es de origen chino. De todas formas, en este país/ciudad se congregan gentes de todas partes del mundo y caminando por las calles se pueden ver las distintas culturas: los musulmanes con sus distintivos atuendos, los europeos tratando de pasar desapercibidos (pero nadie dijo que en Asia eran blancos, rubios, ojiazules), las africanos con vestimentas típicas, las indias con coloridas telas, los australianos superbronceados (después de pasar por Sidney he corroborado el estereotipo) y los asiáticos en general, que son ‘el común’. Y después está uno, el turista, mirando con la boca abierta las construcciones de esta gran ciudad cosmopolita, cruzando la calle por donde no debe y comprando la comida tan barata que se encuentra en los Hawker Centers. La arquitectura es de admirar y tiene edificios tan llamativos e impresionantes, que parecen de una ciudad del futuro, hasta contrucciones más simples, pero modernas igual.
Singapur es considerada una de las ciudades más caras del mundo y no es un mito. La relación precio-calidad en los hoteles deja mucho que desear. Consigues hoteles baratos, pero son un cuchitril de 1 metro cuadrado donde decides si duermes tú o la maleta. Los taxis tampoco son baratos y el MRT, el sistema de trenes y subterráneos, es la forma más económica de viajar, pero cada viaje está alrededor de 2 dólares singapurenses (la tasa de conversión es casi parecida con el dólar americano). Sin embargo, lo maravilloso es encontrar los Hawker Centers, esos sitios de comida que tienen puestitos uno al lado del otro vendiendo distintos tipos de platos: Thai, Chino, Malay, Indio o del Medio Oriente. Los platos se encuentran entre 2 y 4 dólares en los lugares sin aire acondicionado, y 4 y 8 dólares en los centros comerciales o food centers con aire acondicionado. Así que todo lo que te gastaste en el hotel, lo puedes recuperar comiendo barato por ahí.
Hay prohibiciones para todo, según lo que escuché: no venden chicles o goma de mascar, porque lo puedes tirar a la calle y ensuciar el piso; no puedes ensuciar el piso; no está permitida la pornografía y las leyes antidrogas son muy estrictas; no puedes hacer pis en un ascensor (?), ni cruzar la calle fuera de las cebras; debes bajar el inodoro después de usado y no puedes, por ningún motivo, pintar las paredes en las calles (no sé si para las casas hay que pedir permiso). Ok, convengamos que la mayoría de estas normas son de sentido común, a menos que tengas problemas urinarios y no puedas aguantarte sin hacer pis en un ascensor, pero cuando llegué a Singapur un taxista me dijo: «si ves un policía, tómate una foto con él, porque son una rara especie», así que me pregunto, ¿cómo es que hacen para pillar a la gente en el acto y meterla en la cárcel o ponerles millonarias multas? Los misterios jamás revelados, creo.
Los singapurenses y los habitantes de Singapur, son personas muy amables. Siempre intentan hacerte sentir bienvenido y enseñarte un poco de su cultura y su comida. Todos los expatriados y locales que conocí, resaltan la comida como uno de sus mayores fuertes y mi panza no podría estar más de acuerdo. Además la ciudad es tan limpia que da placer caminar por las calles o sentarse en un bordillo a robar internet de algún café (aunque según escuché, eso se considera hackear y también está prohibido). Incluso la autopista que conecta Downtown con Fusionopolis, está llena de árboles y verde por todas partes. Yo no me di cuenta que estaba en una autopista hasta que me fijé en el mapa.
Y aquí viene lo mejor: en Singapur NO hay crimen. Óyelo bien, ¡no hay! cero, zero, null, nada! Parece surreal, pero igual yo no probé a ver si lo era y tampoco tiré basura en la calle a ver qué pasaba. Si alguien lo ha hecho, que me cuente a ver qué pasó.
En fin, Singapur, epicentro financiero y una de las ciudades/países más avanzada en estructura y economía de Asia y tal vez del mundo, es también un poco aburrida. ¿A quién no le hace falta un poco de riesgo y aventura?
Compartí algunas fotos aquí y también pueden ir siguiendo el blog de fotos del viaje, o contactarme en @JoAnacronica.
Próxima parada en el Quietly Tour: Bangkok.