Esta sección finaliza el recorrido de la situación política de Haití. En los primeros escritos se expuso cómo el proceso independentista llevó a un lento momento de construcción del Estado, generando diversos problemas económicos y políticos que ayudarían a acrecentar la desigualdad social de los Haitianos, la extrema pobreza, y la formación de una élite cuyo único objetivo era cooptar el poder político por todos los medios necesarios, así fuera el derramamiento de sangre inocente.
Pasando por la dictadura feroz de los Duvalier, el actuar de los Estados Unidos, el silencio cómplice de los estados latinoamericanos, y el papel de Jean-Bertrand Aristide, se llega a dos puntos clave de la historia de Haití. Las operaciones de paz, y la turbulencia política en los años 2000.
Mantener la paz
Finalizando la Guerra Fría, el término “operación para el mantenimiento de la paz” empezó a utilizarse en la organización de las Naciones Unidas como un instrumento de ayuda en aquellas regiones que estaban presentando inestabilidades políticas y sociales, y que generaban una amenaza a la paz y seguridad internacional. Estas operaciones empezaron a localizarse en las regiones donde más se sintió la Guerra Fría, cuya característica especial no era la existencia de un conflicto entre países, sino el surgimiento de conflictos internos de larga duración y extremadamente violentos.
Se dio, así, el nacimiento de actores insurgentes ocasionando violaciones sistemáticas a los derechos humanos y ataques para debilitar a estados legítimos, produciendo un escenario de “nuevas guerras” como lo mencionaría la académica Mary Kaldor. Nuevas dinámicas que tienen como objetivo la guerra de desgaste, la erosión y pérdida de legitimidad del Estado, y nuevas identidades que buscan acceder al poder político y económico, arrasando los derechos humanos de la población civil.
Es este tipo de conflicto el que hace que países como Haití estén en la agenda de las organizaciones internacionales y las ONGs, para generar un proceso de recuperar y mantener la paz, la seguridad regional, y otorgar necesidades básicas a una población en condiciones de extrema pobreza. Sin embargo, si bien es cierto que se habla de un proceso de carácter humanitario, se sigue generando polémica con respecto a la efectividad y desarrollo de las operaciones. Incluso se genera el debate de si la acción de “mantener la paz” es el resultado de una buena voluntad, o un mecanismo de estrategia e intereses por parte de los Estados.
El primer despliegue
En septiembre de 1993 el Consejo de Seguridad de la ONU desplegó la primera operación de paz en el país, la Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH por sus siglas en inglés), con el objetivo de apoyar la modernización del ejército haitiano y, además, de crear una nueva fuerza de policía en ese Estado.
A la par de la modernización de las fuerzas de seguridad, resulta importante ver el actuar del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para mantener la paz. Mediante la resolución 940 de 1994, se creó una fuerza multinacional con el fin de permitir la salida de las fuerzas militares golpistas del país y restablecer el gobierno de Aristide.
Se determinó recurrir a todos los medios necesarios para poner fin al régimen ilegal en Haití y garantizar el retorno del presidente legítimamente electo. Es decir, se puede interpretar que el restablecimiento de la paz podía hacerse por intermedio del uso de la fuerza, por lo que los métodos “alternativos” (casi violentos) para lograr paz y seguridad, siempre han estado inmersos en la agenda mundial.
Cabe resaltar que la creación de la fuerza conjunta estuvo dirigida por tropas de Estados Unidos, junto con la participación de otros 28 Estados, que tenían el objetivo de garantizar la seguridad pública en el país. Una situación que también abría el debate de cómo se puede erosionar la soberanía de un Estado en escenarios de crisis política, y si realmente existía buena voluntad de estos Estados en buscar la paz, o solamente operaban por intereses estatales.
De esta manera, el hecho de que Estados Unidos estuviera involucrado de forma directa en el despliegue de tropas en Haití, llevó a que los golpistas abandonaran el poder. A raíz de lo anterior, y como ya se había estipulado previamente en la resolución 940, el Consejo de Seguridad le otorgó una prórroga al mandato de la UNMIH para que se desplegara nuevamente en el territorio.
Finales de los noventa
A finales de los años noventa se establecieron otras 4 operaciones para el mantenimiento de la paz. Los propósitos de estas misiones en Haití se centraban en proveer de asistencia al gobierno constitucionalmente legítimo, continuar con la profesionalización de las fuerzas armadas, propiciar condiciones óptimas para el desarrollo de elecciones y apoyar la creación de un nuevo cuerpo policial.
Es así que durante el periodo de 1994 a 2001, hubo varios avances en el proceso de reconstrucción del país, debido ampliamente a los aportes de cada una de las cuatro misiones. Sin embargo, en un plano sistémico, la situación seguía cada vez peor. Nunca se dio una reforma política y socioeconómica para los haitianos, debido a la incesante crisis política y falta de estabilidad interna.
El segundo gobierno
Jean-Bertrand Aristide vuelve a ser presidente para el periodo de 2001-2004. Sin embargo la situación interna se volvía insostenible. Por un lado, se empezó a formar un movimiento político anti-Aristide llamado Convergencia Democrática, formado por militares en el exilio, y aquellos que no quisieron participar de las misiones de paz, además de ciudadanos que veían dichas operaciones como un intento de atornillar a Aristide en el poder, y dejar endeudado el país.
Por otro lado, se empezó a conformar lo que el historiador Justin Podur llamó como la insurgencia paramilitar. Grupos de exmilitares empezaron a cometer atentados a estaciones de policía y guarniciones militares. Asimismo, estos grupos empezaron a formar milicias urbanas en los barrios pobres de las ciudades, con el fin de someter a la población, y de demostrarle a Aristide que era incapaz de proveer seguridad y protección a su gente. Era normal que, cada vez que existía una protesta, estos grupos cometieran masacres.
Giro a la izquierda
Ahora bien, un punto clave para que existiera una fuerte oposición y alzamiento paramilitar, fue el hecho que Aristide empezó a identificarse con el “giro a la izquierda” que había en América Latina. El acercamiento con el entonces Presidente Hugo Chávez, y el restablecimiento de relaciones con Cuba, fortaleció el discurso de la oposición y de los paramilitares sobre la idea de un posible Haití socialista. Por su parte, Estados Unidos tampoco vio con buenos ojos el acercamiento de Aristide a Venezuela. La figura de Chávez en la isla generaba un sentimiento de odio a los norteamericanos, y rechazo a las operaciones de paz.
En el plano interno, las políticas sociales y económicas no eran aceptadas en el parlamento y el ambiente político comenzó a agitarse. La oposición, cada vez que podía, bloqueaba cada acción que pretendía ejecutar Aristide en el legislativo. Por su parte, la población civil empezó a desaprobar y desconfiar del gobierno, ya que las promesas de mejorar la seguridad y las condiciones de vida de las personas no se estaban viendo reflejadas.
En medio de la crisis política y social, un grupo grande de miembros del movimiento político Lavalas, se levantaron en armas para defender a Aristide y combatir a los paramilitares, pasando por encima del ejército, de las operaciones de paz y de la nueva fuerza policial. Pero, al igual que los paramilitares, los sublevados Lavalas cometieron actos en contra de la población civil.
La rebelión de 2004
A comienzos del año 2004, las fuerzas paramilitares de nombres RAMICO y el ‘ejército caníbal’ organizaron una rebelión en la ciudad de Gonaïves, controlando la zona norte del país y amenazando con movilizarse a la capital. Estos hechos llevaron a que el 29 de febrero de 2004, el presidente Aristide dimitiera y abandonara el país, dejando a Boniface Alexandre como presidente interino, y quien solicitó la intervención de la Organización de Naciones Unidas para estabilizar la situación en el Estado.
Mientras tanto, las fuerzas paramilitares cometieron masacres a todos los miembros de los Lavalas y a todo aquel que sintiera afinidad por el movimiento en el norte del país. Para someter a la población, mutilaban los cuerpos y los dejaban en las calles. Estos actos de barbarie solo demostraban que el factor del miedo ha sido el instrumento político principal para estos actores insurgentes que solo anhelaban obtener el poder político en Haití.
Así pues, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decidió autorizar, a través de la Resolución 1529, el despliegue de la Fuerza Multinacional Provisional (FMP) por un plazo de tres meses, con el objetivo de establecer un ambiente de seguridad y estabilidad en el país, a través del control del orden público y la protección de los Derechos Humanos. No obstante, el propósito principal de la FMP era consolidar un escenario propicio para el despliegue de una misión de las Naciones Unidas de mayor envergadura.
MINUSTAH
La situación caótica de Haití hizo que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, por sus siglas en inglés) a través de la resolución 1542. Se trataba de una operación con una alta contingencia civil y militar, que pretendía, por medio del uso de la fuerza, estabilizar la situación política, económica y social de Haití.
A su vez, MINUSTAH creó un Programa de modernización del Estado y fortalecimiento de las instituciones democráticas, que buscaba generar respuestas efectivas a los mayores desafíos que tenía el país (falta de cohesión política, el tema de la seguridad, y el constante deterioro de las condiciones sociales de educación, vivienda y salud).
El control del orden interno por parte de la operación hizo que las fuerzas paramilitares se replegaran y los grandes cabecillas fueran arrestados y enjuiciados por sus crímenes. Durante los años 2006 a 2010 se produjo un sentimiento de estabilidad, por lo que el presidente encargado René Préval, inició un proceso de recuperación económica y social.
Cabe resaltar que, entre los protagonistas de la operación de paz, estuvieron Brasil, Argentina y Chile, ya que Estados Unidos decidió abstenerse de participar militarmente en Haití. Un hecho sin precedentes, y que generaba el mensaje de que la recuperación haitiana debía estar a cargo de los países latinoamericanos. Por supuesto, dichas participaciones se vieron con doble intención, ya que los intereses de los países más allá de lo humanitario, también eran los de buscar posicionamiento a nivel internacional, profesionalización y modernización de ejércitos, o el de mejorar las relaciones con Estados Unidos, como fue el caso de Argentina, que buscaba, de cierta manera, renegociar su desbordada deuda externa.
2010 a la actualidad
Después del terremoto del año 2010 que dejó devastadas las principales ciudades, incluyendo Puerto Príncipe, se generó un lento proceso de reconstrucción y ayuda humanitaria. Como lo reconoció Jeffrey Sachs en una entrevista, el problema central era que los programas sociales y de recuperación de infraestructura quedaron incompletos. La falta de rendición de cuentas generó un ambiente de recursos perdidos, inseguridad, y una sociedad civil desesperanzada.
Este escenario es el que debió enfrentar Michel Martelly, el segundo presidente elegido democráticamente en el año 2011. Una persona que se mostraba como alternativa diferente de la política tradicional haitiana, y que resultó ser aliado de la dictadura de los Duvalier. En su gobierno volvió a resurgir la amenaza paramilitar, y los programas sociales nunca fueron implementados al 100%. Su sucesor, Jovenel Moïse, el actual presidente de Haití, se considera como la persona que generará otro punto de sublevación, ya que la sociedad civil está cansada de tantas décadas de miseria, y pretende derrocar al gobierno por medio de la violencia y el caos.
El futuro de Haití, por más turbulento y cruel que pueda ser, debe estar pensado en torno a la base de cómo reparar el tejido social azotado por la extrema pobreza y la violencia. Ahora, con la iniciativa existente de las intervenciones extranjeras en la región, por la situación de Venezuela y Nicaragua, se debe pensar en los intereses estatales que contienen estas operaciones, para que no ocurran escenarios catastróficos. ¿Serán las operaciones para el mantenimiento de la paz la solución para nuestra seguridad regional? ¿Necesita Haití otra operación militar teniendo en cuenta los resultados del pasado?