Una de las características del lenguaje escrito es que tiene vínculos estructurales e innegables con la lengua vernácula, o habalada. El lenguaje es un sistema en tensión y transformación constante que necesita de sus hablantes para subsistir.

Instituciones, escritores y una amplia gama de personas luchan por mantener las normas de la lengua. Por ello, por ejemplo, la primera persona del singular en presente indicativo no «solda», sino que «suelda». Por eso, la primera persona del singular en presente indicativo no «conta», sino que «cuenta».

Todx es una palabra que he visto aparecer varias veces en comunicaciones escritas que intentan –sin lograrlo– ampliar la lengua y hacerla más participativa e incluyente. Todx, amigx, compañerxs, dicen quienes las usan y las acuñaron en primer lugar, son variaciones de una lengua que nos ha impuesto el masculino como plural neutro y que necesita un cambio sistemático. Sin embargo, ¿cómo hacen aquellos que así escriben para pronunciar su creación?

Es cierto que ha habido escritores como Burroughs quienes afirmaban que el lenguaje era un virus y que era imperativo deshacerse de él. No obstante, el lenguaje cambia, y que la discusión sobre si el lenguaje es o no una forma de esclavitud o de opresión es más bien o abstracta o filosófica, antes que práctica, pues al final de cuentas lo que los seres humanos deseamos es poder comunicarnos y por ello no podríamos dejar a un lado el lenguaje sin dejar, de alguna manera, de ser seres sociales. Al mismo tiempo, ninguna lengua sin hablantes puede sobrevivir. Es decir, es una relación interdependiente.

Sin embargo:

¿Por qué el masculino es el plural para femenino y masculino?

¿Por qué hay palabras masculinas y femeninas?

¿Quiere decir aquello que, por ejemplo, silla es una palabra femenina porque la gente usa las sillas para sentarse y por lo tanto el género de la palabra es una forma cuantificable de la opresión que han sufrido las mujeres?

¿Quiere decir que la palabra negro no ha sido utilizada para excluir y marginar a un grupo de la población?

En mi opinión, ambas son incorrectas. No hay  forma de decir que el lenguaje no puede llegar a ser, o ha sido incluso, una forma dre control utilizada por la sociedad, los gobiernos y hasta por las personas más cercanas. Por otro lado, palabras como negro sí han sido usadas para excluir y marginar. Ahora bien, un extremismo y una aproximación demasiado descabellada es declarar que silla es femenina porque está hecha para sentarse.

Sin embargo, ante la discusón de «cómo hacer el lenguaje más incluyente» creo que la respuesta «hacerlo impronunciable» (con el uso casi irónico de la x) no enfrenta el problema sino que crea otros que distaen y que no logran entender la cuestión de género y su vínculo con la lengua.

Para algunos la respuesta a esta intrincada discusión está en utilizar el plural femenino o masculino indistintamente. En el caso del género no binario o género desconocido, algunos activistas han propuesto el uso de elle para singular y elles para plural. Pero aquello no es de extrañar, pues en español es correcto decir «le aprecio», como podría ser «la aprecio» o «lo aprecio». Algunos también comentan cómo en Sueco se agregó hen para neutro, pronombre que no existía antes de 2015. Los detractores de esta iniciativa, sin embargo, argumentan que en español ya se tiene un neutro, ello, por lo que el elle es innecesario. Adicionalmente, los mismos detractores señalan que el masculino plural asimila ambos géneros convirtiéndose así en un plural neutro. Intentar cambiar una consonante por una vocal, en este caso específico en vez de visibilizar la problemática de género, la hace invisible, la hace desaparecer.

Quizás alguno dirá todas y todos indiscriminadamente. Probablemente otro dirá todas refiriéndose a un grupo compuesto por personas de género diverso. Otros dirán todes. No sé cuál sea una aproximación adecuada. Pero nadie pronunciará todx. Nadie podrá gritar todx. Todx no es social, no es revolucionario, no es lengua.

Ese lenguaje que busca la igualdad y la inclusión debe poder escribirse, hablarse y gritarse. No puede ser, bajo ninguna circunstancia, impronunciable.