Empieza marzo y con él llegan las muchas celebraciones que los caballeros nos preparan por el simple hecho de existir. El 8 de marzo, en los noticieros matinales, sonará la canción de Ricardo Arjona y en las oficinas unas rosas envueltas en plástico transparente con corazones rojos acompañarán a los mariachis que abrirán su repertorio con ‘Mátalas’, una canción sobre el amor romántico que invita a comprar peluches y flores para “disfrutar de sus placeres”.
Y aunque la invitación del Potrillo es a “matar con una sobredosis de ternura”, sí debería ser un contenido a recoger teniendo en cuenta que a las mujeres nos matan todos los días por razones de género. Según el informe Vivas nos Queremos del Observatorio de Feminicidios en Colombia, de enero a noviembre de 2019 se registraron 520 feminicidios, el 15 % de estos casos por su compañero permanente o un ex.
Citar el informe Vivas nos Queremos se hace necesario en un país donde casi a cinco años de promulgada la ley del feminicidio la justicia no ha sabido tipificar bien este crimen y los funcionarios no tratan los casos como tal. Una prueba de eso son los datos de este mismo hecho en 2018 (la data oficial de 2019 no ha sido liberada): según el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 960 mujeres fueron asesinadas en Colombia, 73 de estos casos fueron catalogados como feminicidios. Sin embargo, el Observatorio de Feminicidios de Colombia señala que solo entre noviembre y diciembre de ese mismo año esta cifra fue de 81, una diferencia nada despreciable.
Pero en Colombia, el único peligro al que nos enfrentamos las mujeres no es al feminicidio. El último Boletín Epidemiológico de Medicina Legal revela que 11.611 mujeres fueron víctimas de violencia machista en alguna de sus representaciones. Es importante tener en cuenta que esto no habla de los casos que no generaron heridas físicas como la violencia psicológica o la patrimonial, así como las distintas formas de acoso a las que nos enfrentamos todas por el solo hecho de caminar en la vía pública.
Dicho esto, es pertinente cerrar diciendo: el 8 de marzo no es “la excusa perfecta para honrar la creación más hermosa de Dios”. Es una conmemoración a la lucha de las mujeres trabajadoras que perdieron su vida exigiendo mejores condiciones laborales, es el día para visibilizar la desigualdad estructural y las barreras a las que nos enfrentamos todos los días para ejercer plenamente nuestra ciudadanía. El 8 marzo es la oportunidad que tenemos para denunciar que nos están negando el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, que cobramos menos que los hombres por el mismo trabajo, que pagamos de más por productos que cumplen funciones iguales pero que son rosados y por eso cuestan el doble.
Coda: hace un año un ex compañero de trabajo escribió, muy abatido, que se sentía mal porque no sabía cómo actuar el 8 de marzo. Aquí se lo respondo a él y a todos a quienes este tema les confunde: no hagan nada. Nosotras estamos en pie de lucha y no les necesitamos, no estamos solas, nos tenemos entre todas.