La división sexual del trabajo no es un fenómeno novedoso, en textos milenarios se encuentran referencias de hombres que salen a trabajar mientras las mujeres se quedan en la casa bordando, cocinando y encargándose del bienestar de quienes lo necesitan. Sin embargo, la discusión sobre los trabajos del cuidado es algo reciente, y ha sido hasta hace muy poco un tema del que hablamos solo las mujeres.
Este año llegó la pandemia y con ella el confinamiento, que prometía ser una oportunidad para que los miembros de las familias se dieran cuenta de lo que implica tener una casa en pie. “Jamás nos volverán a preguntar que hacemos durante todo el día”, se leía en las redes sociales de las amas de casa, seguras de que con la cuarentena llegaría la comprensión y la reivindicación de las tareas del cuidado.
Aunque esto ha pasado en cierta medida, el involucramiento de los hombres en este tema ha llegado con un tufillo de condescendencia que se encuentra con el machismo en un abrazo que parece indivisible. Un ejemplo de esto es la columna de Héctor Abad Faciolince, publicada el 18 de Julio llamada Las jefas del hogar. En este texto, que empieza con un listado aleatorio de libros, habla de ser jefe de hogar como una tarea que es digna de hombres, pero que las mujeres asumimos como consecuencia de la desdicha.
Así entonces, menciona a sus hermanas y su expareja educando solas a los hijos como si la única forma de ejercer como jefe de un hogar es eliminando al hombre de ese panorama, específicamente se refiere a “mujeres que viven juntas y conforman un núcleo familiar”. Acto seguido, pasa al complemento de la desgracia, la otra cara de la moneda de la soledad femenina: hombres que desaparecen a manos de la violencia, la depresión o la crisis de la mediana edad. Siempre ellos yéndose, y nosotras quedándonos en la casa.
En medio de todas las dualidades y conflictos que llegan con el feminismo, tengo una única certeza: la igualdad de género no va a ser una realidad mientras los hombres no se involucren. Sin embargo, para aportar no es suficiente descargar ideas sobre un teclado, es necesario tener un poco de trabajo intelectual de fondo.
Escribir sobre asuntos de género es algo que debe tener el mismo rigor que cualquier texto de ingeniería o medicina, sobre el tema hay debates y teóricas que están allí, listas para ser consultadas y aclarar cualquier tipo de duda. No puede ser que percibir el cambio social que ha llegado con nuestro empoderamiento resulte en columnas que hablen de nuestra capacidad de poner a funcionar el mundo como si fueran el resultado de las masculinidades frágiles.
Lograr una sociedad igualitaria es responsabilidad de todos los géneros, contarla también. Ojalá muy pronto, quienes tienen un poco más de voz, se comprometan a hacerlo con más rigor e investigación, y con menos anécdotas de señorones pasados de los 60 descubriendo la copa menstrual.