El nombre italiano Marcos Coll, esconde en realidad mucho del viejo continente y revela bastante de América Latina. Elías Coll, aquella tarde podía dar excusa del sudor que nacía en su frente y repasaba luego una línea vertical sobre su mejilla. En esa oportunidad, no era el calor de 40 grados mezclado con la humedad que se levantaba por el Mar Caribe sobre la ciudad de Barranquilla, Colombia. Eran los nervios que se agudizaban con cada grito de la señora pujando con fuerza sobre la inestable camilla que se movía siempre de su lugar. Era la angustia de oír gemidos sin cesar del pequeño mulato que no terminaba todavía de salir del vientre de su madre; una de las razones por las cuales el señor Coll, no lograba controlar el sudor que ya hacia metástasis en las palmas de sus manos.

Elías Coll, ya con familia, se convirtió en apostador. No de bares ni de casinos; más arriesgado pero común aún, se hizo apostador de oportunidades. Decidió abandonar digamos que un esporádico trabajo por pretender conquistar una mejor vida para su mujer Emelina y sus hijos.

-Voy a ser juez, negra.

-Ni abogado eres -desconfió Emelina-.

-¡Ese juez no!

-Entonces, ¿uno de mentiras? Deja de jugar –empezó a preocuparse la señora-.

-Pues sí, voy a estar en un juego, pero no…

-Por favor, Elías –lo interrumpió bruscamente ella-.

-Por favor tú, Negra. Confía en mi.

Era tarde de domingo, el tercero de agosto de 1948. Sin pericia y sudando como en el nacimiento de Marcos, Elías se llevó el silbato a la boca y con un soplido intermitente y débil, hizo dar inicio al primer partido de fútbol profesional en Colombia. De esta manera, Coll se posó en los libros de registros como el primer juez o árbitro central en la historia del fútbol cafetero. Para los hombres existen centenares de títulos o logros comparables, muchos además, alcanzables o superables. Sin embargo, las agallas de éste apostador, lo habían convertido a él y a su orgullo, en el primer personaje en la historia de su país en bautizarse como árbitro de fútbol. Galardón, o más bien, motivación para su ego que nunca nadie le podrá arrebatar. Un título menor, pero indispensable para alimentar de pundonor la mente de un hombre necesitado.

El pequeño Marcos, crecía encantado en el entorno futbolero en el que se desenvolvía su padre. Alentado a descubrir caminos diferentes por él mismo, decidió hacerse jugador de fútbol a los 17 años de edad. Pasaron varios años, y el Coll que se reconocía ahora entre los fanáticos era Marcos Coll.

En 1962, Colombia clasificó por primera vez a una Copa Mundial de Fútbol. El campeonato se llevó a cabo en Chile y el paso del equipo cafetero por tierras australes fue efímero y precoz para el éxtasis de sus seguidores. Tan sólo 8 días duró la competencia para Colombia, que tras un paseo exprés, recibió 11 goles y logró un único punto. A pesar de los malos resultados, no todo fue gris para el principiante país sudamericano; el punto logrado fue en un sensacional encuentro disputado ante la entonces poderosa Unión Soviética, que contaba con uno de los mejores arqueros que se ha visto en la historia: Lev Yashin, también conocido como la Araña Negra.

Marcos Coll cobrando el tiro de esquina. Fuente: Goal

El partido arrancó y a los 11 minutos jugados, Colombia ya perdía 3-0. Lo único que tranquilizaba a los sudamericanos era que con el paso del tiempo no se había recibido un cuarto gol en contra. De repente, un gol de Colombia, el marcador 3-1. ¡Vaya sorpresa! Como era de esperarse, 4-1, la Unión Soviética demostró que lo anterior había sido una leve falta de concentración. El encuentro, lejos de ser uno parejo, emocionante y disputado, llegó al mejor momento de su nudo: tres pasos atrás, sin hacer pausa y con el mismo impulso del cuerpo en movimiento, tres pasos adelante. La pierna derecha de Marcos Coll funcionando como péndulo, encontró el balón que descasaba en el semicírculo del banderín de esquina. La pelota se levantó, no como compañeros y rivales esperaban. Una pelota a media altura que no parecía buscar cabezazo, voló tímidamente y botó pronto en el área chica, a escasos metros del arco de Yashin. Después de botar por primera vez y con el efecto que Coll, apropósito o sin querer, le había dado a la bola, ésta se metió de manera sorpresiva e inadvertida en el arco. 4-2.

Ahora si, ¡Vaya sorpresa! Gol olímpico.

Gol olímpico de Marcos Coll. De negro observa «La Araña Negra». Fuente: Goal

Nunca antes visto en una Copa del Mundo. El primer gol olímpico en la historia de la competencia lo hizo Marcos Coll. El barranquillero, que como su padre, fue un cazador de reconocimientos inmejorables, y ahora, alzaba su apellido luciendo y tentando la inmortalidad del tiempo ante el mundo entero. Como Elías, su nombre se escribió como el primero en una lista. Y mejor aún: como primero y único, hasta la fecha.

El partido terminó con un empate a cuatro goles, donde el mayor regalo para el país, fue el Coll de Colombia.

 

Diego Hernández Losada.

@diegoh94