En Londres, no muy lejos del Palacio de Buckingham, más cerca aún del Big Ben y a escasas cuadras del Támesis, hoy, en Long Acre Street se mantiene Freemasons. La taberna donde en 1863, se reunieron representantes de cada uno de los juegos practicados en aquella época en Inglaterra, con el fin de unificar unas reglas para poder competir.
Fueron doce estudiantes quienes se sacaron sus abrigos y fueron posando papeles encima de una mesa mientras el cantinero repartía las cervezas. Las posturas empezaron a volar en la conversación, iban y venían, no se lograba llegar a un consenso, empezaba a hacer calor.
–¡Más cerveza, cantinero!
Los bandos estaban claramente divididos, por un lado estaban los jóvenes que, liderados por la Universidad de Cambridge, querían suprimir el uso de las manos, anular los empujones y castigar las zancadillas. Del otro lado de la mesa, los de la Universidad de Rugby apostaban por un juego de mayor contacto, donde los pases con las manos y la entradas con fuerza, serían el mayor atractivo del espectáculo.
No se encontraba una solución, ni siquiera un punto intermedio donde la satisfacción encantara a los estudiantes.
De forma revolucionaria, los hombres de Cambridge junto a su séquito, en un acto libertador, cortaron las ataduras morales que los unían a Rugby en un intento por encontrar un acuerdo. Un nuevo sorbo de cerveza, una mano en los bigotes para limpiar la espuma y una oferta final sobre la mesa:
–¿Se unen o se salen?
Los de Rugby, empeñados en querer mantener sus tendencias en el juego y haciendo caso a sus preferencias y orgullo, declinaron la egoísta invitación. Fue así como, finalmente, las dos escuelas decidieron separarse para cada una desarrollar lo que tenían planeado.
Los hombres de Cambridge ya llamaban a su práctica football, debido a la particularidad que los distinguía con respecto a los de Rugby: el uso de los pies durante el juego. Esa misma tarde, que ya era más bien noche, los mismos pioneros del deporte, se preocuparon por crear de inmediato una asociación que controlara el juego y sus reglas. Así nació entonces la Football Association (FA), entidad que se mantiene vigente hasta la fecha y que regula el fútbol inglés.
En la Inglaterra que conocemos, nació el fútbol y su primo menos hábil con los pies, el rugby, que pocos años después de aquella reunión en Freemasons, también se formalizó con la Rugby Union. En universidades y colegios eran los juegos más practicados. Niños andaban con pelotas por todas partes y trabajadores detenían sus labores para entretenerse en el juego. Los deportes se hicieron sumamente populares. En las jergas –tanto de jóvenes y señores– se viralizó Rugger como apelativo de Rugby. Mientras que en la ribera de los de Cambridge, se compuso –extrayendo de Football Association «socia» y añadiéndolo al sufijo «er»– el folclórico y siempre contemporáneo término Soccer.
Foto: londonunveiled.com
Diego Hernández Losada.