Es común que a finales de diciembre nos asalte la pregunta: ¿qué te quedó del año? Yo misma me la he estado haciendo este mes, tal vez en busca de algo más optimista. Pero la verdad es que este año he perdido mucho y atravesé varios duelos. Igual que les pasa a muchas personas a mi alrededor.

¿Qué es el duelo?
El duelo es el proceso humano de dolor y adaptación ante la pérdida. Es natural, pero difícil. Duele perder, y ese dolor es visceral. No solo perdemos con la muerte; también hay ausencias que representan una verdadera muerte; un estado de salud puede convertirse en una enfermedad y eso conlleva dolor; una ruptura es un duelo, perder una mascota, un empleo, etc. Cada una de estas situaciones implican perder una realidad que antes conocíamos y crear una nueva. Algunas de las reacciones asociadas al duelo incluyen ansiedad, preocupación, irritabilidad y tristeza. Usualmente los síntomas empiezan a disminuir después de al menos 6 meses desde la pérdida (Lundorff et al., 2019)

 

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¿Ahora por qué duele tanto?
El modelo del procesamiento dual del duelo propone que ante la pérdida todas las personas estamos entre un sistema de pérdida y otro de restauración. Algo así como un péndulo de un lado hacia otro. En el primero, orientado hacia la pérdida, lo que experimentamos es añoranza del pasado, sobre pensar acerca de la pérdida, y darle lugar a las emociones y pensamientos que surjan sobre el duelo (Strobe y Schut, 1999). Aquí sentimos mil emociones tan intensas que pareciese que jamás fueran a parar.
En el segundo, orientado al afrontamiento las personas buscamos adaptarnos a una vida sin este ser querido: organizar un funeral, guardar cosas de la casa, o replantearnos a largo plazo un proyecto de vida sin este ser. Cada proceso es distinto a otro y esto genera estresores adicionales para quienes vivimos una perdida (sí, aparte de aceptar que esta persona no está más en nuestra vida tenemos que pagar facturas e incluir nuevas actividades). Duele tanto porque no estamos acostumbrados a vivir una muerte y tampoco a afrontarla (no es que esto se aprenda en el colegio, así que tengamos paciencia).

La unicidad del duelo

La muerte es irreversible y universal. Pero sobre todo, posee una cualidad y es que es una experiencia única. Es distinto imaginar cómo será vivir sin alguien, que estar frente a las cosas que dejó, sintiendo cómo ninguno de esos objetos tiene el mismo sentido que antes. Así se siente la soledad: es diferente a pronunciarla o imaginarla. Antes de vivirla, creemos que será más fácil de lo que realmente es.
La muerte no es solo el estado final de las cosas. Es el proceso que nos lleva a ese estado: son todos los días en los que nos despertamos sabiendo que nuestra vida se ha transformado. Vivir la muerte de otros es, curiosamente, caminar sobre los escombros de lo que dejaron. No es sencillo hacerlo, ni contárselo a quienes nos rodean, pues, por más que intenten entenderlo, pocas veces logran acercarse a nuestra experiencia.

Incluso porque culturalmente, son pocas veces las que hablamos de la pérdida sino hasta que ocurre. Esa fue una de las primeras preguntas que planteamos en noviembre, junto a otros curiosos asistentes que como yo, fuimos a un conversatorio sobre muerte y literatura infantil, dirigido por Mónica Giraldo, psicóloga y tanatóloga (Idartes), junto a las amables libreras y directoras de Babel Casa Libros. Les contaré como a partir de algunos libros ilustrados para niños sentí mejor representada mi propia experiencia de duelo y después de esto, les daré algunas recomendaciones que surgieron de esa reflexión y de la psicología clínica.

Duelo y literatura infantil

Ante nuestro cuestionamiento de por qué los adultos no hablamos de la muerte —ni en su sentido literal, ni cuando terminan proyectos o relaciones—, una de las libreras respondió: “La literatura infantil se da varios permisos”. Y es cierto. Descubrí que, aunque los adultos no hablamos del tema con los niños (ni entre nosotros), la literatura sí lo hace, mostrando lo complejo de las pérdidas.
Uno de los primeros libros que compartió Mónica describe cómo, después de la muerte de su madre, una niña camina junto con el vacío que ella dejó a su lado: para comer, dormir, hacer la tarea juntas. El vacío es pesado, pero poco a poco se va volviendo más liviano, hasta que la niña aprende a vivir con él.
Pensé que, en cierta forma, nos han contado mal la historia: las personas no se van de nuestras vidas llevándose todo consigo; dejan un gran vacío, representado junto a los objetos, lugares, actividades, planes que hacían con nosotros. Lo cotidiano es donde la vida habita y se expresa. Y cuando esas personas ya no están, la forma en que habitamos lo cotidiano duele y pesa porque nos acostumbramos a vivir algo que ya no regresará.
Otro libro que leímos que caracteriza esto, y que pueden encontrar en la librería Babel, se llama Un hueco (2015) de Yael Frankel. En él, una niña que está atravesando un duelo comienza diciendo: «Ella se fue y se llevó algo mío. Me dejó un hueco ¿y ahora? Trato de llenarlo. Tratan de llenarlo».
El libro ilustrado muestra cómo la niña intenta llenar el hueco en su cuerpo con agua, objetos y personas, pero no lo logra. Ninguna ausencia puede llenarse, porque lo que causó el hueco ya no está. ¿Cómo vas a llenar el pasado si ya no existe? ¿Cómo vas a llenar un vínculo con otro, si cada uno es distinto? Este hueco desafía la idea superficial de que lo que amamos puede ser reemplazado. Nos recuerda que los demás dejan una huella en nosotros y viceversa, aunque nos empeñemos en intentar borrarla.
Finalmente, Mónica compartió El corazón y la botella (2010) de Oliver Jeffers. Es una historia sobre una niña que, después de perder a un ser querido, decide guardar su corazón en una botella para no sentir más tristeza. Al principio, esto la hace sentirse mejor, pero poco a poco deja de maravillarse con el mundo: el mar, las estrellas, las preguntas que antes la inquietaban. Con el tiempo, la botella se vuelve cada vez más pesada.
Recomendaciones para transitar mejor la pérdida
No podemos sentir la pérdida al mismo tiempo que la afrontamos. Más bien alternamos siempre entre el dolor que sentimos por la pérdida y la adaptación a esta pérdida (Stroebe y Schut, 1999). Esto quiere decir que tanto entristecernos, angustiarnos o tener insomnio hace parte del duelo. Así como, ir incluyendo nuevas rutinas y actividades.
Aquí van algunas recomendaciones que, inspirada en la literatura infantil he aprendido para la vida adulta:
1. No importa cuántas veces hayas vivido un duelo, cada experiencia es diferente. Cada pérdida implica un nivel de compromiso distinto, un momento diferente de la vida y una versión nueva de ti mismo. No es lo mismo perder un trabajo cuando estás comenzando tu carrera que cuando ya tienes experiencia. No es lo mismo perder a un amigo en la primaria que hacerlo cuando estás solo en otra ciudad. Ninguna pérdida es igual, y todas tienen un valor único. Evita comparar tu reacción de un momento respecto a otro porque solo es darte látigo. Y, al menos, intenta abrirte con compasión a que este momento es distinto y más difícil porque tú también eres diferente.
2. No evites el dolor porque siempre volverá. La evitación del dolor es como tratar de hundir un flotador bajo el agua: siempre vuelve con más fuerza. Si intentas reprimir tus emociones, el dolor no desaparece; solo se acumula. No te culpes por lo difícil que está siendo. Llora, grita, escribe, comparte tus sentimientos. Cuando la herida sangra, eventualmente dejará de sangrar. Si decides evitar el dolor por un tiempo, está bien. Solo no te escondas detrás de distracciones como el trabajo o nuevas relaciones sin profundidad.
3. No hay fórmulas mágicas: date la oportunidad de conocerte. Ahí, donde duele, está la oportunidad de conocerte. ¿Qué te dice el dolor? ¿Por qué te afecta tanto? Abre la puerta a ese dolor, porque solo entendiendo por qué te duele, podrás aprender de él y empezar a sanar. No te apresures a buscar soluciones externas. Tómate el tiempo de comprender tu proceso, porque el duelo es algo muy personal.
4. Los seres queridos y los hábitos son un piso al que aferrarse. Aunque suene a lugar común, los hábitos realmente ayudan. Cuida de ti mismo: come bien, duerme bien, haz ejercicio y busca nuevas actividades. Es cierto que habrá días en los que no puedas. Está bien. Pero trata de tener un piso de certezas en medio de la incertidumbre. En el camino, conocerás nuevas personas y aprenderás de ellas. Este año, comencé a dibujar y a escalar, y he conocido a personas increíbles que me han mostrado nuevas versiones de mí misma. Escucha a tus amigos y seres queridos. Quienes te conocen y quieren te hablarán con honestidad y te pedirán que cambies tu perspectiva si lo creen necesario. Aferrate a esos buenos amigos y familiares quienes comprenden tus errores con compasión y te dan la oportunidad de cambiar sin irse. El amor está en muchos lugares y ese es otro piso sobre el que caminar sin tambalear. 

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5. Perder es una experiencia de aprendizaje, no de estancamiento.
Le dije a uno de mis pacientes hace poco “Es bien conocido que el amor se transforma, lo maravilloso del dolor es que también lo hace”. Con el tiempo, el dolor se irá transformando. Lo que te dolía profundamente un día, quizás te cause menos angustia. Habrá días en los que repasarás lo sucedido, tratando de organizarlo. Un día, al contarlo de nuevo, lo harás con menos emoción y sin que te duelan las reacciones de los demás. Eso es transformación. Incluso podrías encontrarte en una situación similar que antes te molestaba y, ahora, abordarla con más compasión. Eso muestra que has cambiado. Te aventurarás en lugares que antes evitabas, probarás nuevas cosas, conocerás a nuevas personas y, aunque el dolor siga allí, ya no serás la misma. El dolor no fue en vano, porque lo enfrentaste y, al hacerlo, creciste. Quizás esos cambios que esperaste durante años ocurran de repente, e irónicamente, una nueva versión de ti mismo te saludará en medio de la pérdida: alguien más flexible, más compresivo, más compasivo, más creativo. A veces perder, también es ganar.

Bonus track:

Si necesitas estar solo o sola para llorar y sentirte mal, está bien. Si necesitas tiempo a solas para hacer otras actividades también está bien. Solo recuerda ser paciente y compasivo. No evitar la realidad pasa por sentir. 

Si tú o alguien a quien conoces está pasando por un duelo y necesitas acompañamiento psicológico no dudes en escribirnos/seguirnos: Instagram: psicoelemental_col o @margaritavillotab
Y, por favor, si les gusta la literatura infantil tanto como a mí, sigan a Casa Babel Libros y visiten su maravillosa librería (Calle 39a 20-55) .

Referencias
Lundorff, M., Thomsen, D. K., Damkier, A., & O’Connor, M. (2019). How do loss- and restoration-oriented coping change across time? A prospective study on adjustment following spousal bereavement. Anxiety, Stress, and Coping, 32(3), 270–285. https://doi.org/10.1080/10615806.2019.1587751
Stroebe, M., & Schut, H. (1999). The dual process model of coping with bereavement: Rationale and description. Death Studies, 23(3), 197–224. https://doi.org/10.1080/074811899201046