El hecho de imaginar que sería famosa la alejaba de la idea de ser actriz. Contrario a lo que muchos podrían pensar, Marcela Benjumea no soñaba ser como su padre, un personaje tan popular con el que era imposible compartir planes que no incluyeran una multitud pidiendo autógrafos, fotos, o al menos un saludo.

De Carlos, “El Gordo” Benjumea, heredó el talento pero no su carisma, no su desparpajo social ni la paciencia ante los espontáneos admiradores que se acercaban por docenas en las calles. Ella ha sido siempre la que es ahora; una mujer que prefiere la soledad de su casa en las afueras de Bogotá y que disfruta más la compañía de sus perros que de quienes asisten a esos eventos sociales y faranduleros a los que le ha huido.

Su carrera no la construyó con sonrisas fingidas ni acercamientos hipócritas que le abrieran las puertas a medias. Ella las supo abrir de par en par a punta de talento, credibilidad y el carácter que la ha definido como actriz. Carácter que no se aleja mucho del de sus personajes, siempre profundos y complejos, con personalidades que han generado recordación en parte por los rasgos que crean los libretistas y que ella recibe en obra gris, pero sin duda también por los colores con los que la actriz los pinta y la construcción que hace de cada uno de ellos, sin importar la magnificencia de la producción, si es para cine, televisión o teatro. Para Marcela todos son igual de importantes y al final, aunque no se lo crea, la grandeza se la da ella a los proyectos donde interviene con sus magistrales interpretaciones.

El libreto es su hoja de ruta y pesa más que cualquier otra cosa para darle vida a un personaje. Por eso no se esfuerza en hacerme creer que para moldear a ‘Doña K’ estuvo inmersa en una investigación que la acercó a lo que fue el robo del Banco de la República, que sucedió en 1994 en Valledupar, el hecho que inspiró a los creadores de El Robo del Siglo, la serie de Netflix por la que los ojos del mundo se han posado sobre la bogotana, después de meterse en la piel de una bandida que busca ser respetada en un entorno criminal solo de hombres.

Para convertirse en ‘Doña K’, Marcela buscó algunos artículos de prensa a través de Google que la ubicaron en aquel acontecimiento del que no se acordaba, como no recuerda tampoco el momento en que circularon por todo el país los vetados “billetes vallenatos”, como le llamaron al botín que fue producto del robo. Para esa época ella era una estudiante de teatro de tan solo 16 años que vivía en su propio mundo y a la que poco o nada le importaba si tenía un billete en el bolsillo, y mucho menos su procedencia.

Lo que sí analizó a conciencia fue el comportamiento de los protagonistas del hecho y su determinación por robar un banco sin derramar una sola gota de sangre, en una época donde la violencia reinaba en el país por cuenta del narcotráfico, las guerrillas y los paramilitares. Y aunque ‘Doña K’ solo existió en la imaginación de los libretistas, la actriz logró llevar al personaje a ese momento histórico y adentrarla en la complejidad de las decisiones y el actuar de la banda delictiva.

Pero este trabajo no solo dependió de su compromiso actoral, sino del de sus compañeros y lo que ellos aportaron desde sus roles. Compartir set con otros dos grandes de la actuación, como lo son Andrés Parra y Christian Tappan, fue una estrategia perfecta para lograr los elogios de la crítica y la respuesta positiva de un público que posicionó la serie de Netflix entre las diez más vistas de la plataforma en el mundo, según fuentes oficiales.

“Es como hablar el mismo idioma”, asegura mientras se refiere al hecho de hacer equipo con actores estudiados, con técnica. Para ella es importante la eficiencia que se logra al compartir elenco con verdaderos profesionales del oficio, aunque no ha tenido reparo en trabajar con figuras que han incursionado en la actuación sin ninguna formación ni experiencia, como fue el caso de Marbelle, con quien hizo infinidad de escenas en la tele-biografía de la artista que realizó el Canal RCN, y que le regaló a Benjumea el personaje por el que más la recordamos los colombianos: Yamile, la mamá autoritaria y regañona de la reina de la tecno-carrilera.

Pero el reconocimiento es lo de menos. Lo que en realidad le importa es haber hecho tan bien su trabajo, el cual le ha dado para vivir, cosa que muchos actores no pueden decir. Este ha sido siempre el plan A para Marcela y no se imagina ejecutando uno diferente. Se moriría, dice.

Por eso toma como ejemplo a su madre y a su abuela, tercas como ella, y tan valientes como para haberlas hecho inspiración a lo largo de una vida marcada por causalidades, como esa que la llevó al Gimnasio Vermont de Bogotá después de haber sido expulsada de su colegio por indisciplinada. Allí, como condición para aceptarla, fue obligada a conformar un grupo de teatro al que quiso hacerle el quite, sin saber que ese sería el inicio de una carrera que la ha llevado a convertirse en alguien que no imaginó ser, pues seguramente tanta grandeza no es posible que quepa en la imaginación de un ser humano.

Por: @asanjuanello

También puedes ver la entrevista completa del programa Las Mujeres de mi Tierra.