De pequeños nos enseñaron las reglas básicas de la acentuación, que nos parecieron -al menos a mí- sencillas y aceptables. Después empezamos a crecer y vimos que había algunas excepciones. En el bachillerato comprobamos que había muchas excepciones. Y un buen día leímos en una tira de Mafalda: «Esto es el acabóse», con una tilde rarísima pero que resultó ser correcta. ¿O no?
¿Por qué acentuamos algunos tiempos verbales como ‘acabóse’ (o, como hace Mafalda, ‘continuóse’ y ‘empezóse’)? ¿No son palabras llanas que acaban en vocal? ¿A qué vienen esas tildes? Pues vienen a una norma arcaica que establecía que «cuando el tiempo verbal sea de pronunciación aguda, al añadirle un enclítico conservaba la tilde en la misma sílaba que en su forma simple», según explica José Martínez de Sousa en su monumental Ortografía y ortotipografía del español actual (Ediciones Trea).
Un paréntesis: enclítico es, en el caso de los verbos, el pronombre que se les puede añadir al final. En ‘ábrelo’ la partícula enclítica es ‘-lo’.
Volviendo a lo nuestro, el autor pone este ejemplo: ‘recibí’ + ‘le’ = ‘recibíle’. A continuación nos recuerda que esa norma, establecida por la Real Academia Española en 1820, fue suprimida por la propia RAE en su Ortografía de 1999 y por último nos aclara que la tilde se conserva cuando la palabra resultante es esdrújula (como tiene que ser): ‘acabósele’.
Y ahora viene lo mejor de la historia: ¿por qué se dictó en su día esa norma? ¿Y por qué se eliminó? Ya les he contado que Martínez de Sousa es uno de los grandes maestros de la ortografía española. Y por si quedaba alguna duda, les diré que la explicación que da sobre esta cuestión en el manual antes citado es tan extensa, tan clara y con tantas referencias que me quitaría el sombrero ahora mismo si lo usara.
Veamos si lo puedo resumir: la intención era distinguir si esos verbos estaban siendo empleados como sustantivos. A los sustantivos no se les ponía tilde, pero sí a los tiempos verbales: ‘Esto es el acabose’ (sustantivo), ‘Esta obra acabóse de imprimir…’ (verbo). Los dos ejemplos los tomo prestados de Martínez de Sousa.
Lo cierto es que finalmente, no sin debate, imperó la cordura y en 1999 se dio carpetazo: si las palabras llanas que terminan en vocal no llevan tilde, ‘acabose’ no lleva tilde y no hay nada más que hablar. Tampoco la llevan desde entonces ‘recibile’, ‘abriolo’, ‘pidiome’ ni el resto de tiempos verbales de idéntica estructura. Ni ‘seme’ ni ‘deme’, sometidos también a aquella norma por llevar tilde diacrítica en sus formas simples (‘sé’ y ‘dé’).
La moraleja de este cuento es que, aunque Quino dibujó (y escribió) esa tira de Mafalda mucho antes de que se aprobara la Ortografía de 1999, cometió una falta. Mejor dicho, tres. Porque esos ‘acabóse’, ‘continuóse’ y ‘empezóse’ funcionan en esas frases como sustantivos y no como verbos, así que las tres tildes ya estaban de sobra por aquel entonces. Eso sí, la tira es genial. Casi perfecta.
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