Hace unos días escribí en este blog la siguiente frase: «No soy quién para restarles importancia a debates como

ese». Y la muy puñetera me estuvo atormentando durante un par de días. Ese ‘restarles’ -en plural- concuerda perfectamente con ‘debates’ y sin embargo me sonaba raro…, pero ya estaba publicado. Lo consulté con un amigo que conoce los secretos del español mucho mejor que yo, y su respuesta fue tajante: «Sin la menor duda, va en singular». Como no me convenció, seguí indagando hasta que encontré una prueba que le dio la razón a mi plural. No obstante, mi amigo tiene una excusa para su equivocación: se había dejado seducir por el genio de la lengua.

Por si ustedes no lo saben, el genio de la lengua es algo tan invisible como gigantesco, y sus gustos, algunos de ellos caprichosos, suelen tener mucho éxito entre los hablantes. La Real Academia Española se refiere a él como «índole o condición peculiar» de cada lengua, y el periodista Álex Grijelmo le dedica el libro El genio del idioma (Taurus), recomendable y muy entretenido. Yo diría, a riesgo de personificar lo abstracto pero siguiendo la idea que plasma Grijelmo en su obra, que el genio de nuestra lengua es un ser imaginario (pero muy vivo) que acompaña a todos los hispanohablantes y hace posible que el español suene a español.

Entre sus creaciones figuran simples errores que acaban por convertirse en moneda corriente aunque sean contrarios a las normas establecidas por la Real Academia Española. Uno de esos errores tiene que ver con la concordancia en la frase de la que les hablaba más arriba. La forma correcta es ‘restarles’, ya que el pronombre (en este caso pospuesto al verbo: ‘-les’) que precede al complemento indirecto (‘debates’) debe concordar con este. Pero si mi experto amigo no dudó a la hora de asegurar (erróneamente) que eso era incorrecto, por algo sería.

La solución a este embrollo la encontré, para no variar, en el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa), de Manuel Seco. Dice el filólogo que el error de escribir en singular el pronombre ‘le’ como anticipador de un complemento indirecto en plural es bastante frecuente en todo el mundo hispanohablante, y pone numerosos ejemplos, entre ellos uno de Pérez Galdós: «Desde que perdí a mi querido hijo, le tomé asco a los barrios del centro». También adjudica esta costumbre a Cervantes, Tirso de Molina, Góngora, Azorín, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda y Camilo José Cela.

Seco le dedica casi una página a este fenómeno, pero nos quedaremos con lo esencial. Dice el maestro que en España, «en lo que se refiere a la lengua oral […] el uso está bastante más extendido que en la escrita, incluso en hablantes cultos». También cita al filólogo colombiano Rufino José Cuervo, que hace ya más de cien años dijo lo siguiente sobre esta cuestión: «Entre los hechos que los gramáticos califican de errores, pocos hay que sean más geniales de nuestra lengua». Y aquí hay que entender «geniales» como atribuibles al famoso genio.

Visto el tremendo poder de esa criatura imaginaria, la conclusión de Manuel Seco es que hay que adoptar «una postura de amplia tolerancia», pero sin olvidar que la norma sigue siendo que haya concordancia entre el pronombre y el complemento indirecto. Mi conclusión es que tengo que quitarme el sombrero ante ese misterioso genio por haber sido capaz de hipnotizar a mi amigo, que también es un genio.

Ramón Alemán
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