¿Es lo mismo oír que escuchar? Si atendemos a las definiciones que da el diccionario, no. Pero las definiciones son una cosa y las voces de la calle son otra. El uso correcto de los verbos ‘oír’ y ‘escuchar’, que muchos -yo incluido- empleamos a veces como sinónimos cuando en realidad no lo son, no es materia nueva para los guardianes de la lengua. En este asunto unos defienden nuestro amado idioma con una intransigencia que es del todo respetable y otros optan por la tolerancia y por detenerse a escuchar esas voces de la calle, que -como el cliente- casi siempre terminan por tener la razón.
Para empezar, veamos cómo define el diccionario de la Real Academia Española estos verbos. ‘Oír’ es, entre otras cosas, ‘percibir con el oído los sonidos’, mientras que ‘escuchar’ es -también entre otras cosas- ‘prestar atención a lo que se oye’. Por eso Fernando Lázaro Carreter nos dijo, en uno de los artículos de su colección El dardo en la palabra (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), que es incorrecta la frase «Se escucharon disparos por la noche», ya que los disparos simplemente se oyen. O sea, llegan a nuestros oídos, pero no se pone la oreja a la espera de que suenen (aunque supongo que a veces sí…).
Lázaro Carreter volvió a hablar de este asunto en otros artículos, y en uno de ellos dijo que esta pareja de palabras y otras que solemos usar mal «forman una abigarrada ensalada en la mente de muchos». No dejaba de tener razón el gran maestro al defender de manera tan vehemente la corrección en el uso de ambos verbos, pero tampoco es menos cierto que en algunos casos se impone la tolerancia. Y cuando hablamos de tolerancia siempre acabamos encontrándonos, cómo no, con Manuel Seco.
En su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa), Seco dice que la distinción entre los significados de uno y otro verbo «no se aplica siempre de manera estricta» en el uso de nuestra lengua, y pone varios ejemplos extraídos de obras literarias en los que se escribió ‘escuchar’ donde se debió escribir ‘oír’. Concluye Seco que no se debe «condenar un desplazamiento semántico bastante arraigado en el idioma y en su nivel culto». Este desplazamiento no tiene que ver solo con el uso de ‘escuchar’ en lugar de ‘oír’, sino con el inverso, que también se da.
Las muestras de tolerancia no terminan ahí: la Fundación del Español Urgente (Fundéu) dice que «en el uso americano es frecuente emplear el verbo ‘escuchar’ en este sentido [de ‘oír’]», pero no critica ese uso, ni tiene por qué hacerlo. Por su parte, el Diccionario panhispánico de dudas, de la RAE, señala que «puesto que ‘oír’ tiene un significado más general que ‘escuchar’, casi siempre puede usarse en lugar de este». Por ejemplo, puedo decir ‘Estoy oyendo el discurso’ sin que eso sea un disparate. En cuanto al empleo de ‘escuchar’ en lugar de ‘oír’, el Panhispánico dice que este uso «existe desde época clásica y sigue vigente hoy, en autores de prestigio, especialmente americanos, por lo que no cabe su censura».
Arturo Pérez-Reverte, académico de la lengua sin pelos en la suya, le dedicó hace un tiempo el artículo «Miembras y carne de miembrillo» a la política española Bibiana Aído a cuenta de una famosa polémica en torno a la palabra ‘miembra’. Dejando a un lado el objeto del artículo y su manera de dirigirse a la entonces ministra, decía el escritor varias cosas muy acertadas y que vienen ahora al caso. Escribía, por ejemplo, que una de las funciones de la RAE «es recoger lo que la gente, equivocada o no […], utiliza en su habla diaria». ¿Se puede decir más claro? Pues no. Pero sí se puede decir de otra forma: si unos cuantos millones de hispanohablantes, que son tan dueños de la lengua como ustedes y como yo, se empeñan en equivocarse al unísono con ‘oír’ y ‘escuchar’, ¿no es hora de que el diccionario de la RAE recoja esta exitosa equivocación?
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