Cuentan que el maestro cubano Osvaldo Farrés, autor, entre otras canciones, de Toda una vida y Quizás, quizás, quizás, compuso la célebre Tres palabras después de que una cantante le pidiera una creación para su repertorio, a lo que él le contestó que eso de escribir una balada no era coser y cantar. La artista le dijo entonces que con solo tres palabras él podía hacer algo maravilloso. Y así nació este inmortal bolero, en el que las famosas tres palabras son «Cómo me gustas». En fin, no he hecho sino empezar y ya estoy divagando. Hoy vamos a hablar de tres palabras muy maltratadas y que los hispanohablantes usamos a veces al tuntún, tal vez porque son un poco raras, aunque a mí me gustan. Se trata de ‘cuyo’, ‘ambos’ y ‘sendos’. Casi nada.

¿Por qué son raras estas tres palabras? Porque apenas se dejan ver: son misteriosas, discretas, y, como ocurre con las personas de su misma condición, en torno a ellas circulan rumores y habladurías. «A mí me han dicho que ‘ambos’ se emplea para personas y ‘sendos’ para animales y cosas», me aseguró una vez un conocido… Calumnias. La rareza de estas tres voces reside en que, aunque las vemos con cierta frecuencia en la lengua escrita, apenas se emplean en la oral.

Por ejemplo, a mí me resultaría bastante chocante escuchar en plena calle algo como esto: ‘Me fui con María, cuyo padre la fue a buscar’. En cambio, me parecería muy normal esto otro: ‘Me fui con María, que su padre la fue a buscar’. Por la misma regla de tres, en una conversación de andar por casa no es habitual que alguien diga ‘Ambos coches venían muy rápido’, sino ‘Los dos coches venían muy rápido’. Y también llamaría la atención que en esa misma conversación otra persona añadiera: ‘Y a los dos conductores les pusieron sendas multas’. Más bien esperaríamos algo así: ‘Y a los dos conductores les pusieron una multa’.

Estamos de acuerdo, pues, en que se trata de palabras cuyo uso queda prácticamente reducido a la lengua escrita o, en todo caso, a la lengua culta. Pero es que incluso en textos escritos (los textos también pueden ser orales, que conste) la gente se empeña en emplear mal estas voces o simplemente prescinde de ellas, como ocurre con ‘cuyo’. De esta última dice José Martínez de Sousa en su Diccionario de usos y dudas del español actual (Ediciones Trea) que su desaparición en la escritura «es lenta pero incesante».

El fenómeno por el cual dejamos a un lado ‘cuyo’ para sustituirlo por ‘que su’ o una fórmula similar lo denomina Sousa «quesuismo» y a él se refiere también El libro del español correcto (Espasa), del Instituto Cervantes, para condenarlo. Tengamos en cuenta que ‘cuyo’ es un adjetivo relativo con valor posesivo y, aunque el conjunto ‘que su’ tiene funciones de relativo y de posesivo, «esta construcción no se admite en la lengua oral cuidada ni en la lengua escrita», advierte Manuel Seco en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa). Por lo tanto, es preferible escribir ‘El artista, cuya presencia en el escenario todos esperaban…’ a esto otro: ‘El artista, del que todos esperaban su presencia en el escenario…’.

En el mismo manual nos recuerda Seco que tampoco es correcto un uso que a mí me resulta bastante familiar porque se lo suelo escuchar a una persona a la que quiero mucho: el empleo de ‘cuyo’ sin valor posesivo. Por ejemplo, no debemos decir ‘Me encontré con Juan y con su padre, cuyo padre estaba muy enfadado’. Bueno, lo podemos hacer si el abuelo de Juan estaba muy enfadado, pero no si lo que queríamos decir era esto: ‘Me encontré Juan y con su padre, que estaba muy enfadado’.

Para terminar con esta palabrita, una curiosidad: ¿sabían ustedes que existe también el pronombre interrogativo ‘cúyo’? Lleva tilde, significa ‘¿de quién?’ y, aunque en todos los diccionarios se dice que es una voz arcaica que ya nadie usa, dos personas me dijeron el otro día que no era nada raro escucharla hasta hace poco en las islas canarias de Fuerteventura y El Hierro. Una de esas personas me puso este ejemplo: ‘Mi niño, ¿y tú cúyo eres?’. Qué manía tiene la gente mayor con querer conocer la ascendencia de uno…

Y ahora vamos con ‘ambos’. La cosa es muy sencilla: se trata de un adjetivo y un pronombre que significa ‘los dos’, ni más ni menos. Carece, por tanto, de singular y nos sirve para decir frases como ‘Vinieron ambos hermanos’ (adjetivo) y ‘Vinieron ambos’ (pronombre). Dado que la propia palabra lleva implícita la idea del adjetivo ‘dos’, no se considera muy apropiada la locución ‘ambos dos’, nos recuerda el Diccionario panhispánico de dudas, de la Real Academia Española. Esta construcción, añade, es redundante y está en retroceso en el habla culta.

¿Y ‘sendos’? Aquí la cosa se complica, porque muchos hispanohablantes creen que quiere decir lo mismo que ‘ambos’ (‘Vinieron sendos hermanos’), pero lo cierto es que significa ‘uno para cada una de las personas o cosas mencionadas’, según la RAE. O sea, tiene carácter distributivo, por lo que cuando veamos este adjetivo en una oración, necesariamente nos tropezaremos con varias personas o cosas a las que les corresponde un número idéntico de personas o cosas. Lógicamente, dada su naturaleza tampoco tiene singular. Aquí les va un ejemplo de su uso correcto: ‘Los tres amigos llegaron en sendas motos’. Tenemos tres amigos y tres motos, una para cada uno de ellos.

«Con tres palabras te diré todas mis cosas», escuchamos en el delicioso bolero de Osvaldo Farrés. Con las tres que hemos comentado hoy, nosotros no podremos decirlo todo, pero sí decir nuestras cosas con más elegancia que si prescindimos de ellas o las usamos mal.

Ramón Alemán

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