¿A quién se le ocurrió este disparate? No tengo ni idea, pero sí sé que tal invento disfruta de un moderado –e injustificado– éxito entre los profesionales que nos dedicamos al mimo de nuestra lengua. La última vez que vi esta recomendación fue la semana pasada en Twitter. Decía así: «Quizá: Si la siguiente palabra comienza con una consonante. Ejemplo: Quizá sea lo mejor para los dos. Quizás: Si la siguiente palabra comienza con una vocal. Ejemplo: Quizás aquí no pueda fumar».
¿Tiene algún fundamento este consejo? ¿Debemos hacer caso a quien nos pide que hagamos esto? La respuesta a ambas preguntas es la misma: no. Pero hay que decir en favor de quien lanzó este chiste malo a las redes sociales que, al menos, su error no es original: para buscar al autor hay que mirar bastante hacia atrás. De entrada, el ortógrafo José Martínez de Sousa nos cuenta en su Diccionario de usos y dudas del español actual (Ediciones Trea) que el investigador Ramón Carnicer realizó hace ya unos cuantos años «una encuesta verbal a escritores en ejercicio» y comprobó que algunos de sus encuestados también se guiaban por esta presunta regla, que no por vieja es buena.
La única verdad es que los guardianes de la lengua, desde el propio Sousa hasta la Real Academia Española, pasando por Manuel Seco y María Moliner, se limitan a decirnos que la forma ‘quizá’ y su variante ‘quizás’ son igual de válidas, aunque todos parecen decantarse por la primera de ellas. Según el Diccionario panhispánico de dudas, de la RAE, la grafía acabada en ‘-s’ surgió por analogía con otros adverbios terminados con la misma letra, y Seco indica lo siguiente en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa): «Puede decirse indistintamente ‘quizá’ o ‘quizás’. Parece más frecuente, tanto en la lengua hablada como en la escrita, la primera de las dos formas, que es la etimológica».
La etimología podría ser un buen camino para saber por qué algunos prefieren añadir una letra ese al final de este adverbio, pero a decir verdad no nos va a servir de nada en este caso, pues he encontrado nada menos que tres propuestas para explicar el origen de la palabra: el diccionario de la Academia señala que ‘quizá’ viene del latín ‘qui sapit’ (‘quién sabe’); el Diccionario de uso del español (Gredos), de María Moliner, le añade una letra a esta misma expresión (‘quis sapit’), y el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (Gredos), de Joan Coromines, dice que se trata de una reducción de las voces ‘quiçab’ y ‘quiçabe’, que a su vez son una alteración de ‘qui sabe’ (‘quién sabe’).
Dejemos, pues, la etimología de lado y volvamos a Martínez de Sousa. En el diccionario antes citado señala el maestro que esta extraña norma de la que hablamos hoy la han adoptado «por su cuenta y riesgo» algunos correctores de textos. Unos solo añaden la letra ese cuando después del adverbio viene el sonido /a/ (‘Quizás habría que haberlo pensado antes’, ‘Quizás aún estemos a tiempo’) y otros lo hacen siempre que se topan con un fonema vocálico, sea cual sea (‘Quizás irnos sería la mejor solución’). Al parecer, unos y otros buscan evitar hiatos y diptongos forzados, según Sousa, que cierra el debate con una pregunta en la que aplica a rajatabla el sentido común: «¿Qué se haría en otros casos en que eso es imposible?». Efectivamente, ¿cómo evitar el diptongo en la oración ‘Tengo unA Idea’ y el hiato en ‘Juan corríA Angustiado’? ¿Añadimos una letra ese a ‘una’ y a ‘corría’? En absoluto; ese diptongo y ese hiato están muy bien ahí, de la misma manera que lo están en ‘QuizÁ Irnos…’ y ‘QuizÁ Aún…’.
Ay, el sentido común… Su ausencia da lugar a la incoherencia, que es, a su vez, la madre de los mejores chistes del mundo. Sin embargo, a la hora de dar recomendaciones sobre el buen uso de la lengua, la incoherencia –que en este caso trae al mundo peligrosos chistes malos–, cuanto más lejos, mejor.