A Esperanza Aguirre, presidenta del Partido Popular en Madrid, le fascina que hablen de ella. Se gusta. Se gusta tanto que le encanta eso de que en la prensa la llamen «la lideresa». Suena como a título nobiliario, ¿verdad? Como a condesa o algo así. Lo cierto es que ella ya es condesa consorte, pero tal vez su conocida ambición la lleva a desear más honores. Lo que no sé es si en estos días está muy contenta con eso de ser noticia de primera página a cuenta de un incidente que tuvo en Madrid con unos policías, porque a Esperanza le gusta que hablen de ella, pero que hablen bien: para eso es la líder del Partido Popular en la capital de España. La lideresa, ni más ni menos.

No sé muy bien a qué viene eso de llamar a Esperanza Aguirre «la lideresa», pero en estos días no he parado de leer todo lo que tiene que ver con la riña que esta señora tuvo días atrás con unos policías en la Gran Vía de Madrid por aparcar su vehículo donde no debía, y en varios textos se refieren a ella con ese curioso femenino. De hecho –y tal vez de ahí venga la cosa–, hace unos años salió a la venta un libro titulado Esperanza Aguirre: la lideresa, de Alfredo Grimaldos, que no la deja muy bien parada. Y ella misma dijo en una ocasión que en su propio partido la consideran «lideresa nacional».

Vayamos a lo que nos interesa: ¿es correcto este femenino tan peculiar? Para empezar, el diccionario de la Real Academia Española nos dice que la palabra ‘líder’ (de la que se abusa en la prensa, según nos advierten los libros de estilo de El País y de El Mundo) es común en cuanto al género, de tal manera que el femenino es el mismo que el masculino: ‘el/la líder’. Sin embargo, la propia RAE explica, en su Diccionario panhispánico de dudas, que «en algunos países de América se usa a veces el femenino ‘lideresa’». Algo parecido señala José Martínez de Sousa en su Diccionario de usos y dudas del español actual (Ediciones Trea), y añade que esta forma para el femenino «podría defenderse», aunque no dice por qué.

Lo que sí hace Sousa es remitirnos, en ese mismo diccionario, a la entrada ‘chófer’, en la que podemos leer que, aunque este sustantivo es común en cuanto al género, también se usa el femenino ‘choferesa’. Dice el Panhispánico que esta forma es rara pero admisible, y el gramático Manuel Seco añade, en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa), que esa voz ya aparece registrada en la obra Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, publicada por el filólogo Ángel Rosenblat en los años sesenta del siglo pasado.

Hay que decir que el diccionario de la RAE recoge el sufijo ‘-esa’ como morfema que se usa en algunos sustantivos femeninos de cargo o dignidad, tales como ‘alcaldesa’, ‘baronesa’ o ‘duquesa’. Y, aunque la Academia solo pone como ejemplos estos tres que acaban de leer, lo cierto es que un ‘cargo’ es también, según ese mismo diccionario, un ‘oficio’ (como el de choferesa), y una ‘dignidad’ puede ser –siempre según el diccionario académico– un ‘cargo o empleo honorífico y de autoridad’.

La presidencia del Partido Popular en Madrid no es precisamente un cargo honorífico, pero sí que le confiere a Esperanza Aguirre una autoridad que, en cualquier caso, la condesa consorte viene ejerciendo desde hace años dentro de esa organización política con cargo o sin él. Con todo esto quiero decir que, aunque sea a base de darle mil vueltas al diccionario, podemos llegar a la conclusión de que este manual de la RAE viene a aceptar –si bien no explícitamente– los femeninos ‘lideresa’ y ‘choferesa’. Sí lo hace de manera explícita en el Panhispánico, como ya he dicho más arriba.

Para concluir, quisiera hacer dos comentarios sobre el título de este artículo, con el que simplemente pretendía hacer una sonora aliteración. El primero tiene que ver con la palabra ‘ligereza’. En honor a la verdad, yo creo que al ignorar las órdenes de los policías que la multaban, la lideresa actuó con algo más que ligereza; sin embargo, una de las definiciones de este sustantivo es la siguiente: ‘hecho o dicho de alguna importancia, pero irreflexivo o poco meditado’. Entonces, ¿lo suyo fue solo ligereza, o más bien se acerca a la soberbia? Quién sabe…

El segundo comentario va para el término ‘choferesa’, que también usé en el título y que está totalmente fuera de lugar, pues una choferesa es una mujer cuya profesión consiste en conducir un automóvil, generalmente para transportar a otras personas en él, mientras que la señora Aguirre, que se gana el pan suyo de cada día de otra manera, conducía su coche aquel día para transportarse a sí misma y no ganó dinero por ello. Más bien lo perdió, si tenemos en cuenta la multa que le impusieron. Eso sí, su condición de lideresa –un sustantivo que, aplicado a esta mujer, parece estar funcionando como antonomasia irónica y burlesca– la ejerce las veinticuatro horas del día, aunque para ello se tenga que llevar por delante una motocicleta de la policía.

Ramón Alemán

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