Los periodistas deportivos –al menos aquellos con los que yo compartí redacción en épocas pasadas– son gente joven, alegre, un poco fanfarrona, a la que le gusta llevar ropa de temporada y fardar de coche nuevo. Esto es un estereotipo, evidentemente –en realidad son gente estupenda–, pero encaja perfectamente con esa afición que tienen estos profesionales de la comunicación a copiar, en el ámbito de su trabajo, todo aquello que venga de la lengua inglesa, como si ese idioma fuera más chachi que el nuestro. Y, claro, al copiar cosas que no se deben copiar, construyen oraciones que en nuestra lengua suenan muy mal, aunque estoy seguro de que muchos de ellos se enorgullecen, en su ignorancia, de esas prácticas que desvirtúan el español.
Probablemente la palma de estos anglicismos feos e innecesarios se la lleve el uso de posesivos donde los hispanohablantes solemos usar artículos determinados. Por ejemplo, yo les puedo contar ahora que el otro día tuve una caída de lo más tonta, como consecuencia de la cual me rompí un hueso del pie llamado calcáneo (la imagen que acompaña a este artículo da fe del suceso). A la hora de hacerlo, lo lógico es que diga ‘Me rompí el calcáneo’ o ‘Tengo una fractura en el pie’, pero no se me ocurriría decir ‘Me rompí MI calcáneo’ ni ‘Tengo una fractura en MI pie’, pues es evidente que ese calcáneo es mío y que está en un pie que forma parte de mi cuerpo.
Según la Nueva gramática de la lengua española (Espasa) –una de las obras magnas de la Real Academia Española–, si yo hablo de mi pie (o si usted habla del suyo, o del de otra persona), me encuentro ante una «posesión inalienable», o sea, ante algo que es imposible que pertenezca a un sujeto diferente al de la oración, con lo cual los hispanohablantes hemos decidido que es innecesario emplear el posesivo. Por eso decimos ‘Juan negó con la cabeza’ y no ‘Juan negó con SU cabeza’. Las posesiones inalienables suelen ser partes del cuerpo (cabeza, ojos, manos, pies…) y ciertas capacidades o facultades (ánimo, ilusión, memoria…), según esta obra, y en estos casos «tales elementos se expresan habitualmente en español por medio del artículo determinado, en lugar del correspondiente posesivo».
Esta forma de hablar también se da, de manera totalmente normal, cuando en el cuerpo hay varias posesiones inalienables con el mismo nombre. Por ejemplo, si yo digo que Leo Messi recibió una tarjeta amarilla por detener un balón con la mano, no estoy diciendo con cuál de las dos lo hizo, ni falta que hace. También resulta habitual el uso del artículo con «objetos de la esfera personal que en sentido estricto no son inalienables», según la Nueva gramática, tales como una prenda de vestir, una habitación, un sofá, unas gafas, una casa…: ‘Me puse las gafas y me senté en el sofá a leer’.
El fenómeno por el cual nos traemos del inglés estos posesivos sin venir a cuento entra dentro de lo que el profesor José Enrique García González, de la Universidad de Sevilla, llama «anglicismos morfosintácticos». En un artículo publicado por el Instituto Cervantes en Internet y titulado «Anglicismos morfosintácticos en la traducción periodística (inglés-español): análisis y clasificación», este autor dice que usos del inglés como este «van en contra de la naturalidad, y a veces de la gramaticalidad» del español. Así, señala que «el inglés tiende a utilizarlos [los posesivos] con mayor frecuencia, y en concreto para referirse a las partes del cuerpo humano y a las prendas de vestir, casos en los que el español prefiere el artículo». Tenemos, por tanto, que si un inglés dice ‘I put my jacket on’, la traducción correcta es ‘Me puse la chaqueta’, aunque el inglés haya usado el posesivo ‘my’.
En definitiva, los periodistas deberían dejar de tomar como referencia el inglés y guardar los posesivos para cuando realmente hagan falta. Dicho todo esto, me gustaría anunciarles que, publicado este artículo, me pongo la chaqueta y me voy a la calle a celebrar que el blog Lavadora de textos cumple mañana cuatro años, pero no puedo hacerlo porque tengo roto el calcáneo, así que la celebración será sentado en el sofá. O sea, en mi sofá.