Sí, mi padre –como Tevye– soñaba con ser rico, aun sabiendo que nunca lo sería. Y –como Tevye– nunca perdió el sentido del humor y siempre tenía una excusa para cantar, y eso que su vida no tuvo nada que ver con un musical. A decir verdad, mi padre se parecía en casi todo al protagonista de El violinista en el tejado: no solo bailaba aquella canción como el mismísimo Topol, sino que también tenía barba poblada y una singular dentadura, como la del extraordinario actor que dio vida a aquel padre de familia numerosa que le preguntaba a Dios si pasaría algo tremendamente malo por tener una pequeña fortuna…
Pero aquí se viene hablar de la lengua española, así que dejémonos de divagar y vayamos al grano: ¿conocen las palabras prótasis y apódosis? Si no saben qué significan, sigan leyendo (también pueden hacerlo si ya lo saben). La apódosis es la oración principal de una construcción condicional o concesiva, mientras que la prótasis es la subordinada. Por ejemplo, si digo ‘Cuántas cosas podría hacer si yo fuera rico’, la apódosis es ‘cuántas cosas podría hacer’ y la prótasis es ‘si yo fuera rico’. Fácil, ¿no? Pero lo que nos interesa aquí es el uso –o no– de la coma, el signo de puntuación más rebelde de nuestro idioma. Vayamos al principio de este párrafo y copiemos dos oraciones que acaban de leer:
Si no saben qué significan, sigan leyendo.
También pueden hacerlo si ya lo saben.
Ambas son construcciones condicionales, con su apódosis y su prótasis. Pero, como podrán comprobar, en la primera he usado una coma para separar ambas partes, cosa que no he hecho en la segunda. Esto es así porque, aunque las prótasis son las oraciones subordinadas, o sea, las que dependen de otra oración –que es la principal–, lo cierto es que en la mayoría de los casos se sitúan al principio de la construcción, lo que altera en cierta manera su orden natural. Esta es la razón por la que escribimos una coma en oraciones como ‘Si no saben qué significan, sigan leyendo’. No la usaríamos si la apódosis estuviera antes que la prótasis: ‘Sigan leyendo si no saben qué significan’. Y, claro está, tendríamos que escribir una coma si en el segundo ejemplo colocáramos la prótasis delante: ‘Si ya lo saben, también pueden hacerlo’.
Hay que decir que, como nos recuerda la Real Academia Española en su Ortografía de la lengua española (Espasa), también se separa con este signo la prótasis cuando está en posición intermedia: ‘Tráeme, si no te importa, todo lo que te he pedido’. ¿Y nunca se escribe coma cuando la prótasis está al final? Según la Ortografía, sí se usa cuando funciona más bien «como un comentario periférico» o como subordinada de la enunciación (o sea, cuando, pese a la subordinación, la prótasis parece ser relativamente independiente del predicado): ‘Me voy ya a mi casa, si es que aparece el taxi’. Por último, es normal no usar coma en aquellas oraciones que, pese a tener la apódosis fuera de su sitio, son extremadamente cortas: ‘Si me ves grítame’.
Para terminar, y volviendo a la canción de El violinista en el tejado, siempre me he preguntado cuál era la apódosis que mi padre habría añadido a la famosa prótasis ‘Si yo fuera rico’: ¿nos habría llevado de viaje?, ¿habría dejado de trabajar?, ¿habría montado una dulcería, como nos decía a mis hermanos y a mí? Vaya usted a saber. Medio siglo después, yo –heredero no solo de sus genes, sino también de su inmutable condición de futuro multimillonario– repito todas las mañanas y todas las noches una versión renovada de su melódico mantra, en la que la prótasis condicional se ha convertido en complemento circunstancial de tiempo: «Cuando sea rico…». Y lo cierto es que aún no sé a qué dedicaré el tiempo cuando lo sea, porque lo único que sé hacer es trabajar y cantar, como mi padre y como Tevye.