Hoy toca empezar con otra de mis batallitas de abuelo: hace una eternidad trabajé en un periódico cuyo director daba consejos que eran en realidad órdenes, y había que cumplirlas por mucho que uno supiera que el jefe no tenía razón. No la tenía, por ejemplo, cuando se empeñaba en condenar el empleo de la partícula ‘se’ en construcciones pasivas reflejas porque, según decía –y al decirlo se equivocaba–, así se estaba haciendo un mal uso del pronombre reflexivo ‘se’. No sé si me han entendido, así que me explicaré: cuando este hombre veía una oración como ‘Se ha encontrado el cadáver’, ordenaba inmediatamente sustituirla por ‘El cadáver ha sido encontrado’ y añadía: «¿Es que acaso el cadáver se encontró a sí mismo»? Diecisiete años después, me permito la osadía de llevarle la contraria a aquel buen director, que ya está retirado y seguramente no se enfadará.
Veamos, ¿por qué no tenía razón este señor al rechazar la oración ‘Se ha encontrado el cadáver’? Pues muy simple: porque, aunque amaba la lengua española, desconocía –al menos en este caso– sus reglas. Efectivamente, la voz ‘se’ puede funcionar como pronombre reflexivo, pero solo lo hace cuando el verbo está siendo usado como pronominal. Por ejemplo, si yo digo ‘Juan por fin se ha encontrado; ahora es feliz’, ahí tenemos un pronombre reflexivo para un verbo pronominal.
Pero también puede ocurrir que la partícula ‘se’ esté siendo utilizada dentro de una construcción pasiva –llamada pasiva refleja– y su función aquí es indicar precisamente la condición de pasiva que tiene la oración. Un ejemplo: ‘Se ha encontrado el cadáver’. ¿Quiero decir aquí que el cadáver, como el feliz Juan del ejemplo anterior, se estaba buscando a sí mismo? En absoluto: lo que quiero decir es que alguien –no digo quién– ha encontrado el cadáver.
¿Y eso de cambiar la oración y convertirla en ‘El cadáver ha sido encontrado’, como hacía mi director, es correcto? Pues sí, pero nada habitual, según advierte Manuel Seco en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa), que señala que el empleo del verbo ‘ser’ en estos casos suele ser normal solo «cuando se expresa el agente de la acción verbal»: ‘El cadáver ha sido encontrado por la policía’.
Me faltan dos cuestiones importantes sobre la pasiva refleja. La primera es que el sustantivo que acompaña al verbo es el sujeto de la oración, así que ambos tienen que concordar. Por lo tanto, no es correcto decir ‘Se alquila viviendas’, sino ‘Se alquilan viviendas’. Por otra parte, este tipo de oraciones se emplea fundamentalmente para cosas y acciones, afirma Seco en la obra citada, de tal manera que no sería muy normal decir ‘Se necesitan socios’, como he visto en un anuncio de Cruz Roja que tengo cerca de mi casa, pues los socios son personas. Sin embargo, y pese a lo que diga el extraordinario gramático madrileño, a mí no me suena mal la publicidad de esa oenegé.
Pero ¿acaso no hay personas en oraciones como ‘Se recibió al presidente’ o ‘Se capturó a los ladrones’? Pues sí, pero es que en este caso la partícula ‘se’ no forma parte de una construcción pasiva refleja, sino de la denominada «impersonal con ‘se’». El gran filólogo Humberto Hernández explica en el libro Norma lingüística y español de Canarias (Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife) que este tipo de oración «suele identificarse con la pasiva refleja, pero se diferencia de ella porque no lleva sujeto sino complemento directo que va precedido de la preposición ‘a’». Seco añade en su diccionario que la impersonal con ‘se’ va referida a personas o bien carece de referencia, y pone estos dos ejemplos: ‘Se respeta a los ancianos’ y ‘Se vive bien’. En estos casos, al no haber sujeto, el verbo siempre va en tercera persona del singular: podemos decir ‘Se capturó a los ladrones’, pero no ‘Se capturaron a los ladrones’.
Dicho esto, solo espero que los grandes periodistas –que los hay, y aquel director lo era– nunca olviden que su obligación es informar bien, pero para llevar a cabo tan difícil tarea deben saber manejar, sin manías ni prejuicios ni ideas preconcebidas, su principal herramienta, que no es otra que la lengua.
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