«Hijo, guarda esta chaqueta en el ‘clóser’ «. Lo miro con sonrisa de resignación y le corrijo: «Se dice clóset, papá… O ni te molestes; di armario y ya».
Cómo nos burlamos de los viejos. Incluso mi mamá muere de la risa cuando él se ve obligado a decir algo en inglés, porque acostumbra a bajar el tono de la voz antes de pronunciar una palabra gringa: «El Presidente aún no ha ido a… Wásinton (Washington), eso está cómo demorado que lo reciban por allá». «¿En dónde, papá?», le pregunto aguantándome la carcajada. «Allá… en la Casa Blanca, que Obama no lo ha querido recibir, en Wásinton…».
Cómo lo voy a culpar. Él pasó su vida escuchando a Juan Gossaín, quien con idéntica pronunciación le daba paso a su corresponsal en ‘Wásinton’. No es el único. Al padre de una amiga le resulta imposible la palabra jet. Su mejor intento fue una vez que dijo ‘jed’, porque la mayoría de veces pronuncia ‘jep’. Le pasa igual al tío de un amigo, con la palabra exit; el pobre, incapaz de hacer el sonido de la ‘T’ -que sólo requiere de concentración para poner la lengua sobre el paladar-, apenas alcanza a musitar ‘éxip’.
Es que están acostumbrados a otra clase de pronunciación, más fuerte y contundente, como lo amerita, por ejemplo, el uso de la ‘CH’. ¿Cuál Shakira? No señores: ¡Chaquira!, con ‘CH’ de chicharrón, chespirito, chino, chévere o chimba.
En ocasiones, a nuestros mayores les cuesta también el castellano. A un ex jefe le encantaba usar la palabra «escenario», con el pequeño detalle que la pronunciaba diciendo ‘eKsenario’. Recuerdo incluso a una de mis profesoras del colegio, quien nos invitaba a estudiar con disciplina para el examen del ‘IfeKs’ (en referencia al Icfes). Como lo diría la ex congresista Rocío Arias: «Son las ‘paradojias’ de la vida».
Mi madre, cuando me escucha hacer tantas observaciones gramaticales, nos invita, a mí y a mis hermanos a ser mejores que ellos: «EdúqueseN, supéreseN», dice ella y empiezo a respirar profundo. ¿Cómo pretende que tome en serio su mensaje, para que me eduque y me supere, usando el castellano de manera tan equívoca? Es como decir «garle bien (hable bien)»; o «prenuncie impropiadamente (pronuncie apropiadamente)».
El tema parece que va en la sangre. En las reuniones familiares, me he dado cuenta de que el asunto aquel de la ‘N’ corre por las venas de mis tías: «SiénteseN a la mesa… a ver, ábraseN espacio para que todos quepan… apúreleN que faltan los niños… mérmeleN al televisor (del verbo mermar: hacer que algo disminuya)… no molesten al bebé, ¡déjeloN quieto!».
Si es tan berraco, dígame qué significa cave dweller, antler, bodice y stale
Era muy fácil para mí ver la paja en el ojo ajeno, hasta que recientemente me di cuenta de la viga que sostenía en el propio.
Hace poco presenté el examen de inglés Toefl. Me había postulado para una maestría* y me pedían un puntaje de 80 sobre 120. Obtuve 79. HágameN el favor la mediocridad. Y yo que me sentía preparado después de dos largos años como juicioso televidente de la serie gringa Friends.
Pues llegué con actitud de sobrado al Gimnasio Británico de Chía, donde se acostumbra a presentar este test: «Jao yuuu duin» (How you doing), los saludé al estilo de Joey. En la primera parte del examen, de comprensión de lectura, apareció un texto con un cronómetro amenazante que contaba hacia atrás. Tenía 20 minutos. Yo no entendía lo que tenía frente a mis ojos: «Señorita -le dije a una de las asistentes-, creo que se equivocaron de material… esto está en elfo. ¿Me vieron cara de Frodo o qué?».
Pues no, me juraron que era inglés puro. A lo largo de la prueba me fui encontrando con términos irreconocibles, como cave dweller, antler, bodice y stale. El tiempo se me agotaba releyendo, a ver si el contexto me ayudaba a entender. En su orden, las palabras significan cavernícola, cuerno de ciervo, corpiño y rancio. ¿Saben qué? Tradúzcanles esto al inglés por favor: ¡La #@%&$ madre! Ni hablar de la sección de escucha, el popular ‘lísenin’ (listening), donde sentí que hablaban en arameo y mejor no les cuento el oso que hice en el ‘espikin’ (speaking) donde grababa mis respuestas frente a un micrófono. El profesor que me haya escuchado aún debe estar riéndose.
Hay cosas que no se aprenden en un salón de clases. Por ejemplo, hace unos años, en el aeropuerto de Houston, pedí una carne. Con dificultad, comprendí que la mesera me preguntaba por el término de cocción que prefería. Improvisé: «¿Gua-rar de opchions?» (what are the options, aunque lo medianamente correcto sería: which are the options?). La mesera volvió a hablarme en elfo. Me entró el desespero, no tenía ni idea de cómo decir «bien asada», así que me lancé con esta delicia de frase: «Ai wanit tu moch cuc» (I want it too much cooked).
Hoy siento solidaridad con mi padre, mi madre y mis tías. Nadie se las tiene que saber todas. O, a ver, si usted es tan berraco, dígame cómo se dice «caries», «sobre de manila», «borrador de nata» o «nies» (lo que ni es culo ni es…). He decidido, en consecuencia, que seguiré en mi proceso de educación y superación, pero esta vez sin burlarme de mi familia. Empezaré con mi padre. Le enseñaré, con paciencia, a decir Washington. Y para comenzar, para que no se asuste, podrá decirlo con ‘CH’.
*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’
*Mi twitter: @agomoso. Todos los posts en bit.ly/agomoso
*Si se lo perdió…
‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’
‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’