Primero que todo, se lo imploro, no acuda a chistes obvios de autocompasión. No diga: «Estoy en vacaciones obligadas, jajajaja». Los demás fingirán que les causa gracia, pero no es chistoso, créame.

Cuando le pregunten qué anda haciendo, admita que está sin trabajo y que no encuentra nada. Claro, el idiota que tiene al frente se sentirá incómodo ante la respuesta e intentará salvarse con una frase de cajón: «Ah, bueno, pero al menos está descansando».
Asúmalo con dignidad, incluso si se quedó desocupado justo cuando no tiene novia ni ahorró lo suficiente para irse de paseo y escapar de su inactiva rutina. Es una situación que algunos ilustran diciendo: «Se juntó el hambre con las ganas de comer… y con la falta de plata». Las abuelas lo expresan de otra manera, tan ordinaria como sabia: «Uno ‘cagao’ y con el agua lejos».
Las semanas uno y dos no son tan graves. En mi caso, hice vueltas de banco, mandé unas últimas hojas de vida, llamé a mi listado completo de contactos y me reuní con todos los que pude, para ‘saludarlos’ y pedirles de paso que me avisaran si sabían de algún trabajo. Son ese tipo de encuentros que uno inicia con un: «Uy, por fin se dejó ver»; y termina con un: «No se pierda». Qué mentira.
Me da la medianoche viendo The Film Zone
Intenté hacer todas esas cosas que antes no hice por «falta de tiempo». Me propuse leer un libro. Encontré El ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha. Me animé a abrirlo por la divertida carátula de un viejo panzón sobre un burro y de un caballero anoréxico con armadura. Arranqué: «En un lugar de la Mancha…, de cuyo nombre… acordarme» zzzz…, zzzz…, zzzz…. Qué sueño.
Las 11 de la mañana se volvieron las 11 de la madrugada, porque era lo más temprano que podía levantarme luego de trasnochar viendo capítulos repetidos de Los Simpsons y uno que otro programa sobre relaciones de pareja en The Film Zone, casos eróticos de la vida real (me di cuenta que Cinemax entró en la misma onda). Eventualmente me despertaba una llamada a las 10 de la mañana y yo hacía mi mejor esfuerzo para aclarar la voz y no sonar a recién levantado, pero es una tarea imposible; todos se dan cuenta: «¿Estabas durmiendo», preguntan. Me resistía a aceptarlo: «Nooooo, para nada…».
El tema se vuelve una pesadilla a partir de la semana tres. Es como protagonizar esa película en la que cada día se repite de manera idéntica al anterior. La espalda me duele de tanto dormir; siento vergüenza de verme a plena luz del día en pijama y despelucado; me baño antes de que lleguen mis hermanos de la Universidad o del trabajo; ahora son las 2 de la tarde y me toca desayunar-almorzar pidiendo un domicilio; lavo la loza para que en mi casa crean que al menos eso hago; veo televisión (cualquier serie vieja, porque Caracol TV decidió de manera insensata acabar con Padres e Hijos); es de noche y llegan mis padres; él me saluda con frialdad y mirándome como si fuera un parásito, una sanguijuela que se alimenta de su sangre; mi mamita sí me sigue llamando «rey» y hasta me sirve comida, a pesar de que sabe que no hice nada en todo el día; es la medianoche y ahí estoy, otra vez, viendo The Film Zone.
En ese nuevo y extraño mundo, que resulta ser mi propia casa, me doy cuenta de detalles que había dejado pasar inadvertidos. La tienda del barrio se ve muy distinta de día. Mi hermano, cuando llega de estudiar, se sienta por horas frente al computador. Mi hermana, cuando regresa de trabajar, habla sin parar por teléfono como si aún tuviera 15 años. Pensaba que mis padres ya no discutían, pero descubrí que lo siguen haciendo a diario.
Por unos días, mi abuelita fue mi mejor amiga
Las jornadas son extenuantes (porque, en serio, produce fatiga no hacer nada). Espero con ansias el fin de semana para salir con algunos amigos y amigas. Procuro que ellos me inviten. Vuelven las conversaciones incómodas acerca de qué estoy haciendo, etc. No me acerco a las mujeres porque no puedo ofrecerles, ni siquiera, una aromática. El fin de semana se acaba muy rápido y vuelve el lunes… y el martes… y el lunes. Parece una broma de mal gusto. Nadie llama. Antes tenía que cargar la batería de mi celular a diario. Ahora, la pila me dura hasta tres días y sólo me llegan mensajes de texto que dicen: «Hoy, ExtraTiempo MoviStar…». Si tengo la suerte de salir el siguiente fin de semana, me encontraré con la difícil realidad de que no tengo nada nuevo para contar, excepto lo que hice el fin de semana pasado que salí.
¿A quién llamo? Por una par de semanas mi abuela se convirtió en mi mejor amiga. Siempre estaba disponible para mí. Teníamos tanto en común: sin trabajo ni compromisos sentimentales y justo ella acababa de regresar de un viajecito, de manera que era toda mía. Pero no duró. Ella necesitaba un espacio para su propia vida social, con sus amigos viejitos. Me pidió que no la llamara más y me dijo que era un «intenso».
Decidí que no me iba a dejar ganar de la situación. Era el momento de hacer ejercicio, retomar las clases de guitarra que nunca inicié con juicio. Era lunes, otra vez, y aunque ya había perdido medio día levantándome a las 11 de la ‘madrugada’, no era tarde para empezar a aprovechar todo el tiempo libre del que ahora disponía.
Fue entonces cuando recibí la llamada que esperaba: empezaría a trabajar la otra semana. Apenas había entendido el potencial que tenía mi ‘desocupe’ y de un momento a otro me arrebatan mis horas y horas de tiempo libre. Me convencí de que, en todo caso, estaba en buen momento para incluir ciertos hábitos en mi vida, a pesar de que volvería al intenso ritmo de trabajo. Alisté el reloj despertador para las 8 de la mañana, con la firme intención  de levantarme a trotar. Antes de acostarme, agarré otro libro, esta vez algo más familiar, que ya había leído antes: «Muchos años después, frente al… pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano…» zzzz…, zzzzz…, zzzzz… Maldita sea, me quedé dormido. Otra vez, son las 11 de la ‘madrugada’.

*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Ma salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

*Mi twitter: @agomoso. Todos los posts en bit.ly/agomoso

*Si se lo perdió…

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

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