Opinamos de todo: «Yo le reconozco a Uribe que…», «el problema de fondo es la corrupción», «a la que deberían eliminar en Protagonistas de Novela es a ‘la Katerine’ esa». Cada individuo asegura tener la verdad absoluta y piensa que el resto se equivoca.

Hay epidemia de ‘opinitis’ que tiene origen en el virus Ei-1 (Ego injustificado de ‘Uno’). Lo padecen algunos twitteros fatigantes que saludan diciendo: «¡Hola mundo! ¡Aquí voy, con mucha energía!»; durante el día envían mensajes de toda actividad insulsa en su oficina o salón de clases y se despiden en la noche: «Hasta luego mis twitteros«. Cuando uno revisa, tienen apenas entre 15 y 17 followers.

La ‘opinitis’ se evidencia en una reunión de amigos. Cada persona siente la obligación -¡el deber!- de compartir sus irrelevantes comentarios. Si hay 10 personas, las 10 tienen que opinar. Hablan por ejemplo, como tema recurrente, de los problemas de colon. Aquí debo hacer un pequeño paréntesis para advertir que eso no debe ser motivo de conversación en un almuerzo. Llegué a pensar que mi fastidio hacia el tema era injustificado y que tal vez estaba confundiendo al colon con alguna otra parte del cuerpo. Pero no, el Diccionario de la Lengua Española lo define como la «porción del intestino grueso de los mamíferos, que empieza donde concluye el ciego, cuando este existe, y acaba donde comienza el recto». ¡Imagínense! A punto de probar una morcilla y escucho al otro comensal hablando de su colon irritado (de solo acordarme, se irrita el mío).

Los demás, parecen disfrutar la charla y empiezan a hablar del listado de alimentos que dañan su intestino (recuerde: desde el ciego hasta el recto); uno revela que le hacen mal los jugos cítricos, el otro dice que le pasa lo mismo pero menos con la toronja, el siguiente reniega de las verduras rojas, uno más se refiere a las harinas y siempre hay alguien (yo) a quien nada le hace daño. ¿Por qué todos, ¡TODOS!, tienen que decir alguna pendejada?

Y es apenas la punta del iceberg, porque el virus muta de ‘opinitis’ irrelevante a ‘controvertitis’ inútil. Ahí es donde se dan los interminables debates sobre si Uribe es bueno o malo y aparecen los sabios que no saben de nada pero lo comentan todo. Sé de buena fuente que el ex presidente se siente pleno y feliz cada vez que usted se digna a elogiarlo desde la sala de su casa; también experimenta depresión cuando critica su obra de Gobierno.

Padecemos el síndrome del ‘importantismo’

Por si no se dieron cuenta (hay gente que no lo nota) estaba siendo sarcástico. Nada más pretencioso que decir: «Yo no voté por Uribe, pero le reconozco que…». ¿Perdón? ¿Alguien puede creerse tan importante (sentirse tan «la verga») que se toma la molestia de hacer tal «reconocimiento»?

A eso le deberían llamar el síndrome del ‘importantismo’. Se trata de una actitud ególatra con un antecedente histórico: Colombia -en su infinita relevancia en el contexto global- le declaró la guerra a Alemania, en 1943. Podría jurar que Hitler ni se dio por enterado; no imagino a uno de sus generales interrumpiéndolo para decirle: «Mi Führer (lidercito), le tengo malas, ¡malas noticias! Va a tener que sentarse para escuchar esto: Colombia… ehhh…. ¡Colombia nos acaba de declarar la guerra!… Cálmese mi Führercito… cálmese… lo bueno es que Andrés Gómez Osorio, desde su casa en Bogotá, le hizo un reconocimiento a su gran oratoria».

El ‘importantismo’ lo heredaron los taxistas, en cuyo gremio hay un buen semillero de presidentes en potencia: «Mire hermano, esto se arregla es con educación», dicen. Los foristas de eltiempo.com, por su parte, son candidatos para magistrados de la Corte Suprema; se la pasan condenando y absolviendo a inocentes personajes de la vida pública como Íngrid, Piedad, Uribe y Laura Acuña. Opinan de todos con propiedad, sustentados en sus amplios conocimientos éticos y morales (aprovecho para alegrarle el día a Laurita «reconociendo» que está como un lulo). Todos son malos, menos uno mismo, como algunas humildes señoras que van al confesionario: «Acúseme padre, porque soy muy desinteresada, confío mucho en los demás y soy demasiado servicial. Mi pecado es ser tan buena…».

Nos creemos tan importantes que, además, inventamos falsos enemigos. He escuchado a varias mujeres decir: «Uish, ¡con esa vieja nos odiamos!», en referencia a algún impasse menor de pasillo o a la simple envidia que les produce el buen vestir de su archirrival. Los hombres -creyéndonos «la verga»- decimos con cinismo que algunas modelos o presentadoras no están tan buenas: «Oiga, sabe que Carolina Cruz no me gusta tanto» (sí, claro).

Los pastusos dicen hablar «el mejor castellano del mundo»

En las conferencias o seminarios siempre hay un ‘genio de incógnito’ entre el público asistente. A la hora de las preguntas -dirigidas al panelista principal-, este Einstein incomprendido aprovecha para hacer una larga disertación filosófico-mágico-cómica, queriendo demostrar sus vastos conocimientos y, de paso, esperando que alguien le dé trabajo. Su gran conclusión es la misma del taxista: «Esto se arregla con educación».

Si bien cada uno está convencido de ser más astuto que los demás, necesitamos que otros validen nuestros puntos de vista; buscamos aliados. Por eso, el síndrome del ‘importantismo’ y el virus del Ei-1 pasan del plano individual al regional. Los costeños se jactan de su «sabor» y se declaran inventores del nuevo «amanecer tropical», según el cual se levantan a las 11 de la madrugada; para ellos, todo lo que no sea Caribe es cachaco.

Pasa algo similar con los rolos; creemos que el resto del país es corroncho y de provincia; algunos bogotanos piensan que ésta es la primera ola invernal fuerte en la historia del país. Los pastusos, por su parte, dicen hablar «el mejor castellano del mundo», porque hacen una diferenciación fonética entre la ‘ll’ y la ‘y’ (¿dirán ‘cuy’ o ‘cuill’?, ¿’muy’ o ‘muill’?). De los paisas ya hay bastante literatura al respecto.

Y del colectivismo regional se pasa muy fácilmente al unanimismo nacional. Nos abrazamos en el tricolor patrio para decir que este es el mejor país del mundo. A mí se me infla el pecho cuando un extranjero le hace un «reconocimiento» a la calidad humana de nuestra gente. Me siento como reina de belleza en Miss Universo hablando del verde de nuestras selvas, el blanco de nuestros nevados, el azul de nuestros océanos (¡tenemos dos en esta patria querida!) y la diversidad cultural que encarnan nuestros costeños, paisas y pastusos, además del ‘tumba’o’ de las caleñas.

Ahora que lo pienso, los gringos tiene todo eso y más, pero no se jactan: cuentan con dos océanos, variedad ambiental y cultural, además de mejor infraestructura; no necesitan visa para conocer Hollywood o Disney… tampoco les hace falta para ir a Europa o América Latina. Sin duda, el ‘importantismo’ y el Ei-1 son epidemias colombianas; las usamos para darnos golpecitos en la espalda, mentirnos a nosotros mismos y convencernos de que somos mejores. No se atrevan a controvertirme, la verdad es mía y sólo mía, porque soy rolo, porque soy colombiano.

 

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*Si se lo perdió…

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo ni novia ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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