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Los directivos, en reunión con todos los empleados, juraron sobre una Biblia que no habría recortes: «Que se quede sin trabajo Andrés si miento», dijo el gerente, aunque advirtió que sí ajustarían otros rubros.

No me di por aludido, pero entendí que la situación estaba grave. Un primer indicador fue la falta de papel, de cualquier tipo y en todas sus presentaciones. No sólo me refiero a las resmas de las impresoras sino también al papel del baño. Lo peor es que me di cuenta de la novedad cuando ya tenía los pantalones abajo y me dispuse a ‘asearme’: «Ay, ¡este rollo es de hoja sencilla! ¡No es resistente! ¡Qué cagada!». A partir de ese momento empecé a extrañar cosas tan sencillas como el papel doble hoja. También noté que los jabones líquidos fueron descabezados.

Los tintos gratis se volvieron cosa del pasado, lo cual fue positivo para la salud de la nómina de la empresa, porque empezamos a bajar de peso hidratándonos a punta de agua. Lo grave fue que el café dejó de ser la excusa perfecta para reunirse en grupo y enterarse de nuevas noticas, de manera que debimos aprender a mordernos la lengua -no del hambre sino de la ansiedad- para esperar hasta el almuerzo y hablar del tema. Ahí nos dimos cuenta de que la empresa ordenó ahorrar hasta en las servilletas, de manera que las cortaban para que sirvieran por dos.

«¿Y qué han sabido?», preguntaba yo picándoles la lengua a los demás. Era como un ejercicio de confianza en el que poco a poco íbamos soltando información. Al final, resultaba ser una conversación decepcionante, porque todos nos dábamos cuenta de que sabíamos exactamente lo mismo: «Van a echar gente».

El nerviosismo era general. Los directivos habían explicado también que los cambios en la compañía requerían de un ajuste de funciones para «adaptarnos a los nuevos desafíos», así que nos invitaban a «ponernos la camiseta». En palabras de algún veterano, eso significaba: «Además de nuestro trabajo, nos van a poner a barrer y a cocinar por los mismos 2.000 pesitos».

 

«De aquí me sacan con las botas puestas»

Esa era apenas la introducción de su intervención. Lo que venía luego era todo un discurso de cómo su vasta experiencia sería remplazada por los parásitos empresariales del siglo XXI: los practicantes: «Vea hermano, aquí los duros traen a esos ‘chinos’ que se matan por hacer de todo, a cambio de un mínimo, un subsidio de transporte y dos bonos de Sodexho Pass. A ellos no les importa trasnochar y venir los fines de semana si es necesario, con tal de ganarse un puesto acá. Hasta traen su propio papel higiénico doble hoja. ¡Tan finos ellos! Así lo hacen quedar mal a uno, porque si yo reclamo dirán que soy un cagón, que vea cómo se las ingenian los nuevos pelao’s. Y esos son los que terminan quitándole la butaca a uno, a pesar de que son unos dormidos. El otro día le dije a uno que me consiguiera con urgencia un borrador de nata ¿y saben lo que me respondió? Dizque: ‘Yo no tengo confianza con Nata, pídale usted el borrador a ella’. Es que ya la experiencia no vale… pero eso sí, yo no les firmo nada. A mí no me van a ‘arreglar’. De aquí saldré con las botas puestas».

Al tiempo, los practicantes y nuevas contrataciones tenían su propio discurso: «Esos ‘cuchos’ de acá sienten que hacen parte de los activos de la empresa. La verdad es que están ‘capando’ museo hace rato. Tienen más años que Jota Mario (para muchos, él ya es un vejete). Cuando yo nací ellos ya estaban viejos. No evolucionan ni en la manera de peinarse. Todos parecen los muñecos salvavidas de Lego System. La otra vez le estaba explicando a uno de ellos cómo seleccionar un texto en el computador, oprimiendo ‘Control’ y luego ‘clic’… No saben el esfuerzo que hice para no reírme cuando se puso a buscar la tecla ‘clic’. El tipo pensó que le estaban fallando sus lentes bifocales. Es que no hay derecho. Y lloran más que los Protagonistas de Novela: que ya no dan tinto, que mire a la hora que me tienen trabajando todavía, que otra vez me unté la mano con el papel de hoja sencilla… ¡Uff, qué estrés!».

Con los días se fueron conociendo quiénes serían los afectados. Se trataba, a la vez, del secreto peor y mejor guardado del mundo, porque el chisme llegaba hasta otros continentes, pero nunca a oídos de las víctimas fatales. En mi caso, conocía en detalle la lista de los futuros desempleados, pero ignoraba por completo que mi nombre estaba incluido allí.

 

«Dale Señor el descanso eterno…»

Fue luego que comprendí por qué mis compañeros me miraban como si yo fuera un alma en pena. Me veían pasar y oraban mentalmente: «Dale Señor el descanso eterno… y brille para él la luz perpetua». Yo los veía con esa cara de funeral y los saludaba animado: «¡Qué hubo ‘perritos’! Parece que hubieran visto un muerto…». El más amable de ellos me dirigía unas palabras que no entendía pero me parecían emotivas:

– «Andresito, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén contigo».

– «¡Y con tu espíritu, ‘parcero’! Gracias por los buenos deseos», respondía yo al tiempo que pensaba: «A este man se le corrió el champú».

Después de algunos días empecé a temer por mi suerte. Ya no me ponían tareas especiales y mi jefe no era capaz de mirarme a los ojos. Nadie quería sentarse a almorzar conmigo. Me olía las axilas y me limpiaba constantemente la nariz: «¿Será que tengo ‘golpe de ala’ o mocos?», me preguntaba. Finalmente lo entendí.

Mi jefe reunió a todos sus asesores para hacer el anuncio y me sentí como Judas en el chiste de la Última Cena. En vez de Jesús -diciendo que uno de sus apóstoles lo había traicionado-, veía a mi jefe anunciando que uno de nosotros sería despedido: «¿Seré yo, maestro?», preguntó Alejandro. Nuestro líder negó con la cabeza. «¿Seré yo, maestro?», dudó Ricardo. La respuesta también fue negativa, así como con otros cinco asesores que formularon la misma inquietud. Todos me miraban, presionándome para que hiciera la pregunta. Muerto del susto, procedí: «¿Seré yo…, maestro?». La respuesta de mi jefe fue inmediata: «Nooooooo, ¡seré yo güevón!».

Ese mismo día salí junto a otros activos de la compañía (esos que estaban ‘capando’ museo). Se trataba de una lamentable procesión. Uno de ellos, aún de salida, no paraba de quejarse: «Mire, 30 años dedicándole mi vida a esta empresa, cumpliendo con las ocho horas constitucionales del trabajo, para que ahora digan que yo no me adapto a los cambios». «Eso pasa -le dije- cuando uno se enamora de la empresa y no de lo que uno hace».

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¡OJO! Este mes de marzo sale a la venta el libro «A usted también le ha pasado, ¡admítalo!», de Intermedio Editores. Son 21 ‘posts’ publicados y 19 INÉDITOS como: «TERMINAR con… colombiana vs. extranjera» (es la segunda parte de «SALIR con… colombiana vs. extranjera»), «Yo era un patito feo, inmundo; ahora soy un pato, a secas», «Soy el amigo gay de un par de amigas», «Las costeñas me intimidan» y «La buena vida de los hijos bastardos». ¡El prólogo es de mi mamita!

*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’

*Mi twitter: @agomoso. Busque posts anteriores en bit.ly/agomoso

*Si se lo perdió…

Shows de mujeres que hacemos los hombres’

‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’

‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’

‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’

‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

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‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

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‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

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‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

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‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

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‘Así se sufre una temporada sin trabajo ni novia ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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