Se les nota la incomodidad tan pronto cruzan la puerta. Tienen una manera especial de comunicarlo todo con su expresión facial: «Así que… ¿esto es lo que, según tú, yo me merezco?». Me encojo de hombros y -también sin pronunciar palabra- manifiesto lo que pienso: «Pues tú sabías para dónde veníamos. ¿Qué te sorprende?».

Se sienten como una ‘cualquiera’. En el fondo, creen ser unas princesas que deben ser tratadas como corresponde a tan alta dignidad. Piensan que, yendo a un motel, traicionan su corona y su linaje. No soportan la idea de encamarse en el mismo lugar donde decenas de parejas lo han hecho en las últimas horas. Se cruzan de brazos, miran con sospecha las sábanas, observan con indignación el papel higiénico al lado de la cama, respiran hondo, tuercen los ojos hacia arriba -al tiempo que los van cerrando- y ordenan apagar de inmediato la luz de neón.

Es una sensación diametralmente opuesta a la del hombre. Para nosotros, es como haber ganado un partido sin meter el gol todavía. Al fin y al cabo, la niña ya está ahí, con pleno conocimiento de causa de las actividades que se realizan en la edificación. Mejor dicho, sin haberlo dado, ella ya dijo que sí. Es una victoria anticipada.

En mi caso, en vez de ver con desprecio el cuarto, me sumerjo en él como un centro de entretenimiento. Busco el canal de películas porno y miro con curiosidad la silla destinada a maromas sexuales: «¡Ni se le ocurra Andrés que me voy a sentar ahí! ¡Qué asco!», dice ella abriendo las fosas nasales para permitir más oxígeno en su cerebro estresado. «No hace falta que te sientes -le contesto yo-, porque este ‘desnucadero’ permite toda clase de poses…». Ella me interrumpe, tan sólo estirando su brazo y poniéndome su mano al frente en señal de «¡cállate!».

Hay que tener mucho cuidado con estas princesas. Si uno juega las cartas de manera equivocada, son capaces de pedir que las devuelvan a su castillo sin dejarse coronar.

 

«No vuelvo a dejar que me traiga a un cuchitril de estos»

Es necesario darles espacio para que digieran el asunto y acepten con naturalidad que debieron rebajarse a plebeyas temporalmente por cuenta de la calentura. Recomiendo permitirles que se tomen su tiempo para entrar al baño, retocarse y mirarse de frente al espejo mientras suspiran y dicen: «Es sólo por esta vez. No vuelvo a dejar que me traiga a un cuchitril de estos».

No entiendo su vergüenza. Cuando entramos a la recepción del motel siento que a ella le provoca usar una máscara o tener una reconstrucción temporal del rostro para no ser identificada por los empleados. Como si ellos no tuvieran claro en dónde trabajan. No imagino a nadie diciendo: «U-tu-tui, par de pícaros… van a ‘tirar’ ¿no? ¡Qué berracos tan cachondos!».

Tampoco tiene sentido que ellas teman ser ‘reconocidas’ por otro cliente del lugar. Si eso llegara a pasar, sería un secreto bien guardado. Por ejemplo, si se encontrara con el jefe, bastaría con picarle el ojo desde lejos en señal de complicidad. Ese tipo no sería tan idiota de revelar que se topó con una subalterna en un motel, porque tendría que explicar con quién estaba él en ese lugar.

La incomodidad de ellas me sabe a amarga ingratitud. Pasar el rato en ese «cuchitril» me representa entre 70.000 y 90.000 pesos -nunca más ni menos-. Y no es sólo un tema de plata; ellas deberían valorar mejor mi disposición a entregarles mi sagrado cuerpo, sin detenerse en pequeños detalles como la luz de neón.

Si es mi novia, me gustaría que reconociera el esfuerzo que hago por darle lo que se merece y complacerla privadamente a falta de un apartamento propio. En eso soy muy considerado y puedo esperar con paciencia a que ella consiga su lugar para vivir. Me parece insólito que la novia viva con los papás y al mismo tiempo se indigne yendo a un motel. ¿O pretenderá que yo me vaya de mi casa paterna? Mmmm, también sería buena idea.

 

«Vamos… pero sólo a dormir»

Menos comprensible es cuando la queja viene de alguien que aceptó sexo casual. Puede ser una compañera de oficina o una recién conocida en una fiesta. En esos casos, los tragos ayudan a disminuir los delirios de princesa y a promover los instintos que las llevan -sin vergüenza y sin misterio- a acostarse con un tipo que las atrae.

Sin embargo, cuando no están suficientemente alicoradas suelen hacer mala cara durante todo el proceso: desde cuando uno hace la propuesta indecente hasta cuando se están mirando al espejo en el cuarto del motel. Es uno de los ‘sí’ más raros que puede dar una mujer, porque significa que accede a encamarse -y para eso hay que tener ganas-, pero al tiempo le da rabia.

Hay algunas que se mienten a sí mismas. Aceptan ir al motel, ¡pero sólo a dormir! Recientemente supe que es una práctica más común de lo que pensaba. Lo aplican algunas mujeres para no sentirse culpables ni fáciles. Pero todos saben en qué va a terminar esa historia. Por eso es que el tipo dice con el mayor convencimiento: «Claro, si lo que quieres es que durmamos en cucharita, no tengo ningún problema. ¡Vamos!».

En efecto, durante los primeros minutos acostadas en la cama, insisten en que fueron sólo a descansar, pero al final gana la insistencia del hombre. Es algo protocolario, porque ellas esperan que las vayan convenciendo. Es una mentira piadosa, como el chiste de proponer «sólo la puntica… ¡pero bien adentro!».

Queridas princesas: dejen la pendejada. Sucumban a la comodidad del motel sin tanto escrúpulo. Vean el lado positivo. Es un lugar de plena intimidad, sin el peligro de que una madre o un hermano entren al cuarto y se den cuenta de su bronceado. Anímense a coger el control remoto y a buscar ustedes mismas los canales porno. Atrévanse a explorar la silla ‘desnucadero’ y -para que no se sientan utilizadas- paguen la mitad del costo de la habitación. Todos ganamos así. Saben perfectamente a qué vamos. ¿De qué se sorprenden?

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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’

*facebook.com/agomoso Twitter: @agomoso

¡OJO! Ya está a la venta el libro «A usted también le ha pasado, ¡admítalo!», de Intermedio Editores. Son 21 ‘posts’ publicados y 19 INÉDITOS como: «TERMINAR con… colombiana vs. extranjera» (es la segunda parte de «SALIR con… colombiana vs. extranjera»), «Yo era un patito feo, inmundo; ahora soy un pato, a secas», «Soy el amigo gay de un par de amigas», «Las costeñas me intimidan» y «La buena vida de los hijos bastardos». ¡El prólogo es de mi mamita!

*Si se lo perdió…

‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’

‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’

Shows de mujeres que hacemos los hombres’

‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’

‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’

‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’

‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’

‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo ni novia ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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