‘Cuélese’ en uno de esos planes y prepárese sicológicamente para escucharlas de manera atenta. Guarde silencio y preste mucha atención a lo que ellas comunican.
La manera de ordenar la comida es muy diciente. Pocas se atreven a recibir tal cual las opciones del menú. La mayoría siente una imbatible necesidad de hacer pequeños ajustes a cuanto ingrediente lleve el plato.
Si las comensales son un grupo de mujeres, el mesero debe presentarse con una resma de papel para anotar todas las indicaciones. Que la ensalada sí, pero sin cebolla; que la carne también, pero con la salsa en un plato distinto, que el huevo ni muy duro ni muy crudo; «en vez de la papa, ¿será posible que me traigan tajadas de plátano?… Arroz ¡no!… o bueno, ¡mesero! Mejor sí, arroz pero poquito. ¿Le puede poner rodajas de tomate?».
Quien las atiende teme hacer el siguiente ofrecimiento, pero es inevitable: «De tomar les ofrezco jugo de mora, guayaba, guanábana o limonada». Todas se quedan pensando y los presagios del mesero se cumplen: «¿No tiene de papaya con banano?».
El pobre hombre toma aire y responde con paciencia: «No, tenemos de mora, guayaba, guanábana y limonada». Viene el siguiente minuto de silencio, hasta que alguna rompe el hielo: «¿Y gaseosas?». «Claro que sí -contesta amablemente el empleado, sabiendo que su pesadilla no ha terminado-, tengo productos Postobón». «Ah bueno -dice con alivio una de ellas-, entonces tráigame una Coca Cola, por favor».
El mesero -aparentemente- luce imperturbable, pero se nota su impaciencia por la manera como aprieta los dientes: «No, sólo productos Postobón», le recuerda él. «¿Y no tiene Sprite?». En este punto, al tipo se le entrecierran los ojos del desespero: «No, pero le puedo traer 7Up». Ellas, finalmente, aceptan con pesar el hecho de tener que conformarse con lo que hay.
Su obsesión por los signos zodiacales
Lo que parece una simple rutina de la hora del almuerzo, tiene más trasfondo del que se cree. Hay una íntima relación entre su estilo para ordenar comida y las exigencias que les hacen a los hombres: «Él es muy juicioso, muy familiar, ¡el problema es que la mamá opina sobre todo! (ensalada sin cebolla por favor)… Él me dedica mucho tiempo, pero me molesta que quiera llevar a sus amigos con nosotros a todas partes (carne, pero la salsa en un plato distinto)… él es cariñoso, pero no intenso (el huevo ni muy crudo ni muy duro)… me escribe mucho por chat, pero preferiría que me llamara más para hablar (plátano en vez de papa)… siento que es una mala influencia en mi vida, así que lo voy a dejar… ¡ay no! No puedo vivir sin él (no me traiga arroz… ¡ay, mejor sí!).
Ellas no piden las cosas como vienen; siempre quieren cambiarlas y son especialistas para pedir -justamente- lo que no hay. Por eso insisten en ordenar Coca Cola, cuando sólo hay productos Postobón; es la misma razón por la que quieren un Brad Pitt, cuando somos tantos los chibchas recorriendo las calles del país.
En un almuerzo, son miles los temas de conversación que permiten entender su forma pasional de ver la vida. Me ha llamado especialmente la atención su obsesión por los signos zodiacales. En cierta ocasión, hablaban del embarazo de una de ellas. Nos enteramos en ese momento de que el bebé nacería a finales de abril.
Yo me alistaba a decir que el parto podría coincidir con la Semana Santa; incluso, pensé en lanzar el típico comentario de hombre que sólo piensa en sexo: «Hum, o sea que andaban ‘tirando’ como locos en julio del año pasado». Pero la reacción unánime del resto de comensales fue totalmente inesperada para mí: «Si nace a finales de abril, ¡va a ser tauro!». La mujer embarazada lo tenía clarísimo y dio una conferencia magistral sobre la personalidad de quienes son tauro y la compatibilidad con el resto de signos del zodiaco.
Prefieren las explicaciones surrealistas y no científicas
El tema dio para que cada mujer de la mesa justificara sus comportamientos y fracasos amorosos, basadas en el signo que las rige. «He estado muy mal con mi novio. Él no me cree, pero leí que los aries tenemos relaciones conflictivas con los géminis… Yo soy libra y coincide totalmente con mi forma de ser pacífica, además de mi inconformismo con la rutina… Esa Laura tiene una energía muy negativa; me enteré que es capricornio y es típico de ese signo ser pesimista y hacer los favores con pistola… Ay, ustedes me están asustando, yo soy acuario y estoy saliendo con un virgo. ¿Será que no congeniamos el uno con el otro? ¿Qué tal que lo tenga chiquito o sea marica? Eso escuché».
Tras oír cómo definían sus vidas a través de los signos zodiacales, entendí el porqué son más pasionales que racionales: prefieren las explicaciones surrealistas y no científicas.
Les gusta fantasear con situaciones utópicas, porque les cuesta aceptar esa realidad tan simplona y poco digna de seres tan especiales como ellas. Por eso sueñan con ser como Julia Roberts en ‘Un lugar llamado Notting Hill’ y gozan identificándose con las mujeres de ‘Sex and the City’. Tuve una amiga que veía películas porno siempre hasta el final, intrigada por el desenlace de cada historia. Terminaba llorando de manera desconsolada: «No se casaron… después de toda esa pasión con la que se entregaron, ¡buaaaa!», sollozaba.
No hay más remedio que darles lo que quieren. Para que coman cebolla sin tantos ‘peros’, me aventuraré a convencerlas de que fue cultivada por elfos en la Tierra del Nunca Jamás o -para que suene más optimista- les diré que fue sembrada en la Pradera del Siempre Pa’ las que Sea.
Si mi signo no coincide con el de ellas, les enseñaré que es más acertado el horóscopo chino. Sobre todo, las seguiré escuchando, a ver si doy con una que quiera este menú tal y como viene, con los huevos ni muy duros ni muy blandos.
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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’
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*Si se lo perdió…
‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’
‘Mujeres que le tienen fobia al motel’
‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’
‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’
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