Nunca compro chicles, pero cuando veo a alguien abriendo un paquete de Trident me le tiro en plancha cual gamín que encuentra un billete: «¿Me regala?». Generalmente me responden usando un chiste viejo: «¡Regalo a Andrés! ¿Quién lo quiere?».

Gorreo (del verbo ‘gorrear’, avalado por la RAE)  Halls, Certs y Todo Rico. En general, todo lo que otra persona compre y sea susceptible de compartir. En los hoteles me llevo el ‘combo-frasco’ (champú, acondicionador y crema de manos); de los moteles guardo el gorro de baño y las pantuflas desechables. En el supermercado siempre hago la fila más larga, para alcanzar a leer lo que más pueda de ‘TV y Novelas’. Me gusta que nada me cueste, que me caiga en las manos, que mi Dios provea, que el Gobierno nacional resuelva todo, que gaste el otro.

Recientemente, para ahorrar, me hice el propósito de no desperdiciar ni un sólo peso en cigarrillos. Lo que nunca me propuse fue dejar de fumar. ¿Cómo me vieron? Parecía el crimen perfecto, pero ya nadie abre un paquete de cigarrillos en mi presencia porque parezco una paloma de la Plaza de Bolívar que aletea cada vez que el maíz cae al suelo: «Uy, ¡comida gratis!», dicen ellas… Quisiera ser paloma.

Las vendedoras de La Riviera esconden todas las muestras de los perfumes cada vez que acompaño a mi novia a comprar sus cremas de tía. Por eso es que ahora esculco todas las revistas con publicidad de colonias, a ver si alguna tiene una fragancia que me pueda untar. Una vez, mi mamá me vio restregándome una hoja de revista y pensó que me estaba ‘autosugestionando’ con la foto del modelo: «No es lo que tú piensas», le dije.

En Carulla, al principio, pasaba hasta cinco veces por el mismo puesto de quesos y jamones, haciéndome el que metía cosas en una canasta. Buscaba que mi mirada se cruzara con la de la vendedora para que me ofreciera de manera espontánea y yo dijera, de la manera más desprevenida del mundo: «Ah, bueno ¿qué es?… Mmm, rico». Ahora, las impulsadoras se embuten la comida cuando detectan mi presencia. Prefieren comérsela antes que dármela porque saben que no les voy a comprar nada: «Ña se apabó (ya se acabó)», me dicen con la boca llena y los cachetes inflados… Quisiera ser impulsadora.

 

Pedigüeños de boletas

Creo que soy un miserable. No es fácil reconocerlo. Quiero ahorrar a costillas de los demás y eso tampoco es sencillo. Por ejemplo, ser ‘gasolinero’ es muy complicado. Siempre tengo que esperar tiempo extra en la oficina para que alguien me acerque hasta mi casa.

Lo peor es que debo someterme a que el conductor elegido pase primero a recoger a su novia y luego se detenga en una bomba de gasolina, no sólo para ‘tanquear’, sino también para comprar cigarrillos y chicles. En todo caso, le saco provecho a la situación: «¿Me regala un Trident?… Uy… y de una vez un cigarrillito, para fumármelo mientras camino hasta la casa»… Quiero ser dueño de una bomba de gasolina.

Por supuesto, muchas veces sale más costoso quererlo todo regalado. Me ocurrió cuando fui a comprar zapatos y me dijeron que si pagaba dos pares el tercero me salía gratis. Duré una hora y media probándome toda clase de calzado, hasta que finalmente escogí los tres definitivos.

Era todo un conflicto interno, porque el sólo hecho de comprarme un par ya me hacía doler el bolsillo. Pensaba solo, ensimismado, en una de las sillas del lugar, mientras miraba con anhelo los zapatos: «Si compro el segundo par… me sale por tanta plata… cinco por cinco, veinticinco… el ocho le presta al uno… y dos que llevaba… para 10, para 20, para 100… ¡Uff!, mucha plata… mejor no, yo no voy a caer en ese juego… ay, ¡pero es que el tercer par es regalado!… Dios mío, dame una señal».

Tengo otra obsesión: conseguir boletas… para cualquier cosa, un concierto, una obra de teatro, la premier de una película, la inauguración de un bar. Es una obsesión que trasnocha a más de uno.

Mis amigos juran que -en mi condición de periodista- me llegan montones de entradas para ir a las presentaciones de Shakira o Juanes. Lo que no saben es que yo hago el mismo intento pedigüeño con mis colegas que cubren las secciones de cultura y entretenimiento. Lo que yo no sabía es que otros cientos de periodistas también les ruegan a esos colegas por una boleta. De lo que me acabo de enterar, es que los periodistas de cultura y entretenimiento, a su vez, también gorrean miserablemente entradas con los organizadores de los eventos. Quisiera ser Juanes (¿o Shakira?).

 

Mis tías se rapan la ropa usada de su prima millonaria

Mi hermano -un experto en el arte de vivir gratis- participa de cuanta promoción se le cruza por el frente. Recuerdo especialmente una época en la que hurgaba entre la basura (con uniforme de reciclador, es decir, pantalón de sudadera azul desteñido, camiseta de Mickey Mouse y gorra de Terpel). Él buscaba envases de las gaseosas Crush porque así, a cambio de tres tapas, entraba a cine los martes… Mi hermano hubiera querido ser distribuidor de gaseosas.

Para no ir muy lejos, creé un evento en mi fan page de Facebook avisando que el próximo domingo presentaré, de manera oficial, mi libro -en la Feria Internacional del Libro que comienza esta semana-. Al principio iban a ir sólo 15, pero tras anunciar que regalaría boletas para no pagar la entrada a Corferias, aumentaron a 100 los que confirmaron su asistencia. ¿Cómo los vieron?

Pienso inevitablemente en mis tías y en cómo se pelean para quedarse con las prendas de vestir usadas que regala la prima millonaria. Ella llega con una caja grande de cartón (o bolsas del Éxito), que contiene los harapos que solían usar ella, su marido y sus hijos.

Se rapan de las manos los pantalones rotos, las camisas desteñidas con gotas de cloro y los zapatos de suela gastada para dárselos a sus respectivos hijos: «Mamá… estos tenis me quedan muy grandes», le dijo alguna vez uno de mis primos a su madre. Ella, apretando los dientes, como en señal de «no sea malagradecido», le insistió: «Lléveselos para la casa que cuando crezca le van a servir. Él, consternado, le recordó a mi tía un pequeño detalle: «Mamá, ¡tengo 25 años!».

En las relaciones también se quiere todo gratis. Muchas mujeres pretenden salir con nosotros sin poner un peso: que las recojamos y paguemos todos los costos de la salida. Nosotros queremos acostarnos con ellas sin siquiera tener que gastar una cerveza Águila. ¿No les digo? La ley del menor esfuerzo. Algunos quisieran ser mujeres, así podrían tocarse las tetas sin tener que invitarlas a comer.

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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Las ‘supervacaciones’ de mi mamá me aburren’

*facebook.com/agomoso Twitter: @agomoso

Nos vemos este domingo en la Feria del Libro, a las 6:30 p.m., en el salón Porfirio Barba Jacob. Si no ha comprado el libro… usted es muy ‘líchigo’ pero no importa, puede reírse gratis con la presentación que va a hacer Antonio Sanint.

«A usted también le ha pasado, ¡admítalo!» -de Intermedio Editores- está a la venta en Panamericana, Librería Nacional (aquí, compra on-line), Prodiscos, Tower Records y La 14, entre otras. Incluye 20 artículos INÉDITOS (vea aquí los títulos). ¡El prólogo es de mi mamita!

*Si se lo perdió…

‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’

‘La bendita maña de decir mentiras’

‘El amor al carrito nuevo’

‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’

‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’

‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’

‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’

‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’

‘Mujeres que le tienen fobia al motel’

‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’

‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’

Shows de mujeres que hacemos los hombres’

‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’

‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’

‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’

‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’

‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo, ni novia, ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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