Un amigo y una amiga se conocieron porque yo los presenté. Empezaron a salir y un día me llamaron -por aparte- para quejarse. Me contaron, cada uno desde su punto de vista, la historia de ‘el polvo que no fue’.
En el ‘post’ anterior conté lo que sucedió el sábado. Este es el relato sin censura de los acontecimientos del domingo siguiente.
La versión de ella (II)
Lo primero que hice ese domingo fue depilarme, ¡toda! Sólo me quedaron pelos en la cabeza… Ay, ¡Andrés!… ¡cómo me pides que te muestre! ¡Tan bobo!… Yo dije: «A este pobre man lo voy a recompensar después de esa calentada que le pegué el sábado».
Habíamos quedado de comer en la noche. Me recogió en su carro y, como siempre, se bajó a abrirme la puerta. Eso me encanta de él. Es supercaballeroso. En el restaurante corrió la silla para que me sentara. Hasta ahí todo bien. Yo sugerí que tomáramos vino… Jajaja, pues tú sabes que el trago es un buen ‘afloja-cucos’.
Empezamos a hablar de bobadas y nos cogimos de la mano mientras llegaba la pasta que pedimos… ¡más divino! Cuando íbamos a la mitad del plato toqué el tema de la noche anterior. Quería justificar mi comportamiento del sábado y también sugerir que esta vez sí se lo iba a dar. Pero ese idiota lo malinterpretó todo.
Le dije algo así como: «Mira, qué pena por lo de anoche. Es que yo prefiero que las cosas no se den tan rápido…, pero tú me gustas mucho y eso es algo que yo quiero que pase y pues… no te preocupes, se va a dar más pronto de lo que esperas». Mejor dicho: la más linda del mundo.
No sabes la cara que me hizo en ese momento. Fue como si le hubieran revuelto el estómago. Yo no sabía cómo explicarle que quería ‘tirar’ con él esa misma noche. Pero tampoco le iba a decir: «No, ¡fresco!, no se preocupe que ya tiene el ‘polvito’ asegurado».
Él intentó demostrar que ese tema no le incomodaba. Me dijo: «Tranquila, yo puedo esperar». Pero obviamente estaba muy rayado. ¡Se le notaba la histeria! El resto del tiempo estuvo monosilábico y dejó el plato a la mitad. Es más, el grosero ese pidió la cuenta sin que yo hubiera terminado. ¡¿Qué tal el infeliz?! Me echó el ‘cuentazo’ que «justo se había acordado» que tenía que entregarle el carro al papá para ir a una comida familiar. ¿Me pueden creer tan pendeja en la vida? ¡Si yo sé que el carro es de él!
Estaba tan raro que ni me cogió de la mano cuando caminamos al parqueadero. Además, se mantenía a distancia. ¡Ni siquiera me abrió la puerta! Lo peor es que yo estaba muerta del frío y el guache ese abrió las ventanas sin siquiera haber prendido el carro. Manejó como un gamín. Cogió cuanto hueco se le atravesó, todo por el afán que tenía de deshacerse de mí.
En fin, en la portería yo quise quedarme hablando, como de costumbre. Y a pesar de lo cretino que había sido, quería invitarlo a pasar a mi casa para que viera que mi intención era acostarme con él. ¡Uish! ¡Es que soy más estúpida! Tampoco se bajó a abrirme la puerta y prácticamente me echó. Ni me dejó hablar. Simplemente dijo: «En serio tengo que entregarle el carro a mi papá».
Yo dije: «¡Listo! Este idiota no va a hacer que le ruegue». Ni le di beso y me bajé. Al otro día no me llamó y yo tampoco. Que ni crea que lo voy a llamar… Tiene mucho ‘güevo’.
La versión de él (II)
Yo me dije: «Hermano, borrón y cuenta nueva. Yo no me voy a rayar porque no me lo dio anoche. Ya vendrá ese momento. A ese arrocito le falta solo un poquito de cocción pa’ comerme la pega».
Pasé a recogerla y, como siempre, me bajé a abrirle la puerta. En el restaurante le corrí la silla para que se sentara. Mejor dicho: ¡todo un gentleman! Ella pidió vino y me pareció lo máximo, porque pensé: «Con traguito se le aflojan los cuquitos». Jajaja… ¡Oiga!… no sea pasado Andrés; sólo yo tengo derecho a ‘morbosearla’. Y la verdad es que siento que la quiero, así que no se ponga a hacer esos chistes.
En fin. Todo iba muy bien. Empezamos a hablar de pendejadas, cogiditos de la mano… una vaina bien romántica. Pedimos pasta ¡y ese fue el peor error de mi vida! Me empecé a sentir mal del estómago. Me dieron unos retorcijones muy ‘pailas’. Cuando yo iba a la mitad de mi plato, ella estaba diciéndome que qué embarrada la calentada de la noche anterior, que a ella no le gustaban las vainas rápido pero que conmigo se iban a dar «muy pronto». Vea hermano, cuando esa vieja dijo «muy pronto», hizo una carita como de: «Te voy a comer esta misma noche».
Yo no tuve tiempo de emocionarme porque justo en ese momento… ¡se me ‘aflojó’ la pasta hermano! ¡Imagínese! Yo debí haber hecho una cara de culo enorme, porque ella se dio cuenta de que a mí me estaba pasando algo. Creo que pensó que yo la había malinterpretado y que me había puesto ‘rabón’ porque ese «muy pronto» no iba a ser esa noche sino otro día.
No hermano… usted no me ha entendido… cómo le explico…, no es que simplemente se me haya revuelto el estómago… lo que pasó es que… Ay marica, ¡me cagué!… ¡No se burle!… Jajaja, sí, yo sé que la idea era aflojarle los cuquitos y no que se me aflojara el estómago. Qué embarrada, justo cuando tenía el ‘polvito’ asegurado.
El resto de la comida estuve monosilábico. Yo no dejaba de pensar en qué hacer. No me paré al baño porque no tenía ni idea de cómo se veía esa vaina. Fueron unos minutos eternos y lo único que esperaba es que terminara rápido su comida. No volví a tocar la pasta. Vea, yo sentía que ese ‘aroma’ estaba esparciéndose a lo largo y ancho del restaurante.
Me dio pánico que ella se diera cuenta y no aguanté más: pedí al mesero un datáfono para pagar. Ella ni había terminado. Me hizo una cara como de: «What?«. Yo le dije que dizque me acababa de acordar que le tenía que entregar el carro a mi papá porque lo necesitaba para ir a una comida familiar. ¿Puede creer lo güevón que soy? Obviamente ella no se creyó el cuento porque sabe muy bien que el carro es mío. Estaba histérica, pero ni modo. ¿Qué más podía hacer yo?
Me paré esperando que ella caminara delante de mí y así no se diera cuenta de mi estela de popó. Jajaja, sí marica, una chanda. Cuando salimos, me hice el pendejo y le dije que me tenía que devolver al baño. Allá me bajé los pantalones a ver ese desastre. No se imagina el mierdero. Limpié lo que pude y salí.
Mientras caminábamos al parqueadero ni la cogí de la mano. La mantuve a distancia. Ni siquiera le abrí la puerta pensando que todavía podía sentir el olor. Lo peor es que estaba haciendo un frío ni el ‘hp’ y lo primero que hice, antes de prender el carro, fue abrir las ventanas de par en par. Esa vieja debe estar pensando que soy el man más cabrón del mundo, porque además manejé como un gamín. Tenía tanto afán y angustia que cogí todos los huecos que se me atravesaron.
Cuando llegamos a su portería, ella quiso quedarse hablando, como siempre. Yo sabía que me iba a pedir que entrara al apartamento, pero antes de que dijera algo, yo la paré. Le dije que en serio tenía que entregarle el carro a mi papá. Me hizo una cara de empute que ni le cuento. Se bajó sin darme un beso y yo arranqué de una para no darle tiempo de devolverse.
Fue el peor día de mi vida. Obviamente, ella no me ha llamado y yo tampoco lo he hecho porque no tengo ni idea de cómo explicarle lo que pasó… ¡No Andrés!, ni se le ocurra decirle, no sea ‘güevón’.
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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘La necesidad tiene cara de olla – Yo hice fila con sobres de Ricostilla’
¡Ojo! El sábado 11 de junio a las 4 p.m. estaré en la Panamericana de Unicentro (Bogotá) firmando libros. En la editorial juran que aún hay gente interesada en conocerme (sí, como no). También pueden ir simplemente a tomarles fotos a los horrendos lunares de mi cara.
El libro «A usted también le ha pasado, ¡admítalo!» -de Intermedio Editores- está a la venta en Panamericana, Librería Nacional (aquí, compra on-line), Prodiscos, Tower Records y La 14, entre otras. Incluye 20 artículos INÉDITOS (vea aquí los títulos). ¡El prólogo es de mi mamita!
*Si se lo perdió…
‘Malos entendidos entre hombres y mujeres – Primera parte’
‘Chistes tontos de la infancia’
‘Las ‘supervacaciones’ de mi mamá me aburren’
‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’
‘La bendita maña de decir mentiras’
‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’
‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’
‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’
‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’
‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’
‘Mujeres que le tienen fobia al motel’
‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’
‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’
‘Shows de mujeres que hacemos los hombres’
‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’
‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’
‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’
‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’
‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’
‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’
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‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’
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