«¡Me voy a bajar!», dijo ella, histérica, desabrochándose el cinturón de seguridad. Pude leer su mente: «Donde me deje aquí botada, ¡uish!, ¡lo mato!». Yo le respondí, desafiante: «¡Pues bájate!», al tiempo que pensaba: «Si dejo que se baje aquí, ¡me mata!».
Llovía a cántaros en Bogotá. El tráfico -por supuesto- estaba peor que nunca y ponía a prueba el buen humor de cualquiera que intentara movilizarse. Yo ya estaba molesto y fastidiado por el trancón. Mi mal genio terminó de alborotarse con su demora de 15 minutos. «Ya salgo, ‘Bubuchito’ (bebecito), estoy apagando el computador», me había dicho poco antes por celular.
Empecé a envenenarme con la eterna espera, presionado por los otros conductores que descargaban sobre mí los pitos de sus carros, al verme parqueado con luces estacionarias y ocupando todo un carril. Bajé un poco mi ventana y le grité a uno de ellos: «¡Pase, ‘güevón’! ¡Ahí hay espacio! ¡Ni que estuviera manejando una tractomula!». El tipo ese supo darme donde más me dolía: «¡Pues al menos no estoy manejando un carrito de niña, pedazo de ‘Twingay’!». A mí se me alborotó la úlcera: «¡Al ‘Negrito’ lo respeta!» (para comprender mejor mi indignación, lea: El amor al carrito nuevo).
Al fin bajó mi novia. «Hola ‘Hurmocho’ (hermoso)», dijo tan pronto se montó al carro. La saludé fríamente, como pa’ que entendiera que estaba bravo. Mientras manejaba a 5 kilómetros por hora (la velocidad que a duras penas permitía el trancón), empecé a hacer jetas, cual tía estresada: «Ahí está pintada -pensaba-, siempre me sale con la misma. Yo con este afán y ella saluda como si nada. ¡Los 15 minutos que se demoró son suficientes pa’ coger un trancón peor!… Más bobo yo que le creo sus cuenticos de siempre. Ella jura que lo arregla todo acentuando la ‘u’ y pronunciando la ‘ch’: Estoy a una cuadra, ‘Puchocho’ (precioso)… Me arreglo en cinco minutos, ‘Chucuchín’ (chiquitín)… Sólo pasamos a saludar y ya, ‘Mumochito’ (mi amorcito)… ¡Uff!».
«¡No se te olvide de quién es este carro!»
Ella -por supuesto- se dio cuenta de mi piedra. Guardó silencio, evitando cualquier tipo de movimiento o sonido que pudiera dar inicio a una confrontación. Con ella he entendido que las parejas, cuando pelean, suelen manejar ciertos espacios de mutismo y frialdad, como fugaces guerras frías en las que ambos saben que algo anda mal, pero ninguno se atreve a hablar del problema. Yo había apagado el radio, además, porque poco o nada se oía en medio del ruido que hacían las gruesas gotas de lluvia estrellándose sobre el carro, sin contar el estresante sonido del limpiabrisas refregándose intensamente contra el vidrio.
Sin embargo, aprovechando el silencio, ella empezó a llenarse de motivos y a envenenarse de a poquitos: «Qué tal -pensó-, dizque haciéndome favores con escopeta. Más estúpida yo que me dejo. No señor, ¡no mijito!, este no me la va a montar. ¡Uish! ¡Grrr! Y siempre me sale con las mismas. Primero me hace sentir como un culo y luego busca contentarme, como si nada hubiera pasado. Él cree que lo soluciona todo hablándome a punta de emes (m) y de enes (n): ¿Qué te pasa ‘Minda’ (linda)?… ¿Estás bravita ‘Mumina’ (divina)?… No estés así conmigo ‘Miminita’ (mi vidita)… ¡Uff!».
Sólo con la intención de retarme, prendió el radio y lo puso a todo volumen. Sintonizó ‘La Luciérnaga’ (de Caracol). «¡Arrrrrrriba rating!», gritaba uno de los humoristas del programa. «¿Y a ti qué te pasa? ¿Me quieres dejar sordo o qué? ¡No se te olvide de quién es este carro!», le dije, al tiempo que le bajé al volumen. Ella estalló: «¿Qué le pasa a usted, mijo? ¡¿Cree que me voy a quedar aquí mirando pa’l techo, como una imbécil, mientras usted me humilla?!».
Fue ahí cuando amenazó con bajarse del carro. Desistió al ver la calle inundada. Quiso recostar con agresividad su brazo al lado de la ventana, pero el impulso hizo que se pegara en el codo. La miré con cara de satisfacción, sonriendo maliciosamente, como quien dice: «Bien, hecho, pa’ que aprenda por grosera».
«¡Vas a ver lo que ‘esta niña’ es capaz de hacer al volante!»
Ella se puso roja de la ira y de la vergüenza. Vi -en cámara lenta- cómo se alistaba para pegarme la cantaleta del siglo. Asustado, aferrándome al timón, esquivé sus ojos y miré hacia el frente. Fue justo a tiempo, porque iba en camino de estrellar al carro de adelante. Frené en seco; la sacudida hizo que el pelo de ella quedara revuelto en su cara. A pesar de que no íbamos muy rápido, quedé pálido del susto (para saber más de mis habilidades al volante, lea: Manejo como una dulce anciana).
Mi novia aprovechó para descargarse: «¡Sí ve lo que hace! ¡Casi nos mataaamooos!». Intenté decirle que no era para tanto, que no fuera exagerada, que no íbamos ni a 10 kilómetros por hora, pero balbuceé y no me salió una sola palabra de la boca. Al ver mi incapacidad para responder, siguió desahogándose: «¡¿Qué?! ¡¿Ahora me va a echar la culpa?! ¡Si el que maneja este carro como una niña es usted!». Ahí sí me hizo reaccionar. Me alisté para responderle con todo mi arsenal, porque no podía permitir que mi propia novia cuestionara mi hombría.
«¡Pues vas a ver lo que ‘esta niña’ es capaz de hacer al volante!», exclamé, al tiempo que puse el cambio en primera y me dispuse a arrancar con brusquedad, para demostrarle mi furia masculina…. Pero metí mal el clutch y se me apagó. La reacción de ella fue inmediata: «¡Buenaaaaa! ¡¿Quién quiere comerse este ‘buñuelo’?! ¡Traigan una Coca-Cola pa’ este ‘paquete’! ¡Un leñador que me cargue a este ‘tronco’!».
Humillado y derrotado, prendí el carro. La miré con cara de puchero y arranqué. Nos quedamos callados el resto del recorrido. Minutos después dejó de llover y apagué el limpiabrisas. Oímos la radio en silencio. Llegamos a la portería de su casa. Ninguno sabía qué decir. En el fondo, estábamos apenados.
El hielo se rompió cuando el ‘Cuenta-huesos’, de ‘La Luciérnaga’, echó el chiste de la botella que le dice a la otra (así, como hablan las botellas): «Imagínate que ando preocupada porque estoy reteniendo líquidos». Nos causó gracia y sonreímos. La miré, otra vez con mi cara de puchero, y le dije: » ‘Mumina’, yo no quiero que peleemos…». Ella se lanzó a abrazarme y respondió: «Yo tampoco, ‘Hurmocho’, ¡qué bobada!».
*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Si yo trabajara con una moto, también me metería entre los carros’
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‘Mis ‘archienemigos’: los zancudos’
‘¿Por qué los hombres feos despreciamos a las mujeres feas?’
‘¡Alerta! ¡Mi mamá tiene cuenta en Twitter!’
‘¿Es ud. adicto a la impuntualidad? Yo sí’
‘Cuando una mujer se aprovecha de un hombre’
‘Si yo fuera empleada del servicio… sería igual de confianzuda’
‘Las costeñas me intimidan’ (del libro ‘A usted también le ha pasado, ¡admítalo!’)
‘Si yo fuera taxista… sería igual de atravesado’
‘Trabajo como ‘independiente’ y… ¡me estoy volviendo loco!’
‘La necesidad tiene cara de olla – Yo hice fila con sobres de Ricostilla’
‘Malentendidos entre hombres y mujeres – Segunda parte’
‘Malentendidos entre hombres y mujeres – Primera parte’
‘Chistes tontos de la infancia’
‘Las ‘supervacaciones’ de mi mamá me aburren’
‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’
‘La bendita maña de decir mentiras’
‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’
‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’
‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’
‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’
‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’
‘Mujeres que le tienen fobia al motel’
‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’
‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’
‘Shows de mujeres que hacemos los hombres’
‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’
‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’
‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’
‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’
‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’
‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’
‘Manejo como una dulce anciana’
‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’
‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’
‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’
‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’
‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’
‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’
‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’
‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’
‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’
‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’
‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’
‘Así es, aún vivo con mi mamá’
‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’
‘Salir con… colombiana vs. extranjera’
‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’
‘Qué miedo empezar una nueva relación’
‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’
‘Así se sufre una temporada sin trabajo, ni novia, ni plata pa’ viajar’
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