Yo soñaba que una lectora sorprendida y emocionada gritaría desde un andén: «¡Allá va ‘Agomoso’! ¡Chao, papacito!». Imaginaba mi mejor faceta de galán: manejando mi flamante Twingo negro, recién lavado, y ojalá en un día de sol para lucir mis gafas oscuras, como todo un famoso inalcanzable. Desde la distancia, saludaría a esa «fancita» con un leve movimiento de mano y le regalaría una sonrisa coqueta que la dejaría «matada».
No ocurrió como lo esperaba. La primera vez que alguien me identificó, yo tenía «pico y placa» y acababa de ingresar -a las malas- al bus de Transmilenio, en el portal de la 170. En esa ocasión, más que nunca, entré dando empujones solapadamente y mirando con desespero, de un lado a otro, para encontrar una silla vacía. Una joven -con pinta de universitaria- se paró justo en la mitad de dos puestos, indecisa entre sentarse al lado de la ventana o junto al pasillo. Di dos zancadas y la saqué de la duda empujándola con mi cadera, bruscamente, contra el rincón.
Me senté y percibí que ella se quedó observándome con intensidad. Tuve que esforzarme para quedarme quieto, mirando hacia el frente, intentando hacer mi mejor cara de «aquí no ha pasado nada». Al mismo tiempo, pensaba: «Ay, Dios mío, me va a ‘madrear’… Esta ‘vieja’ va a gritar que soy un guache, que mucho gamín, que mucha vaca tan atravesada…», pensé. Pero no, sus palabras fueron otras: «¿Tú eres ‘Agomoso’, verdad?», dijo ella mientras se sobaba la cadera.
Fue entonces cuando quise que me tragara la tierra, porque la imagen de «figura pública» que siempre había querido dar a los «fancitos» contrastaba con la realidad de ese momento: estaba sudado y despelucado, gracias al forcejeo con los otros pasajeros por conseguir silla, como niños que se empujan para agarrar los mejores regalos de una piñata.
Lejos de creerme el cuento, he disfrutado los fugaces momentos de «fama» durante los 20 meses de vida de este blog, incluida la vez que me reconocieron mientras corría los «10k de Nike» y se burlaron de mí porque usaba una lycra («Uy, ‘Agomoso’ se pone ‘chicles’ «).
«Antonio Sanint va a ‘robarse’ mi show«
Sin duda, el momento más gratificante de todos fue en la Feria del Libro, el día del lanzamiento de «A usted también la ha pasado, ¡admítalo!» -donde se recogen algunas de las historias más comentadas de este blog y otras que escribí para que fueran leídas, exclusivamente, en el papel-. Antonio Sanint, ni más ni menos, fue el presentador del evento. ¿Cómo lo contacté? La típica: a través de «el amigo de un amigo». Creo que, simplemente, conté con mucha suerte. Según mi madre, «eso fue obra de mi Dios bendito que es tan misericordioso».
Experimenté un nivel de ansiedad y pánico escénico que jamás había sentido. Era el día de la madre y temía que el auditorio estuviera vacío. Afortunadamente, la editorial de mi libro -Intermedio Editores- había impreso más de 150 boletas para el evento y con ellas se podía entrar gratis a Corferias. Invoqué el espíritu gorrero de los lectores y pasé dos semanas pidiéndoles -a través de Facebook- que me escribieran las direcciones de sus casas. Copié una por una en un documento de Word, envié el listado a la editorial y desde allí mandaron las boletas a través de un servicio de mensajería.
El auditorio se llenó. No lo podía creer. Antes de hacer mi aparición, me tomé cuatro copas de vino para relajarme un poco. Entonces tuve otra preocupación: «Antonio Sanint va a ‘robarse’ mi show… Con ese man tan chistoso voy a verme como el ‘cuentahuesos’ «, pensé.
Y pues sí, él fue más gracioso. Cuando yo decía algo, la gente se reía animadamente: «Jejejeje». Pero cuando Antonio hablaba, los asistentes se salían de sus sillas y carcajeaban como si estuvieran poseídos: «¡JUAS-JUAS-JUAS-JUAS-JUAS!». Me divertí bastante y él fue supremamente generoso: me dio juego suficiente para hacerme sentir cómodo en ese pequeño stand-up comedy que improvisamos. Podrán imaginarse la infinita gratitud que le tengo por haberse tomado la molestia de presentar el libro de un tipo que ni siquiera conocía.
Alcancé a sentirme como un pequeño rockstar -algunos me decían blogstar-, sorprendido de que hubiera gente pidiéndome autógrafos o queriendo tomarse fotos conmigo.
Los comentarios que alimentan el ego del escritor
Es extraño cómo este blog se convirtió en una tarea obligada de todas las semanas, a pesar de que no había ningún contrato de por medio. Redactar cada texto me tomó entre cinco y doce horas. Muchas veces trasnoché escribiendo los posts, sin mayor motivación que la de «medir a los lectores», ver sus comentarios y analizar qué tanto compartían los textos en Facebook y Twitter. Han sido en total 100 artículos: 18 que sólo pueden encontrarse en el libro y 82 publicados aquí. Sumados, componen un texto de más de 500 páginas.
Creo que ha sido un asunto de reconocimiento… de vanidad. No he tecleado por satisfacción propia, sino por el placer de tener a otros opinando sobre mis textos. Difícil creer en quienes montan un blog y dicen escribir para sí mismos y no para que otros los lean. Es como las mujeres que aseguran ponerse bonitas para sí mismas -¡qué va!, lo hacen para que «el mundo» las contemple-.
Precisamente, el mejor combustible de este proyecto que hoy acaba fueron esos comentarios que sirvieron para alimentar mi ego. Esa es la verdad. Los elogios y las críticas fueron un incentivo semanal para esforzarme en cada palabra. Al fin y al cabo, un escritor vive de eso: de aplausos -para sentir que ha valido la pena- y de tomates -para exigirse más-.
He extrañado los debates que antes se armaban en esta página, gracias a las opiniones de unos que agradecían, de otros que destrozaban y de algunos más que se dedicaban a hacer reflexiones mágico-cómico-filosóficas. Entiendo que varios dejaron de comentar aquí porque trasladaron sus opiniones a mi cuenta de Twitter y a mi página de Facebook. Hoy les pido que dejen un comentario en esta página -el último, para quienes han solido hacerlo; y el primero para quienes nunca lo han hecho-.
Gracias a cada lector por darme aliento con su lectura frecuente.
Por supuesto, gracias a mi familia, a mi novia y a mis amigos por haberme compartido sus historias y por permitirme contarlas en primera persona, como si realmente me hubieran pertenecido.
Gracias también a esos personajes incomprendidos como el celador, la empleada del servicio o el mensajero, cuyas historias fueron excusa para transmitir un mensaje de fondo.
Quien se haya reído de mí -o de ellos- a través de estos posts, en el fondo se rio de sí mismo. Esa era la idea.
En los próximos días les contaré en Twitter y Facebook cómo pueden comprar mi libro en su versión digital, para que lo descarguen desde cualquier lugar del mundo. Será a través de libranda.com.
«A usted también le ha pasado, ¡admítalo!» -de Intermedio Editores- incluye 18 artículos EXCLUSIVOS (vea aquí los títulos). ¡El prólogo es de mi mamita! Antes lo encontraban en Panamericana, Prodiscos, Entertainment Store y La 14, entre otras. Tal vez aún se pueda conseguir a través de la Librería Nacional (aquí, compra on-line).
*He aquí los 82 artículos publicados en este blog a lo largo de 20 meses.
‘Carta abierta sobre una exnovia (tercera y última parte)’
‘Carta abierta sobre una exnovia (segunda parte)’
‘Carta abierta sobre una exnovia (primera parte)’
‘¿Usted se ha dejado idiotizar por un bebé? Yo sí’
‘Cuando las mujeres pelean con la comida’
‘Nota a los lectores: los días de este blog están contados’
‘Algunos hombres no bailamos por gusto, sino para ‘levantar’ ‘
‘Si yo trabajara con una moto, también me metería entre los carros’
‘Así me agarré con mi novia en un trancón de dos horas’
‘Estoy llegando a los 30 y no tengo maestría’
‘Testimonio (inventado) de una reina de belleza pobre’
‘¿Sufre usted de torpeza social?’
‘Cuando uno se aburre del trabajo’
‘Si quiere conquistarla… pertúrbela’
‘He aquí el porqué las mujeres no pagan la cuenta’
‘La primera vez de un turista colombiano en Estados Unidos’
‘Viajando en avión por primera vez’
‘Cuando los gordos hacen ejercicio’
‘Mis ‘archienemigos’: los zancudos’
‘¿Por qué los hombres feos despreciamos a las mujeres feas?’
‘¡Alerta! ¡Mi mamá tiene cuenta en Twitter!’
‘¿Es ud. adicto a la impuntualidad? Yo sí’
‘Cuando una mujer se aprovecha de un hombre’
‘Si yo fuera empleada del servicio… sería igual de confianzuda’
‘Las costeñas me intimidan’ (del libro ‘A usted también le ha pasado, ¡admítalo!’)
‘Si yo fuera taxista… sería igual de atravesado’
‘Trabajo como ‘independiente’ y… ¡me estoy volviendo loco!’
‘La necesidad tiene cara de olla – Yo hice fila con sobres de Ricostilla’
‘Malentendidos entre hombres y mujeres – Segunda parte’
‘Malentendidos entre hombres y mujeres – Primera parte’
‘Chistes tontos de la infancia’
‘Las ‘supervacaciones’ de mi mamá me aburren’
‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’
‘La bendita maña de decir mentiras’
‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’
‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’
‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’
‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’
‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’
‘Mujeres que le tienen fobia al motel’
‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’
‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’
‘Shows de mujeres que hacemos los hombres’
‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’
‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’
‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’
‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’
‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’
‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’
‘Manejo como una dulce anciana’
‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’
‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’
‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’
‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’
‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’
‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’
‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’
‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’
‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’
‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’
‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’
‘Así es, aún vivo con mi mamá’
‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’
‘Salir con… colombiana vs. extranjera’
‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’
‘Qué miedo empezar una nueva relación’
‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’
‘Así se sufre una temporada sin trabajo, ni novia, ni plata pa’ viajar’
‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’
‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’
‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’
‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’
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