Me dicen que es una “bendición”. Claro, como lo ven cuando está calmadito, sonriente, juguetón… Ay, sí, qué angelical, ¿verdad? ¡Qué inocencia!

Lo peor es la deslealtad de aquellos padres y madres que nos han dicho sin sonrojarse “prepárense para conocer el amor más grande del mundo”. Caraduras, tramposos, desgraciados.

Se han burlado de nosotros. Justo después de ilusionarnos con la “maravillosa experiencia” de la maternidad y la paternidad, han dicho a nuestras espaldas: “Pero qué idiotas. JAJAJA. No tienen idea de qué les espera. JAJAJA”.

Es como si hicieran parte de una secta en la que se han comprometido a no revelar la verdad sobre tener un hijo. Los imagino reunidos alrededor de una pira, repitiendo en coro el juramento de iniciación:

Nada diremos.

Lo ocultaremos.

A los primerizos,

engañaremos.

Para empezar, el parto. Pobre mujer. Desde que llegamos a la clínica, mi esposa debió aguantar más de 12 horas sin comer, y por la ansiedad tampoco había dormido bien la noche anterior. Hambrienta y agotada, expulsó de sí misma a un ser humano y de la manera más perturbadora posible: por la vagina. Sí, señores. Por si no lo sabían, por la vagina. No estoy exagerando: por la vagina. Con lo que duele a veces sacarse un barrito. Imaginen sacarse de las entrañas casi cuatro kilos de carnitas y huesitos. ¿Ya dije por dónde? Por la vagina. Qué bendición.

Cómo será de duro que a los niños les cuentan que los trae un pájaro. Pues claro, sería traumático contarles que ellos mismos atravesaron a sus madres de adentro hacia afuera de un cabezazo. Muy fuerte.

 

Parir y lactar, mucho peor que trabajar enguayabado

Y después de semejante esfuerzo, pobre mujer, mi esposa tuvo que empezar a lactar de inmediato, cada dos o tres horas. Alguien dirá: <<Pues obvio. ¿Qué esperaban? ¿Pedir leche materna por Rappi?>>. Claro que no (mmm… aunque tampoco sería mala idea). Lo que no calculamos es que esto iba a suceder en medio de tanto agotamiento. Insisto: después de casi 24 horas sin dormir y más de 12 sin comer.

Piensen en esto: ustedes se van de fiesta un domingo, desde las 7 de la noche. Bailan como desquiciados. Mucho trago y poco agua. Terminan rendidos a las 7 de la mañana del lunes, aún con alcohol en la sangre, groguis (o, como diría un amigo, “droguis”), y luego deben ir directo a trabajar, sin oportunidad de descansar y recuperar fuerza.

Pues tener un bebé es más duro, porque al menos ustedes descansarían en la noche de ese lunes y las siguientes. Un mujer recién parida, no. Primero, el muchachito va directo y sin escalas de la vagina a la teta, sin tregua. Segundo, la madre no puede hacerse muchas ilusiones con descansar en la noches ni el fin de semana. El bebé no va a decir a las 6 de la tarde: <<Excelente trabajo, nos vemos mañana temprano. Ah, ¿es viernes? Entonces hablamos el lunes. Cualquier cosa, estás pendiente por WhatsApp>>. Es como pasar un mes sin un solo día de reposo para recuperarse de un guayabo. Pero el niño… una bendición, obvio.

La lactancia la pintan como la cosa más sencilla del mundo, como si las mujeres fueran una máquina de capuchinos. <<Se acciona aquí, se pone el vaso acá, se entrega allí. ¡Siguiente!>>.

Para muchas es muy complejo, mental y físicamente. Le ponen el pecho al bebé y puede que, por inexperiencia, no lo hagan en el ángulo correcto. O simplemente, a veces toma tiempo estimular de manera apropiada el seno… (jajaja. Yo sé que somos gente madura y todo, pero decir “seno” en singular tiene algo de divertido. Digan en voz alta “siento sensible el seno”). Otras veces duele; la succión del bebé desgasta y lastima el seno (jajaja… “seno”). Hay casos en los que la pequeña bendición es intolerante a la lactosa y quedan todos locos (qué hermoso).

 

Dios le da seno al que no tiene dientes

El padre no puede sino ser una especie de espectador, animador y asistente personal, mientras su subconsciente va recogiendo toda esta información sin estar seguro de cómo procesarla.

Recuerdo que al tercer día yo estaba como en negación. No era capaz de ver el mal momento que pasaba ella. Mi esposa yacía en la cama, con insomnio, amamantando a esa criaturita que, además de sacarle leche, parecía succionarle el alma a través de su seno (jajaja), recuperándose de las heridas propias de un parto (no heridas en un brazo, ni en una rodilla, sino en la vagina, ¿eh?), con la mirada perdida como diciendo: <<No estás loca… No estás loca… Un momento… ¿Quién me habla?>>.

Mientras tanto, yo sentía que todo funcionaba como un relojito. El bebé se levantaba, le cambiábamos pañal, comía, volvía a dormir. El mismo proceso cada tres horas. Facilito. Y en medio de mi inconsciencia y falta de empatía, dije en frente de mi mujer y de mis suegros: <<Yo ya me siento normalizado>>. Mi esposa se encerró a llorar. Yo pensé que se había ido a descansar y, creyendo que el nuestro era un hogar bendecido en el que fluía la paz y la armonía, prendí el Play Station. Una lumbrera.

Como padre me preguntaba cosas prácticas, como <<¿qué más puedo hacer si no tengo ni un seno para alimentar al bebé? (“seno”… jajaja)>>. También analizaba cuestiones más profundas, que aún no tienen respuesta: <<¿Qué tipo de padre soy?… ¿Cómo cambia a partir de ahora el tipo de persona que venía siendo?… ¿Cómo altera esto el tipo de pareja que nos gustaba ser?>>.

Claro, no voy a engañar a nadie, también me preguntaba cosas más terrenales, casi adolescentes. <<¿Alguna vez tendré sexo de nuevo?… ¿Cómo y cuándo es aconsejable reconectar los servicios básicos relacionados con “todo lo que es la parte” de la sexualidad?… Bueno… y si por ahí salió la cabezota de ese muchachito, ¿el rasero me queda ahora más alto?>>.

Tampoco pude evitar pensar en una que otra fantasía mientras mi mujer amamantaba al bebé: <<¿A qué sabrá?… Leche es leche, ¿o no?… Pues si toma uno leche de vaca, no me las voy a dar ahora de asquiento… Ah, pequeño suertudo, adueñado del pecho de mi mujer… Quién fuera encías… Es que, definitivamente, mi Dios le da seno al que no tiene dientes>>.

 

Lo queremos a pesar de todo

Lo más cruel de todo es que las madres tienden a juzgarse a sí mismas: <<No voy a poder. No soy capaz de alimentar a mi propio bebé. Soy una mala madre>>. Como padre me fustigué a mi manera: <<Qué pasa conmigo. Ni en esta situación dejo de pensar en sexo>>.

Queda mucho por contar sobre la complejidad de tener un bebé. El parto y la lactancia son solo las dos cosas más difíciles de las primeras semanas. Luego les hablaré de una tarea que, pasados algunos meses, se volvió más difícil que las dos anteriores: hacer que el bebé duerma. Les puedo adelantar una cosa: el que se inventó la expresión <<dormir como un bebé>> es un idiota. No tiene ni idea.

También es cierto que el amor por un hijo es inconmensurable. Prueba de ello es que su madre lo adora a pesar del parto, la lactancia y las noches de desvelo. A mí ha empezado a caerme bien, a pesar de las trasnochadas, de que no hace nada en todo el día y de su intrusiva presencia en el pecho de mi esposa.

No desanimaremos a otros contándoles de lo malo. Pondremos fotos felices en Instagram. Hablaremos de lo juguetón que es, de su sonrisa angelical, de su hermosa existencia que nos bendice con su solo aliento. He decidido unirme a la secta de padres y madres deseosos de que otros pasen por la misma fortuna:

Nada diremos.

Lo ocultaremos.

A los primerizos,

engañaremos.

“Seno”… Jajaja.

 

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Todos los miércoles, una nueva publicación.

Si se lo perdió… <<Soy un ‘cucho’ de 35 años>>.

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También escribo una novela en línea: ManagerFC.com.