Hoy el país se mueve en un gran charco de lodo del que el presidente trata de salir con tranquilidad y templanza. Una gran encrucijada sigue teniendo Duque que no merma con el paso de los días. El país que lo eligió quiere contundencia, mano firme, que tome bien las riendas del potro y se mueva con dureza por el pastal.
Los colombianos que votaron por él aún no entienden, por ejemplo, el acuerdo que firmó con los estudiantes porque no les gusta ese acuerdo, no lo consideran un logro del Gobierno, sino una derrota al presidente, una sumisión. Los estudiantes ganaron y todo lo que sea negociación es visto con el corazón en el pasado.
Negociación es Santos, y el país Duquista no quiere saber de Santos. Negociación es paz, y el país Duquista quiere avanzar con autoridad hacia un Estado firme y sin amenazas terroristas. Pero Duque y sus generales, a los que removió ya, anunciaron hace meses haberle dado al asesino Guacho de las disidencias de las Farc en Nariño. Dos disparos de francotirador, dijeron. Sin embargo, las balas se esfumaron en el disparo porque el Estado firme y sin amenazas terroristas no logró acabar con el bandido asesino de periodistas que merece la máxima pena de la justicia. A Guacho y su séquito de criminales los seguimos esperando.
En el Congreso, Duque ha querido hacer las cosas bien. Cero mermelada, o bueno, no tanta a excepción de Susana Correa y el Departamento de Prosperidad Social y, en cambio, un debate de altura en el que ganen los argumentos teniendo en cuenta la realidad del país. Sin muchos recursos, con las hectáreas de cultivos ilícitos por las nubes, un sistema de salud en déficit, la deforestación más alta de la historia, problemas muy graves con la movilidad y la contaminación en las ciudades, pocas razones para que los empresarios se queden, burocracia, y un sistema de justicia con hacinamiento en las cárceles, un desmedido castigo penal, y un fiscal que ya no da ruedas de prensa porque sabe bien que el país lo mira con desconfianza. Además de la política maltrecha de los caciques y los cacaos que ordenan en las regiones al antojo de sus deseos.
Pero Duque, aunque ha dado muestras de querer hacer las cosas bien, no ha podido esquivar al propio país Duquista, que es en realidad Uribista y que da órdenes y a veces se impone. Un ejemplo es Víctor Torrijos, el frustrado “doctor” que iba a ser nombrado director del Centro de Memoria Histórica, y que mintió sobre su título de posgrado en Madrid para contratar con las Fuerzas Militares como lo reveló Juan Esteban Lewin en La Silla Vacía.
Evidentemente el nombramiento de Torrijos, un académico respetado por sus publicaciones y su trayectoria, tenía que ver con un solo objetivo: estudiar en profundidad la versión del conflicto armado, ese que aceptó por primera vez Santos y que causó la división real con el presidente Uribe porque significó reconocer al enemigo, darle un lugar, aceptar su visión de la historia para entenderla y tratar de llegar a una línea medio. Pero también significó reconocer a los millones de víctimas y desplazados de ambos lados. Ese fue el punto de partida de la discordia y el nombramiento de Torrijos tenía la intención de saldar cuentas.
La terna Duquista para fiscal ad hoc también fue un mal paso. Una terna inicial de dos opciones muy difíciles, pero las tres muy cercanas a Uribe. Al final la magistrada Cabello renunció, hubo un replanteamiento y el nombrado fue Espinosa, tan uribista como Duque y tan Martinista como Uribe.
El país sabe bien que cualquier decisión de un fiscal ad hoc ternado por el país urbista no tiene sentido en una investigación que podría tener consecuencias con el fiscal Martínez, atornillado a su cargo de jefe del búnker con el poder de la inteligencia del CTI a su disposición, y con más de un teléfono de sus enemigos escuchado atentamente por el oído del Estado. Mucho menos con las revelaciones de María Jimena Duzán sobre el fiscal ad hoc electo y sus nexos con Martínez.
Además, en materia de política y decisiones de carácter Duque ha sido muy blando. Aún está por verse si su partido será capaz de apoyar un impuesto a las bebidas azucaradas y a las cervezas que causan miles de millones de pesos al año en enfermedades por malos hábitos alimenticios, está por verse si su Ministerio de Salud atiende a los estudios científicos de la OMS sobre el glifosato, está por verse si se remueven los impuestos a los vehículos eléctricos para reducir los indicadores de gases contaminantes, está por verse qué va a pasar con el gran tesoro del Galeón San José, está por verse si su línea para el salario mínimo cumple con sus discursos en campaña, o si le ganan el pulso los empresarios.
Y es que, una vez en el lodo solo quedan dos opciones: Salir avanty y dejar atrás el lago denso que acorrala y ahoga, o hundirse hasta quedar sin respiración como en una arena movediza.
PDTA: Hace falta un pequeño homenaje al mártir del periodismo colombiano, don Guillermo Cano, que entregó su vida por alumbrar a las cucarachas con el reflector intenso de su pluma punzante. Trataremos siempre de seguir su ejemplo con valentía.
@santiagoangelp