Es difícil imaginarse a Colombia sin las plumas valientes que expusieron sus vidas para alumbrar verdades que, de otro modo, hoy seguirían en la oscuridad. 

El periodismo es publicar lo que alguien más no quiere que sea publicado. Todo lo demás son relaciones públicas. Esa frase de George Orwell es quizá la más importante que los periodistas deberíamos siempre tener en cuenta antes de empezar un trabajo o una investigación. Pero no solo hace falta que alguien no lo quiera ver publicado. Debe ser inexorable, también, que los hechos sean exactos, acreditados, corrobrorados y bien narrados. 

La publicación del New York Times desató un escándalo en el país por unos hechos que hasta hoy no han podido ser comprobados de forma irrebatible. Sugirió el periodista Casey que los falsos positivos estaban en peligro de regresar. Y utilizó como soporte unos testimonios anónimos de soldados que fortalecieron su hipótesis, dos documentos expedidos por el general Nicasio Martínez, y el repugnante asesinato a Dimar Torres que dejó a siete hermanos en duelo y a una comunidad indignada por un hecho que nunca debió ocurrir y que requiere de una justicia implacable. 

Sin embargo, ese hecho per se no puede significar sistematicidad y, mucho menos, que al país regresaron los falsos positivos. Me cuesta entender que algunos políticos disfrazados de ciudadanos independientes concluyen fácil y condenan rápido a las Fuerzas Militares por especulaciones sin evidencia incontrovertible. Pero en el caso de los hechos de la guerra en los que la guerrilla tuvo responsabilidad, el argumento tiene filtro y entonces hay que entender que fueron situaciones que se generan en cualquier conflicto, y que el país debe avanzar hacia el perdón y pasar la página para hacer posible la reconciliación. 

Es una verdad difícil de decir (porque nos convierte en blanco de ataques) que Colombia hoy tiene una carga hacia la izquierda en la opinión pública. Y eso es algo que como periodista joven que soy no me permitiré nunca. Un asesinato es un asesinato, provenga de donde provenga. Un secuestro es un secuestro provenga de donde provenga. Un descuartizamiento es un descuartizamiento provenga de donde provenga. Un abuso sexual es un abuso sexual provenga de donde provenga. Una desaparición es una desaparición provenga desde donde provenga. 

Por supuesto todos esos crímenes fatales adquieren más gravedad si los autores son los responsables de nuestra seguridad y los garantes de la vida. Los hechos de los asesinatos a jóvenes inocentes en la década del 2000 no pueden excusarse en las lógicas de la guerra, como hacen algunos con los crímenes de las Farc. No pueden tampoco volver a repetirse nunca. Pero para decir que han vuelto esos hechos que permanecen en la memoria colectiva, el periodismo no lo debe hacer con ligereza. 

En La FM publicamos el testimonio de un soldado en un batallón contraguerilla que todos los días sale con su fusil en las manos a combatir a criminales que imponen el miedo por unos cuántos dólares narcotizados. Ese soldado, como miles más, arriesga su vida todos los días por el país en el que le tocó vivir. Un país lleno de grupos armados organizados que tienen poder, influencia, y armas. Y a los que no les tiembla la mano para colocar bombas en Bogotá. 

Ese soldado aseguró que hubo una malinterpretación intencional del documento del general Martínez para causar un efecto político. Dijo que sus superiores han sido muy claros en las advertencias de las prohibiciones en combate para resguardar la vida de los inocentes. Y ese testimonio es válido y necesario para el equilibrio. Fuimos el único medio de comunicación que se atrevió a ir en contra de la corriente publicando un testimonio que se permitía otra versión. Un sacrilegio. (https://www.lafm.com.co/judicial/soldado-contraguerrilla-niega-que-haya-presiones-para-aumentar-bajas) 

Pero no solo hablé con ese soldado. Hablé con otros miembros dentro de las Fuerzas. Uno de ellos me contó una historia de un militar que por salvar la vida de unos niños y unos campesinos en una vereda, saltó sobre una granada que estaba a punto de explotar. “Eso no lo hace ni Batman”, me dijo el oficial. Cuánta razón. El soldado perdió sus piernas y varios centímetros de su intestino. No murió, pero ofreció su vida a cambio de las de desconocidos porque el honor se lo ordenaba. Esa es la historia de cientos de miles de nuestros soldados. Son héroes con una profesión muy desagradecida y muy fácilmente cuestionada. 

Colombia hoy no es un país en paz. El expresidente Santos puede decirlo en todos los foros del mundo. La verdad es que hoy Colombia no es un país en paz. Por supuesto que el conflicto interno ha mermado y miles de vidas se han salvado con el desarme de las Farc. (3.000 de nuevo en armas según el propio NYT), pero el Eln sigue siendo una amenaza, y las bandas de narcotraficantes que se volvieron ejércitos de sicarios para proteger su negocio lo son también. 

Más de 500 asesinatos a líderes sociales prueban que Colombia no está en paz, así el expresidente recorra el mundo afirmándolo con la paloma todavía en la solapa.  

El escándalo del Times se hizo escándalo porque lo publicó el New York Times. Pero el New York Times no es un diario especializado en lo que ha ocurrido en Colombia durante cinco décadas de conflicto. Aún a pesar del respeto y el prestigio que tiene el diario estadounidense cuyas publicaciones reviso todos los días como un ritual para mi lectura cotidiana, creo que, como lo hizo Daniel Coronell con su propia revista, los periodistas debemos tener capacidad de crítica a los periódicos y las publicaciones por muy prestigiosas que sean. 

El general Nicasio Martínez debe ser investigado por los hechos del 2005 en los que presuntamente habría firmado órdenes de pago a fuentes humanas con irregularidades en su identificación y que pudieron ser realmente a paramilitares. El país debe conocer si eso es cierto y la Fiscalía debe arrojar resultados. Esa es una denuncia grave y soportada con documentos contundentes.

Pero para decir que los falsos positivos regresaron hacen falta pruebas. Daniel Coronell es el periodista investigativo de más peso en Colombia. A pesar de ello en este caso creo que erró. Coronell dio a entender con su última columna que Semana había autocensurado un gran escándalo nacional por no tener al gobierno enojado. Como he argumentado a lo largo de esta columna, mi opinión es que no podía tratarse de un gran escándalo porque no hay elementos suficientemente contundentes e incontrovertibles, como los que estamos acostumbrados a leer en las columnas de Coronell. 

A raíz del despido de Coronell de Semana, el país ha caído en el error de cuestionar al periodismo y ha optado por la acusación fácil de señalar que los medios son más amigos del poder que de la sociedad. No se qué sería de Colombia sin las publicaciones de periodistas como Coronell, que con su valentía destaparon escándalos que han sido determinantes para la historia del país. Sin ellos, esos hechos hoy seguirían en la oscuridad y los corruptos felices a carcajadas disfrutando de la indiferente ciudadanía.

El periodismo de Colombia es ejemplo en el mundo porque no nos ha tocado un país fácil. Y los periodistas son los guardianes que con su trabajo mantienen al poder en cintura. El periodismo sí ha funcionado, sí funciona y seguirá funcionando, con sus lógicas propias, con sus choques naturales y con las fricciones editoriales, pero con contundencia y con arrojo para cuestionar a los incuestionables, a pesar de que la salida fácil e indignada sea decir que no hemos hecho nada. 

A Daniel lo respeto, siempre lo respetaré. Es un referente ineludible para quienes hemos decidido tomar el camino de la investigación. Aunque hayamos tenido desacuerdos en los enfoques de algunos temas y aunque crea que las pasiones personales también lo han motivado en sus escritos, este país le debe mucho a su pluma, a su coraje y a su rigurosidad. 

Con todo y eso, no por su salida de Semana se pueden echar al traste años de crónicas, reportajes, investigaciones y programas que han contribuido a hacer país. Como no se puede decir que las Fuerzas Militares sean despiadadas y asesinas porque sería injusto con aquel héroe que entregó la mitad de su cuerpo por otros. Mi invitación es a hacer una lectura reposada y crítica de los acontecimientos. Generalizar y acusar fácil le conviene más a los políticos que saben bien que en esta era de la indignación, los discursos rápidos y efectistas que dividen, son mucho más rentables que la verdad. 

 

 

Pdta: Julián Martínez ha dicho que le hice un favor a políticos publicando audios de la Corte Suprema sobre el caso Álvaro Uribe. Los audios existen, están en poder de la corte y los revisamos con rigurosidad e independencia. Criticamos que Uribe y el abogado Diego Cadena podían ya saber de las interceptaciones, y cuestionamos si hicieron un libreto o no antes de hablar por teléfono. Está publicado y de forma exacta lo dijimos al aire. De nuevo la acusación fácil para causar indignación.

@santiagoangelp