La protesta es una expresión democrática que demuestra que el poder del Estado no le pertenece a los políticos ni a los partidos, sino a la sociedad y a la ciudadanía. Creo en la protesta como forma de revelar indignación e inconformismo. Una sociedad que no se mueve se convierte en un ser colectivo pasivo e indiferente que permite los abusos.
En este caso, aunque el Gobierno de Iván Duque en más de año y medio de gestión ha sido un verdadero desastre, el llamado a las movilizaciones del 21 de noviembre está fundamentado más en una recopilación de emociones que sobre argumentos serios y un debate riguroso.
El bombardeo al campamento de «Gildardo Cucho» en el Caquetá fue un error. Está demostrado por varias razones. En primer lugar, el Gobierno ha tratado de defenderse con la reglamentación del Derecho Internacional Humanitario, luego de aseverar durante años en oposición al Acuerdo de paz que en Colombia no hay conflicto armado interno, sino delincuentes alzados en armas. En efecto las disidencias no son hasta ahora clasificadas como grupos con reinvindicaciones políticas, sino bandidos que se lucran del narcotráfico. Por lo tanto no podría considerarse como objetivo militar a niños que no hacen parte de un grupo subversivo. Se trata de víctimas de reclutamiento forzado que fueron doblemente victimizados con las bombas del Estado. Error.
Pero no es un tema de blancos y negros. En algunas regiones la guerrilla es la única posibilidad de futuro y los delincuentes armados sacan a los hijos de las familias campesinas de sus hogares con el fin de armarlos y entrenarlos para la guerra. En otras oportunidades los convencen de que su vida clandestina en la selva cargando el fusil será mejor que lo que tienen. Los primeros responsables de esas muertes lamentables son los guerrilleros que con toda la intención los reclutaron, los armaron, y los instruyeron en subversión. Esos son los primeros culpables a los que la sociedad debería condenar. Y luego juzgar a los militares y al gobierno por las alertas que no vieron de la Defensoría y de las personerías locales, por la falta de inteligencia, por la declaración del Presidente sobre lo impecable de la operación, y por el posible ocultamiento de las edades de los menores.
No he visto hasta ahora a ningún ciudadano que vaya a manifestarse también contra la violencia delincuente y repugnante de los grupos armados que decidieron arrancarle su vida a los niños y cruzarles sobre sus torsos fusiles y balas, en vez de libros y guitarras. ¿Acaso hay violencias buenas y violencias malas? ¿se puede justificar un tipo de violencia?
Rotundamente no. Por esa razón el ministro de Defensa se cayó, los argumentos eran contundentes y su continuidad en la cartera no aguantaba un día más. Una sociedad sensata que no tiene complicidades políticas con ningún extremo saldría a las calles a gritarles delincuentes y asesinos a los guerrilleros de las disidencias de las Farc que son los causantes naturales de esa tragedia, y también a reprocharle al gobierno sus errores en el hecho con el mismo rasero. No lo veo aquí.
Las otras razones no resisten el debate. No hay reforma laboral ni pensional que se pueda utilizar para protestar, simplemente porque no ha sido tramitada, ni propuesta, ni registrada, ni radicada. Lo único que hay es un proyecto del expresidente Uribe que propone que los empleados tengan que trabajar menos horas a la semana y que los jóvenes y adultos que no son contratados y están en el desempleo puedan acceder a trabajos pagos por hora y conseguir varios a la vez, como de hecho ya se hace en varios lugares del mundo. ¡Qué escándalo!
En educación los estudiantes insisten en que el Gobierno ha incumplido con los recursos. Un acuerdo de cinco billones de pesos, el debate para una reforma estructural del Icetex que ha sido saboteada por ellos mismos, la creación de un Ministerio de Ciencia, subsidios para doctorados y miles de becas asignadas y en vigencia del programa por el que el Gobierno remplazó a ser pilo paga, no les es suficiente. Es preocupante que los liderazgos estudiantiles actuales, los mismos que firmaron el acuerdo hace un año, están más preocupados en ser famosos, entrevistados por los medios y en continuar con grandes esquemas de seguridad que pagamos los colombianos, que en desarrollar una verdadera vocación de liderazgo. Quienes quieren estar todo el tiempo en los micrófonos de los medios utilizan a las masas para su proyecto personal.
Luego en el capítulo de violencia vienen los asesinatos a los líderes sociales, pero no mencionan que la mayoría de los asesinatos a esos líderes son ejecutados por grupos armados por fuera de la ley y que muchos de esos crímenes han sido cometidos por el ELN y, de nuevo, las disidencias de las Farc. No entienden los manifestantes que el mayor problema generador de violencia de Colombia será siempre el narcotráfico y que durante ocho años del gobierno anterior hubo una complicidad absoluta para que esas hectáreas de coca que se convierten en sangre crecieran a niveles desproporcionados. ¿Protestaron entonces? ¿llamaron a paro?
No voy a defender al gobierno actual. El Presidente, lamentablemente, es indefensible. No ha querido tomar la autoridad de su mandato y cada semana hay un error más grave que el anterior. Quiere complacer a todo el mundo, incluyendo a su partido, pero al mismo tiempo no darle expresión política a los partidos y no logra salir del lodo. Queda poco tiempo de gobierno y parece que no ha sucedido un solo hecho trascendental. Duque resultó más fajardista que Fajardo.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con los debates emocionales y sin rigurosidad que parecen ser el factor común en una sociedad en donde la propagación de las fake news y la falta de lectura son la regla.
La economía va bien, somos el segundo país que más crece en América Latina. Es verdad que el desempleo es un problema, pero aún hay caminos. Quienes han elegido el comunismo y se arrepienten luego de tantos años de tragedia y pobreza lo entienden bien. En Colombia los millennials de mi generación que no vivimos las verdaderas catástrofes del siglo pasado y tampoco crecimos en países en donde solo existe un partido político y hablar mal de un hombre es un delito de muerte, no entendemos lo libres y afortunados que somos.
Que la protesta sea siempre una herramienta de la democracia, pero que no se convierta en un tapete rojo con intenciones afines a solo unos poderes. Y, una vez más, no hay violencias buenas y violencias malas. Invito a la sensatez.
En otros temas: El rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Boyacá conoció en agosto de este año el caso de un presunto hecho de abuso sexual a una estudiante de parte de un profesor que continuó allí durante dos meses. En ese tiempo trató de abusar por lo menos de dos estudiantes más. ¿Qué hizo el señor rector, Óscar Ramírez, para prevenir delitos sexuales contra sus estudiantes?