Colombia es uno de los países de América Latina que se distingue por sus instituciones democráticas.
No hay democracia perfecta, pero siempre es mejor una democracia imperfecta que una dictadura en la que el monopolio del poder no se negocia con nadie, se ultrajan las libertades y se lleva a las sociedades a la ruina con equidad.
Nuestro país prohibió la reelección de la institución presidencial, algo que —por ejemplo— ocurre en Estados Unidos. En democracia cada cuatro años se acude a las urnas para que la ciudadanía se exprese y elija las ideas que mejor las representa. El rumbo del país está en las urnas, no en las calles. En el 2014 el expresidente Santos ganó la última reelección permitida de forma muy ajustada, y ese triunfo le dio el poder que lo reivindicó para seguir adelante con las negociaciones de paz con quienes se dedicaron por años al terror y al crimen, pero que querían hacer una transición a la política.
Aunque un sector del país salía a las calles a expresarse en contra del Acuerdo de paz, las elecciones le otorgaron la legitimidad natural al expresidente para llevar a cabo su proyecto político. Ningún comité lo obligó a sentarse a renegociar con los ciudadanos los términos del acuerdo de paz, que el gobierno adelantaba en Cuba. Solo cuando perdió el plebiscito, otra vez en las urnas, Santos tuvo que ajustar algunas cosas con las que un sector del país no estaba de acuerdo.
En Colombia no gobiernan quienes protestan en las calles. Gobiernan quienes ganan con un plan y unas ideas puntuales que cada cuatro años se debaten en los escenarios de la dialéctica, en los medios y en las regiones.
Las protestas son una necesidad para la democracia porque una sociedad que no se expresa se vuelve pasiva ante las injusticias y los abusos. Sin embargo, aquí hay que preguntarse: ¿el comité del paro sí representa el sentido genuino de inconformidad de la ciudadanía que se expresó en los primeros días de la protesta?
Todos los miembros del comité del paro tienen una agenda política. Han pertenecido a partidos políticos de izquierda, o lo hacen en el presente. Diógenes Orjuela hizo campañas dentro del movimiento sindical con la firma del Polo. (http://4.bp.blogspot.com/-IYZmDBygudA/UYvTPmX5DFI/AAAAAAAACuM/TmR16IG26Sw/s1600/Candidatos+Tribuna+Magisterial+2013.jpg) Jennifer Pedraza pertenece a las juventudes del Polo e hizo parte de la campaña de reelección de Manuel Sarmiento al concejo en Bogotá. Alejandro Palacios es del Partido Verde y muy cercano de Angélica Lozano y Claudia López. Tres de los miembros del comité ejecutivo de Fecode fueron candidatos al Congreso el año pasado por la lista de los decentes, la Alianza Verde y el movimiento ASI. Esto solo por citar algunos ejemplos.
Los miembros del comité del paro tienen una agenda política evidente. Y eso no está mal. Hacer política es un derecho de todos los ciudadanos. Pero adueñarse de la indignación y del sentido de inconformidad ciudadano para llevar a estar contra las cuerdas al gobierno que ganó las elecciones, y amenazar con las protestas y el bloqueo de las calles, sí es cuestionable. ¿En dónde están los ciudadanos independientes que representan a la gente que quiere mejorar sus condiciones?
Ahora hablemos del ego. El movimiento estudiantil está roto por dentro. Hay tres grandes movimientos estudiantiles que se encuentran en una guerra de egos entre sí. La UNEES, los más radicales y en donde Gustavo Petro tiene toda la influencia; Acrees, en donde la línea se debate entre el senador Robledo y el Partido Verde; y Fenares, que no tiene un líder político claro. Este último grupo tiene ánimo de frenar las manifestaciones y sentarse a negociar con el gobierno una verdadera y estructural reforma al Icetex: un plan de alivio para 600.000 deudores que tienen serios problemas económicos, que los créditos pasen a tener una tasa del IPC más 3 % y no del IPC más del 10 %, como funciona hoy, que las cuotas sean más proporcionales a los ingresos, y que si los deudores no están trabajando, el cobro se suspenda mientras que encuentran oportunidades laborales.
Esa mesa avanza, pero en el medio se ha interpuesto Acrees y Unees, entre otras razones porque el año pasado Julieth Rincón, la lider de Fenares, le ganó a Jeniffer Pedraza la elección para la representación de los estudiantes ante el Consejo de Educación Superior Universitario, el organismo más importante del sector. Esta es la incoherencia del paro.
Mientras que unos quieren generar diálogo y propuestas para solucionar los problemas reales de los ciudadanos, otros quieren hablar de su proyecto político personal y tomar decisiones que deben estar en manos de las instituciones democráticas y republicanas del país. Un ejemplo claro: Ni si quiera la Corte Constitucional se atrevió a tumbar la reforma tributaria por hechos de fondo. Pidieron que se volviera a tramitar por un error de trámite de la ley quinta, pero el comité del paro exige que se derogue. No entienden que ese debate debe darse en el Congreso, por quienes fueron elegidos por los ciudadanos, y no por ellos que se autodesignaron para negociar. Un comité de miembros con agenda política y sin ningún tipo de investidura no puede reemplazar al Congreso, ni a la Presidencia, ni a la Corte Constitucional. Tampoco a la ciudadanía misma.
El Gobierno ha cometido muchos errores, sus funcionarios especialmente en el alto gobierno están desconectados del país y del clamor ciudadano, ya queda poco tiempo y existe el riesgo de pasar a la historia de forma invisible. Hay arrogancia, poca escucha y poca maniobra.
Quedan dos años y las elecciones volverán a medir la democracia. Pero las instituciones construidas por siglos no pueden reemplazarse en dos semanas por una oposición amenazante que no ganó y que tiene proyectos personales, algunos incluso en contra de los ciudadanos. Sensatez e independencia es lo que necesita Colombia.
@santiagoangelp