No hay un bien supremo más importante en la construcción de la historia de las sociedades que el de la libertad individual. En las épocas más difíciles de la humanidad las sociedades dieron siempre luchas que terminaron en la muerte de muchos en defensa de la libertad. Desde los conflictos entre las tribus de humanos que habitaban al mismo tiempo el planeta y que explica bien Harari, pasando por la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, las guerras entre los imperios, las batallas de los españoles con los indígenas y el deseo de  estos últimos de permanecer, como antes, en libertad, la revolución francesa, las dos grandes guerras que, en esencia fueron una pugna por la libertad entre los colonos y los colonizados. Y luego de eso, los conflictos civiles en cada país por un modelo de sociedad que perseguía siempre también la libertad, desde posturas opuestas.

El estado moderno se consolidó con la transacción implícita de que había un marco legal que no se podía infringir. Pero por fuera de ese marco, los individuos eran dueños absolutos de sus destinos. En las sociedades de hoy las minorías han dado luchas también en el terreno político para conquistar esas libertades que sienten que no tienen en comparación con las mayorías. Los indígenas en nuestras regiones y su libertad a conservar sus costumbres y sus territorios, las comunidades LGBTI y su libertad para decidir sus parejas y cómo llevarán sus vidas con ellas, las mujeres feministas y su deseo de ser tratadas con libertad y sin consultar el permiso de los hombres y las instituciones, o la libertad para abortar por considerar que es una decisión sobre su cuerpo. También los consumidores de drogas y su deseo de consumir en libertad sin ser perseguidos penalmente por las armas.

Podría decirse que la mayoría de los conflictos humanos han sido siempre por los anhelos de libertad de una comunidad en contra de otra que parece que se encarga de reducir la libertad de los primeros. Y en medio de esos conflictos hay convicciones de unos y otros sobre lo que debería ser la sociedad ideal. Una más libre, liberal, en libertad, u otra más conservadora, autoritaria y cerrada a la libertad individual. Resulta curioso que los regímenes totalitarios de izquierda, son en su mayoría los más radicales en anular las libertades de quienes escogen hacer sus vida en pareja con personas del mismo sexo, por ejemplo. 

En la economía sucede lo mismo. El deseo de libertad de los empresarios para consolidar sus negocios teniendo que pagar lo menos posible al Estado para que les permitan operar, los empleadores a que puedan contratar con libertad a quienes creen que son los que necesitan para que los negocios tengan éxito, y la libertad de los empleados que también durante la historia lograron enormes conquistas en derechos laborales. Un periodo máximo por horas al día para tener un poco de libertad luego del trabajo, salarios justos y dignos para poder tener un poco más de libertad en adquirir bienes, subsidios de transporte y primas para tener más libertad financiera. 

Todo se trata de una pugna por la libertad. Y la democracia es el modelo que ha ganado sin duda en el aumento de las libertades individuales, aún con enormes vacíos en las políticas de impuestos o algunos conflictos en países con mayorías que tienen tendencias a una u otra religión en donde se concibe el mundo ideal como uno en el que debe haber muchísimas prohibiciones. 

El coronavirus ha hecho que se creen cultivos para el totalitarismo en todo el mundo. Mucho poder ha empezado a recaer en muy pocos individuos y ese es uno de los peores presagios para la libertad individual. El presidente Trump y sus comentarios de hace algunos días en los que opinaba que sus decisiones sobre la cuarentena estaban por encima de las de los gobernadores de los estados, aún en un régimen federal. El cierre total y el encierro de China durante casi dos meses con su evidente falta de transparencia y de información de interés público, por la falta de una prensa libre. Y en Colombia, el escenario es el de un presidente que, aunque ha sabido responder a la crisis, ha expedido decenas de decretos legislando por el estado de emergencia, sin el Congreso ejerciendo sus funciones constitucionales a todo vapor para hacer control político serio. En Bogotá ha ocurrido lo mismo. Un exceso de poder recayó sobre una sola persona que en muchas oportunidades ha controvertido el poder superior en un régimen presidencial. Autorizar empresas, multas, hombres un día, mujeres otro, burocracia, decretos. Muchos decretos.

La decisión por la fuerza de entrar en cuarentena, el cierre de la economía, y la suspensión de la vida parecía una necesidad para cuidar la salud pública en un inicio ante la ignorancia de lo que enfrentábamos y por el terrible espejo de lo que ocurrió en Italia y España en las primeras semanas de la crisis. Pero ahora, todavía sin pruebas concretas sobre la eficacia de los encierros, (https://www.wsj.com/articles/the-bearer-of-good-coronavirus-news-11587746176)y, además con una cultura creada del coronavirus, el debate debe incluir el principio de la libertad individual. 

No es un tema menor ni una nimiedad. Es el valor sobre el que se han construido los estados y las sociedades firmantes del contrato social. Siempre hemos creído que la nuestra es una sociedad atrasada, y puede ser cierto en términos de desarrollo tecnológico, de ciencia, de creación. Pero eso no significa necesariamente que seamos una sociedad bruta. Las personas, las empresas, los estudiantes, los campesinos, los conductores ya saben por la presión de los medios y de la realidad que sus vidas pueden estar en riesgo letal ante la falta de tratamientos y vacunas. Tenemos que seguir aprendiendo a cuidarnos y a tomar decisiones en el día a día. La libertad individual es el bien supremo que debemos proteger los ciudadanos porque se trata de la libre elección de tomar el rumbo de nuestras vidas. La estrategia no debe ser más la coerción, el encierro, la fuerza y las armas, sino la responsabilidad individual, el distanciamiento físico y las obvias medidas de bioseguridad. No podemos abrir bares, iglesias y universidades, pero la vida no puede suspenderse indefinidamente mientras la libertad individual queda cercenada por completo. El camino debe ser el de la libertad, siempre la libertad. 

@santiagoangelp