El candidato tuvo la oportunidad de hacer durante estos tres últimos años una oposición leal, crítica y vehemente, pero basado en los hechos y en la verdad. Por el contrario, lo que hizo fue exacerbar la violencia, el odio declarado a un grupo específico de la población, y mintió cada vez que tuvo la oportunidad.
En esencia es cierto que Gustavo Petro es un candidato que es buen ejemplo de por qué la democracia es mejor que la confrontación bélica. Su desmovilización le permitió ser senador, alcalde y candidato presidencial en varias contiendas. Un convencido de que la violencia podía ser un medio justo en tanto se consiguiera un fin más justo, pasó a utilizar las vías de la democracia para lograr el poder. Y así lo hizo. Su alcaldía, con aciertos y desaciertos, le permitió una primera experiencia de gobierno. Privilegió el arte, la salud de calidad y el empleo con mejores condiciones para las personas más desfavorecidas, pero abandonó el desarrollo, contribuyó a generar el colapso del único sistema de transporte viable de la ciudad porque un enemigo político suyo fue quien lo edificó. Cambió el modelo de política pública de aseo y recolección de basuras y se jugó su prestigio como administrador en una compra de camiones que le resultó muy mal.
Antes, como congresista, sus aportes fueron brillantes y la historia política en Colombia le deberá conceder ese acierto. Sus debates rigurosos y estudiados le entregaron reconocimiento nacional para el descubrimiento de escándalos como el de la para política. Eligió el camino solitario de enfrentarse a un Congreso copptado por políticos que habían decidido firmar alianzas con paramilitares. Y eso, en Colombia, significaba el suicidio. Petro siguió adelante y logró debates que serán recordados.
Hoy, en la oposición, él y sus asesores entendieron que, ya no por las armas, sino con mentiras y polarización había que volver a los medios para lograr el fin. Eso lo ha convertido en un enorme riesgo para la democracia. Petro pudo haberle apostado a la desradicalización para conquistar al electorado de centro que hoy no tiene todavía y que está con la coalición de la esperanza y con otros candidatos independientes. Su estrategia fue la de radicalizarse como nunca para oponerse a un gobierno que, con problemas y errores, no fue ni siquiera tan cercano al uribismo como el propio partido de gobierno esperaba.
Petro causó violencia directa. Con una cuenta de Twitter de más de 4 millones de personas y trinos de estaciones de Policía y buses de Transmilenio incendiándose, llevó mensajes equivocados a muchos de sus seguidores radicales. Mintió en varias ocasiones sobre hechos de violencia que no ocurrieron sin rectificar. Por ejemplo, publicó un video de cuerpos mutilados de mujeres embarazadas y niños en un bombardeo que ocurrió en Brasil, asegurando que era en Colombia con las fuerzas militares como perpetradores.
También generó contagios directos. Un político de oposición que dice que su prioridad es siempre la vida habría elegido la sensatez sobre las movilizaciones en masa para asegurar otras formas de resistencia legítimas. Eso lo hizo solo cuando la violencia escaló y todo se salió de control porque entendió que la ciudadanía que podría votarle también a él estaba agotada de que el país siguiera detenido en la destrucción del covid y del paro. En el peor momento del tercer pico y con las Unidades de Cuidados Intensivo por encima del 90 % en las principales ciudades su discurso fue el de llamar a las movilizaciones.
Su propuesta de modelo para solucionar los problemas del país puede ser incorregible. Los economistas coinciden en que la impresión de billetes para colocarle dinero a las personas que lo necesitan podría generar inflación al punto del no retorno con la pérdida de la independencia del Banco de la República, su decisión de abandonar el petróleo sin una transición correcta podría, paradógicamente, desencadenar en una grave crisis para las arcas del Estado y la financiación de programas sociales. Imponerle límites excesivos a las importaciones para prometerle mejores precios y condiciones a los productores nacionales acabaría con tratados de libre comercio que también nos permiten exportar y generar empresa y riqueza. Pero el mayor riesgo es su personalidad y el camino de la mentira que decidió escoger sistemáticamente.
Gustavo Petro tuvo cuatro años para hacer una campaña de altura, leal y coherente con la defensa de la vida. Lo que hizo hasta ahora fue enviar el mensaje de que el odio está bien si se trata de lograr un fin para cambiar la realidad, incitó a sus seguidores extremistas a la violencia directa y eligió la puerta de la prudencia cómplice sobre las dictaduras cercanas en el continente. Le queda un año de campaña. Ojalá corrija y le demuestre a los colombianos que tiene más que eso. Si las instituciones le permitieron la democracia, sería justo que él también diera señales de querer permitir la vida de la democracia.
Si no lo hace podría ocurrir lo de Westeros en la octava temporada de Game of Thrones. Daenerys Targaryen, reina autoproclamada y madre de dragones, atravesó el mundo conquistando islas y estados hasta que llegó a la capital con la promesa de que cesaría para siempre y bajo su reinado el mal y la tortura a todos los habitantes. Lo que sucedió fue bien diferente.
@santiagoangelp