El candidato le ha jugado al discurso como estrategia. Pero el fondo de sus propuestas es abstracto y se diluye en un mar de palabras que termina no resolviendo nada.
Esta será una elección de centro, incluyendo a la centro derecha, contra la izquierda dogmática del senador Gustavo Petro. Esto a menos de que el Centro Democrático, también apelando a elementos del populismo, termine convirtiéndose en un fenómeno electoral con María Fernanda Cabal que empieza a alzar vuelo frente a unas bases que tienen no pocos votos en el sector de la derecha.
En la izquierda, además de Petro, se encuentra Camilo Romero. Ex gobernador de Nariño, antes senador por el Polo Democrático y con una historia política en su departamento ligada a su padre que fue concejal durante varios periodos e hizo parte del M-19 con Antonio Navarro.
La apuesta de Romero durante su historia política ha sido el discurso, poco más. Nariño es uno de los departamentos con más problemas de violencia y falta de Estado en Colombia. Tiene a Tumaco con difíciles problemas de guerrillas que se combaten entre sí por las rutas del narcotráfico. Este municipio es uno de los cinco que concentra el 33 % del total de área sembrada de coca, de acuerdo al último informe de Naciones Unidas.
Municipios como Tablón de Gómez, a unas tres horas de pasto, en donde hay un enorme potencial para la producción de café de exportación, no cuenta con vías terciarias adecuadas. La gente de Nariño es amable, pujante y buenos trabajadores. Pero se quedaron esperando que los gobiernos de las promesas mesiánicas resolvieran los problemas estructurales. Y de eso poco.
Para reconocerle aciertos, Romero lideró en su Gobernación una política de acceso transparente a la contratación pública y al gasto e inversión en los presupuestos locales. La base de su propuesta está relacionada con la democracia más directa; una ciudadanía que tome el control de sus gobernantes y del Estado. Resaltable.
En el ajedrez político se ha dedicado en los últimos meses a acercarse a Gustavo Petro y a lanzar ataques contra Sergio Fajardo, su contendor natural en una eventual consulta en la que participará un candidato del Verde en la coalición de la esperanza. Pero para eso Romero tiene que ganarle a sus copartidarios que también son precandidatos. Las bases del Verde no le tienen estima porque han entendido su objetivo de la división dentro del partido para acercarse a Petro en medio de la consigna de “con ningún extremo”, que ha adoptado el Verde.
En lo estructural, Romero es un candidato sin propuestas. Su don en la oralidad y el discurso es evidente. Pero sus propuestas se esfuman en una entelequia de palabras y laberintos que terminan no apuntando a ningún blanco. Es más, sin Duque o sin el uribismo, también se queda sin discurso.
La indignación fácil es la base de su construcción narrativa. Le apunta siempre a señalar a Duque y al Uribismo como los responsables de todos los problemas del país pero no dice mucho para solucionarlos, más allá de sus banderas de siempre que son fácilmente predecibles: “hay que entregarle el poder a la ciudadanía”.
Romero tiene poca carga de profundidad sobre los retos fiscales y sus ideas para solucionar el problema de la deuda y la necesidad de gasto social. No tiene planteamientos claros sobre qué hacer con la salud, las normas laborales o las pensiones. Tampoco con la informalidad o la infraestructura. Habla con acento sobre la necesidad de cumplirle a los campesinos cocaleros y cambiar la política militar de atención al problema de las drogas. En eso tiene razón, pero si le cambian el balón de estadio, lo único que le queda es regresar a la indignación circular de lugares comunes.
Además, tiene una dificultad genuina para condenar a los gobiernos totalitarios. Recientemente, Juan Pablo Calvás le preguntó si Venezuela y Nicaragua eran dictaduras. No pudo responder con velocidad. “Tienen asteriscos de democracia pendientes”, fue su respuesta. Luego rectificó en Twitter por lo que es obvio: a ningún candidato a la Presidencia le conviene tener romances con el totalitarismo que destruye países. Su primera respuesta fue lamentable y suficiente.
Romero, igual que los otros candidatos, tiene un año para edificar su idea de plan de gobierno. Por ahora tiene asteriscos pendientes en propuestas reales pero un discurso elaborado y bien pronunciado que siempre dice lo mismo. Y una incapacidad aterradora para condenar a las dictaduras de izquierda.
@santiagoangelp