“Culpar a los demás es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida, es distraerse de ella”: Facundo Cabral

El título de este artículo fue una reciente afirmación, en un medio de comunicación, de Eduardo Crissién Borrero, rector de la Universidad de la Costa, en Barranquilla. Dignidad que asumió después de pasar por el Concejo, Asamblea y Congreso de Colombia. Nacido en cuna de oro, heredó los votos de su padre, Ernesto “Tito” Crissién Samper y también la Corporación Universitaria De la Costa (que, en sus primeros años, pagaba semestralmente los salarios a sus docentes, quienes tenían que buscar un empleo simultáneo o recurrir a los créditos, mientras llegaba el anhelado pago). La popular CUC, fue fundada por su padre en compañía de Rubén Maury Pertuz y otras personas pertenecientes al partido liberal, en los tiempos de Slebi, Lébolo y Name (q.e.p.d).

 

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Crissién Borrero, perteneció al partido que fundó Fuad Char, Voluntad Popular, y cuando se aburrió de la política activa, regresó a trabajar en diferentes cargos administrativos, hasta llegar a la rectoría, en la Universidad de la Costa, que sigue siendo propiedad de su familia. De educación, sólo hizo una maestría, pero nunca ha tomado un marcador y un borrador, para dictar una clase a niños y jóvenes de primaria, secundaria y media del sector oficial. Por eso, carece de autoridad moral para culpar al magisterio, de la repitencia y deserción, no sólo de los años mencionados, sino de hace muchos años.

Es fácil, echarle la culpa al “perro más flaco”, porque, según él, no estamos siendo evaluados adecuadamente, sin hacer un estudio, sin tener en cuenta que hoy en día, la mayoría de los maestros tenemos especializaciones o maestrías y algunos hasta doctorado. Es decir, mejor preparados que él. Asimismo, sin darse cuenta de que los docentes egresamos de las universidades y él es rector de una. Se infiere, entonces, que la mala preparación viene de ellas. Escupió para arriba y la saliva le cayó en la cara, porque se nota que su intención era echarle la culpa a Fecode, porque esta federación apoyó al actual Gobierno. Sin embargo, los maestros no tragamos entero, ni respaldamos lo que esté mal hecho. Como tampoco vamos a aceptar que la responsabilidad de una buena educación es únicamente de este Gobierno. Todos los anteriores tienen su parte de culpa, ya que la situación económica en que hemos vivido bajo todos los mandatos presidenciales influye en el rendimiento de los estudiantes: muchos tienen padres sin trabajo, viven en la miseria, con hambre no se puede estudiar y les toca salir a “rebuscarse” y, en el peor de los casos se hacen parte de la delincuencia. Ni qué decir de la corrupción en el PAE.

Otros factores son: el cambio de ministros y la falta de idoneidad de muchos de ellos, quienes en infinidad de ocasiones no saben nada de educación y no hay continuidad en los lineamientos a seguir. En su afán por mostrar resultados, improvisan, cambian lo que se venía haciendo, bien o mal, desorientan a los maestros, padres y estudiantes. Y eso mismo pasa con los secretarios de educación de los municipios, distritos y departamentos, que por cumplir políticamente inventan actividades y “capacitaciones” que, en vez de ayudar a avanzar, producen un retroceso y confunden a los docentes.

No hay un hilo conductor, un currículo homogéneo para el país, con un componente acorde con las regiones. Por otra parte, el presupuesto para la educación oficial es insuficiente y “víctima” de los corruptos. Con excepción de Santos, quien entregó una dotación de textos de lenguaje y matemáticas, en el año 2017, no se ha vuelto a entregar nada a los alumnos, para aliviar las cargas de los padres.

¿Y qué decir de la pandemia, que sólo ha dejado muerte, miseria y un descontrol en los niños y jóvenes que vivieron ese virus? Pasarán muchos años para superar las consecuencias de dicha peste.

La educación oficial carece de muchos recursos. A los mencionados textos, les sumamos un internet insuficiente e irregular en los colegios que lo tienen, salas de informática obsoletas con portátiles desactualizados, ausencia de Video beam’s y/o Smart tv y otros recursos. A esto se suman los ambientes escolares inadecuados, con escasez de mobiliario apropiado y condiciones climáticas adversas. En la Costa Atlántica, en un aula con más de 35 estudiantes y temperaturas de más de 32 grados, sin ventiladores y mucho menos aire acondicionado, se tiene que recurrir a pequeñas colaboraciones de los padres de familia. Esto, en los colegios cuyos padres pertenecen a la clase media baja, porque hay colegios de las zonas marginadas en donde los padres no tienen ni para darle el sustento a sus hijos.

No quiero dejar pasar esta oportunidad que me brinda EL TIEMPO, para decirle al experto en educación, Eduardo Crissién Borrero, que, si hay en el mundo profesionales que son evaluados, esos somos los docentes; porque la evaluación no es una prueba escrita solamente. A nosotros nos evalúan nuestros estudiantes, los padres de familia, los rectores, quienes son pares nuestros, pero algunos no recuerdan esto y asumen papeles de patrones e intratan, sobre todo, a los que están en el estatuto 1278. Y súmele, que somos los únicos trabajadores que nos llevamos trabajo para la casa y atención de padres hasta en nuestros días de descanso, sin contar las faltas de respeto de algunos acudientes, si no se hace lo que ellos quieren.

No quiero dejar de referirme a los decretos que regulan la evaluación de los estudiantes: no es posible que lo que ha dejado de hacer un estudiante durante un periodo evaluativo, lo vaya a subsanar con un taller y un examen sobre ese taller. En mi opinión, las nivelaciones se deben hacer durante el transcurso del periodo o dedicarle, por lo menos una semana de explicaciones a todos los estudiantes, los que están mal, mejoran; y, los que están bien fortalecen sus conocimientos.

Finalmente, quiero manifestar que no estoy de acuerdo en que en las semanas de planeación y evaluación institucional se programen actividades que están demasiado trilladas. Al igual que la improvisación de otras, durante el año.

Definitivamente, la educación oficial, en los niveles de pre-escolar, básica y media tiene mucho que mejorar, señor Crissién, pero es un compromiso de todos los estamentos del país. Qué cada uno asuma su responsabilidad.

¡No busquemos el muerto río arriba!