Hoy el presidente de los Estados Unidos justificó su Nobel de La Paz en una movida diplomática sin precedentes: a raíz de la puesta en libertad del agente estadounidense Alan Gross (detenido por el el Estado Cubano presuntamente por espía) Barck Obama anunció una estrategia para normalizar las relaciones con Cuba luego de décadas de rompimiento.

Con palabras en español, citas del héroe nacional cubano José Martí, agradecimientos profusos al Papa Francisco por su valiosa mediación (quien, como Juan Pablo II en la Cortina de Hierro, demostró que la Iglesia puede ser muy útil en el camino hacia la democracia), y con la mayor concordia, Obama hoy nos da una lección de reconciliación y de unidad continental al restablecer las relaciones diplomáticas con la Isla y al impartir medidas para suavizar los efectos del embargo económico (que únicamente puede levantar el Congreso americano).

Por su parte, Raúl Castro, a pesar de afirmar en una alocución simultánea que el asunto de fondo no está resuelto, celebra el cambio de discurso norteamericano e invita al diálogo y a la construcción conjunta.

Toda América celebró la iniciativa. Juan Manuel Santos, por ejemplo, en un pronunciamiento cercano al gobierno de Obama, dijo que este es «un gran paso para el mundo», mientras que  Cristina Fernández (en representación de Mercosur), agradeció la voluntad de unión sin perder los ideales cubanos que han mantenido unido a este pueblo caribeño durante años.

Es probable que este anuncio sea el más importante que haya realizado Obama desde que maneja las riendas de la nación más poderosa del mundo. Desde el primer tímido anuncio del cierre de la cárcel de Guantánamo, el presidente norteamericano ha tenido un discurso constante y tácito con Cuba, pues no sólo ha celebrado las medidas del gobierno cubano para suavizar las difíciles condiciones económicas, sino que hoy incluso se enfrenta a un debate álgido en su propia patria: seguramente su discurso no va a ser bien recibido por una buena porción de los norteamericanos.

Es por eso que es histórico. Porque parece que por fin se teje un lazo para que estos países hermanos dejen de pelear y se pongan a reconstruir. La cercanía de la isla caribeña con el gigante de Norteamérica, no sólo en distancia geográfica sino en sus vínculos sociales, justifica que América se vuelque a propender por un clima de armonía intercontinental.

El cambio no será inmediato, pero sí será una proceso constante que demuestra que la transición de Cuba hacia el siglo XXI es posible. Hoy, Obama firmó su legado.