Semana.com reveló la semana pasada la declaración que rindió la candidata a la Alcaldía de Bogotá Clara López sobre el carrusel de la contratación en la capital. Según la revista, López no tuvo conocimiento acerca de las reuniones en las que los abogados definían la cesión del contrato 137 de la fase III de Transmilenio que el Grupo Nule le hizo a Conalvías, en el que el alcalde Moreno tenía intereses directos, ni que tampoco participó en la firma del contrato.
La candidata fue enfática en afirmar que el día de los hechos, en enero de 2008, “me buscaron algunos funcionarios de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá alertándome de que en el Palacio Liévano se estaba debatiendo algo relacionado con un contrato de los Nule” y que por favor estuviera pendiente para que “no se fueran a desconocer los derechos de los trabajadores”.
Según su relato, cuando llegó al despacho del alcalde, éste le dijo que por favor transmitiera las inquietudes a un grupo de abogados que analizaban el asunto en una oficina contigua y que luego de haber hecho eso y de “intercambiar unas palabras” se retiró del recinto sin saber nada más.
El interrogatorio continuó y , ante la pregunta del procurador sobre si conocía cuál había sido el contexto de esa reunión, Clara contestó que a pesar de que ella sabía que se estudiaba algún tema relacionado con la cesión del contrato de la calle 26, “no fue un tema que me preocupara porque lo que yo estaba llevando era un inquietud, que era muy importante para los trabajadores”.
Las anteriores declaraciones no dejan de ser muy preocupantes para los bogotanos quienes dentro de poco seremos convocados a las urnas a elegir un nuevo alcalde. Si lo que dice la entonces Secretaria de Gobierno es cierto, quedaría comprobada su inhabilidad material para hacerse cargo de la ciudad, pues lo mínimo que se requiere para gobernar a Bogotá es estar enterado de lo que ocurre en el Palacio Liévano. Y si por el contrario lo que declaró es falso, estaríamos en frente de un ser deshonesto que tampoco es apto para desempeñarse como alcalde.
Esta es una encrucijada difícil porque nunca creí que Clara López fuese una mujer torpe o corrupta, y sin embargo esas son las opciones entre las que podemos escoger frente a lo que ella misma ha dicho. Aún no puedo entender cómo una mujer que se jacta de ser economista grado Magna cum laude de la Universidad de Harvard o no se haya dado cuenta de la asquerosidad que ocurría a su lado u oculte que en realidad sí lo sabía.
Siento tristeza de darme cuenta finalmente que una de las mejores representantes vivas de la izquierda colombiana o está untada hasta sus entrañas del escándalo de corrupción más cuantioso y nauseabundo de que se tenga memoria en Bogotá, o es una impedida mental. Y como no creo esta última alternativa, lo mejor será abstenerme de votar por Clara, en quien alguna vez vi un asomo de buena voluntad.