El gobierno colombiano publicó un proyecto de decreto que firmaría el Presidente de la República, en conjunto con los ministros de Salud, Agricultura y Justicia, en el que se legaliza el cultivo, la fabricación, la distribución y la exportación de marihuana con fines medicinales.

 

 

En un cambio total en la política antidrogas de Colombia, el gobierno nacional por fin se dio cuenta de que la mata no mata, sino que la mata sana y que es necesaria tanto para pacientes que requieren de tratamientos especiales cuando la medicina común no puede responder correctamente a las dolencias, como para las arcas del Estado que se han visto golpeadas por fenómenos económicos recientes como la baja en el precio del petróleo.

La noticia es muy esperanzadora por varias razones: ubica al país a la vanguardia en la protección de libertades, nos convierte en un referente obligado para asuntos de narcóticos ya no desde la mafia sino desde una cadena de producción legalizada, y nos abre la puerta a la obtención de recursos provenientes de la exportación de la yerba.

Aunque el primer impacto es hacia adentro, no es un dato menor que el ejecutivo regule la exportación de la marihuana, pues en la actualidad existe un mercado amplio y permanente que incluye a Canadá, Uruguay, Alemania, Holanda, República Checa y algunos estados de Estados Unidos dispuestos a adquirir la María colombiana.

Así, además de contribuir a la salud de la ciudadanía, la venta internacional de porro podría significarle al país hasta USD 2,000 millones anuales, lo que equivale al rubro de exportaciones de banano y flores durante el último año.

Y no sólo eso. Detrás de esta decisión trascendental hay un proyecto agroindustrial que involucra a la Nación, a la población y a varios actores extranjeros que buscan convertir al cannabis en un producto estrella dentro del portafolio nacional.

Adicionalmente a la regulación de la exportación, el decreto incluye una ventaja significativa y es precisamente que se legalice toda la cadena productiva, lo que permitirá que el cultivador sea el mismo que fabrique y exporte la marihuana para establecer así un mercado seguro y controlado.

Esperemos que la previsible pataleta del Centro Democrático, de los cristianos y de los conservadores no pisotee una iniciativa lucrativa y necesaria.