La renuncia de Vicky Dávila a la dirección del noticiero de La FM no debió ser la consecuencia lógica de este escándalo.

Durante los últimos dos días el país ha estado enardecido por la publicación, en el noticiero de La FM, de un video en el que se muestra al capitán de la policía Anyelo Palacio y al entonces congresista Carlos Ferro (en un carro oficial) mientras sostienen una conversación de alto contenido sexual.

Luego de que el clip salió a la luz la gran mayoría de quienes se enteraron del suceso optaron por atacar de forma vulgar y violenta a la entonces directora del noticiero, Vicky Dávila, por haber pasado el límite entre el interés periodístico y la intimidad de una persona. No obstante, en paralelo, otros muy pocos expresamos que si bien pudo haber errores en la forma, el video sí merecía salir a la luz.

Es cierto que hubo yerros en la manera en que se publicó el video, puesto que pudo haberse editado para borrar los detalles de la familia de Ferro y los apartes que no aportaban, pero en todo caso el video sí prueba una relación gay entre un congresista y un policía, sí demuestra la utilización de un vehículo del congreso para fines diferentes a la función pública y sí comprueba que el policía tuvo relaciones homosexuales a cambio de favores.

El argumento de los atacantes de la periodista es que las imágenes no prueban nada y que, por lo mismo, son ajenas al interés público. No obstante, a juicio de otros dentro, si el video no hubiera salido a la luz es muy probable que los asuntos mafiosos al interior de la policía siguieran su curso.

A pesar de la indignación colectiva, no cabe duda de que el impactante video fue un cimbronazo fuerte que le abrió los ojos a la ciudadanía y que marca un punto de partida para una purga necesaria en el seno de la policía. Sin el video, Rodolfo Palomino seguiría atornillado en su cargo y con él todas sus falencias gerenciales, pues para nadie es un secreto que bajo su mando la Policía Nacional se salió de madres y se convirtió en un cenáculo de corruptos y chuzadores.

El debate que debe darse no es si Dávila destrozó una familia (cosa que ya se sabe que no es cierta luego de la entrevista de Blu Radio a Carlos Ferro esta mañana) o si sacó del closet a un homosexual encubierto. La discusión que vale la pena dar es si la ciudadanía está en posición de exigirle a los servidores públicos una completa coherencia moral tanto en el ejercicio de sus funciones como en su vida personal, o si por el contrario ellos son libres de hacer lo que quieran escudados en el derecho a la intimidad.

A pesar de lo ocurrido, hay que aplaudir al periodismo de Vicky Dávila por siempre haber sido juicioso y se debe reconocer que su capacidad de reportería y su olfato periodístico la llevaron a sobresalir por encima de la gran masa de comunicadores que hay en Colombia. Ojalá que este sea otro de tantos capítulos que le falten por escribir.