La salida de dos grandes corporaciones del país es la peor señal de nuestra economía.
Durante el día de ayer el país entero se rasgaba las vestiduras por el escándalo de Vicky-Leaks que consistió en la publicación de un video en el que un policía y un congresista planeaban de forma directa cómo iban a comerse. Este suceso, que logró tumbar al viceministro del interior, al director de la policía y a la periodista que decidió publicar, generó una ola de opiniones viscerales y ataques vulgares de escopeta en todas las vías.
Hoy, sin embargo, el tema de moda cambió. La indignación parece haber migrado hacia las patéticas escenas que mostraban a tres líderes de las Farc mientras hacían proselitismo armado e ilegal a favor de una asamblea constituyente en una zona de la Guajira.
De esta manera, entre el bullicio del Vicky-Leaks y la inquietud de que cada vez más las Farc están salidas de madre y de que no hay quien los controle, Colombia no se ha dado cuenta de que la verdadera ansiedad debería provenir de una noticia de gran trascendencia que envía un mensaje de alerta sobre la economía nacional: las compañías Citi y Ripley informaron que clausurarán todas o algunas de sus operaciones en nuestro país.
Mientras que el banco anunció que enajenará todos sus negocios de banca de consumo personal en Colombia, Argentina y Brasil (aunque mantendrá las operaciones con clientes corporativos), la cadena chilena de almacenes por departamento informó que en máximo 90 días cerrará todas sus tiendas en el país por no haber obtenido los resultados esperados.
Si bien ninguna de las dos organizaciones señalaron que huyen de Colombia porque se está gestando una tormenta perfecta en términos económicos (caída en precio del petróleo, desplome de la bolsa, aumento de la inflación, devaluación del peso, corrupción descarada, reforma tributaria inminente, etc.) es apenas lógico pensar que estas grandes compañías se largan para protegerse de la debacle económica que apenas empieza.
Cuando el gerente general de Ripley Corp. Sergio Hidalgo Herazo comunicó el cierre de operaciones en nuestro país, explicó que “el escenario macroeconómico de Colombia sufrió cambios que no eran previsibles en la época en que se decidió invertir». Esto no es más que un poco de pánico maquillado frente a una inminente situación de bancarrota.
En el otro caso, el de la partida de Citi, que la entidad nos ponga en el mismo costal que Argentina y Brasil no sólo no es casualidad sino que es la peor y más peyorativa señal de que ese banco nos ve como un mercado riesgoso y con pésimos indicadores.
Mientras que el país gaucho se ve empobrecido por una inflación acumulada del 494% durante la era Kirchner (según fuentes independientes), el alza de entre el 300% y el 500% en las tarifas de luz, el gasto total de las reservas internacionales y una devaluación del 406% en los últimos 12 años, el gigante suramericano atraviesa por su peor época en materia de gobernabilidad y de economía. En el transcurso del año pasado Brasil se contrajo un 4% y se espera que este lo haga en un tanto igual.
Valdría la pena estar más atentos al curso de la economía y a quienes la controlan, pues es el contexto del que depende el bienestar de nuestros bolsillos. Aunque Mauricio Cárdenas haya sido premiado como el mejor ministro de hacienda del sistema solar, parece que en casa de herrero azadón de palo.
Abramos los ojos y no nos hagamos los idiotas hasta que estalle la crisis para empezar a lamentarnos. Tal vez, en este escenario, la salida de un viceministro y del general de la policía por un video mal publicado no sea sino un mal menor frente a la catástrofe que se nos vino.