Los youtubers son un fenómeno cultural reciente que aún no hemos pensado y entendido bien, pero que tendrá repercusiones profundas en toda la sociedad dentro de varios años.

Y digo que los efectos de esta nueva forma de producción y consumo de contenidos se verá a largo plazo porque los millones de seguidores de estas figuras públicas actualmente son niños y adolescentes a los que aún nadie les presta atención, pero que crecerán y aportarán una nueva visión del mundo que ha estado influida por estrellas de internet que para la mayoría de los adultos de hoy son desconocidas.

A propósito de la columna de Juan Esteban Constaín de este miércoles, Libro es libro, en la que el autor señala que el desprecio y la indignación por el colapso que causó el youtuber Germán Garmendia en la FilBo no ayuda a mejorar la cultura, vale la pena agregar que no sólo estas actitudes son ingenuas y cerradas de mente, sino que además demuestran una profunda ignorancia del planeta globalizado en el que vivimos.

Seguramente aquellos que les parece una aberración que un joven de 26 años, nacido en Chile la década de los 90 y con más de 27.4 millones de seguidores en YouTube (7 millones más que Taylor Swift y seis veces los suscriptores del canal de National Geographic) revolucione una feria del libro son abanderados de una ‘alta cultura’ arribista e hipócrita en la que se finge más de lo que realmente se es, y en la que prima el máximo miedo pusilánime a aceptar nuevas expresiones.