GUIA PRÁCTICA
Hace ya casi un año me desplazaba al norte de la ciudad por la carrera séptima en uno de los mal llamados buses ejecutivos; a la altura de la calle 70 se subió un hombre de unos 30 años, vestía jeans, saco ecuatoriano, gafas de marco grueso y hablaba con un tono pausado, queriendo pasar por universitario. Se dirigió a todos contándonos cómo su taller de artes gráficas había sido consumido por las llamas y lo había perdido todo, situación que lo había llevado a ubicarse con su familia en un cuarto en el cual ya habían gastado todas sus finanzas. Conmovido, decidí hacer un esfuerzo y colaborarle con dos mil pesitos, muchos de los que iban conmigo también lo hicieron, ya que su caso no era común; no vendía nada y no venia pregonando su recuperación del terrible mundo de las drogas. La semana pasada haciendo un desplazamiento similar, el sujeto volvió a aparecer con el mismo problema; mi primera sensación fue de rabia, me sentía burlado y engañado por este sujeto, luego de tranquilizarme, sentí admiración por su capacidad histriónica, que le permitía recibir generosas colaboraciones por parte de la gente, aunque cabe la posibilidad de que le haya vuelto a ocurrir el accidente…
En un país como el nuestro, que sufre tanta desigualdad social, entre otros muchos problemas, es difícil no dejarse afectar por casos tan dramáticos, pero la situación económica no nos permite compartir nuestros magros ingresos con todos los que solicitan ayuda (si accedieramos a colaborar a todos los que se suben a los buses saldría más económico viajar en taxi), así que definí un conjunto de parámetros para realizar mi pequeño acto de filantropía en los buses bogotanos. He aquí los principales puntos:
• No doy dinero a los que vienen en nombre de fundaciones de rehabilitación. Las fundaciones nunca mandan a sus pacientes a pedir, ni a vender; parte del tratamiento es aislarlos de medios de obtención de las drogas y enviarlos a pedir dinero seria un retroceso en el tratamiento. Si no me cree reciba una de las tarjetas y llame a ver donde le contestan.
• No doy dinero a las personas que se suben a pedir con niños, aunque no conozco su situación real, someter a un niño a ese estilo de vida para lograr la compasión de los viajeros me parece reprochable.
• No doy dinero a las parejas de payasitos que hacen chistes a los viajeros, fui victima de sus mofas en un par de oportunidades y ahora cada vez que los veo subir, entro en pánico, decidí no colaborarles por solidaridad con el burlado de turno.
• No compro dulces chilenos, turcos, peruanos, venezolanos, ni de ninguna marca desconocida, la adulteración de fechas de vencimiento ya ha sido constantemente denunciada.
• No doy dinero a los que exhiben heridas salpicadas por pus, mertiolate y otros elementos llamativos, es un espectáculo tan grotesco y logra impresionarme tanto, que no soy capaz de volverlos a mirar.
• No compro manillas ni joyas de ferias que no existen y que se realizan en sitios con nombres similares a corferias (prefiero abstenerme de responder sus preguntas, con el fin de no ser el feliz ganador de delfines y piolines deformes)
• Colaboro con los músicos siempre y cuando su intervención sea agradable y no se apoyen con estruendosos instrumentos y voces cacofónicas que logran algo que parece imposible: volver el viaje en bus aun más insoportable.
Me imagino que cada persona tendrá su manual y espero tips para enriquecer el mío y llegar a mi casa con la tranquilidad de haber hecho un pequeño aporte a alguien que necesita mas que otros, por que en últimas todos lo hacen por necesidad, pese a que el DANE diga que todos tenemos trabajo y los que no trabajan, es por que estudian o perciben rentas.
DON BETO